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El FMI impulsa su plan para imponer una nueva moneda mundial

El Fondo insiste en su idea de sustituir el dólar por una nueva divisa internacional, los SDR. El Nobel Stiglitz defiende esa misma idea.

El Fondo insiste en su idea de sustituir el dólar por una nueva divisa internacional, los SDR. El Nobel Stiglitz defiende esa misma idea.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) celebró una importante reunión a puerta cerrada el pasado 8 y 9 de marzo, a la que sólo se pudo asistir previa invitación, en su cuartel general de Washington bajo el título Macro and Growth Policies in the Wake of the Crisis.

La principal conclusión es la intención del FMI de crear una moneda de reserva mundial bajo su control, en forma de los ya existentes SDR -Special Drawing Rights, Derechos Espaciales de Giro (DEG, en español)-, una antigua aspiración de esta institución, formados por una canasta de diversas monedas y materias primas.

Ya en 1944, durante los acuerdos de Bretton Woods, el ideólogo y creador del FMI, el economista John Maynard Keynes, quería crear una moneda mundial que se impusiera a todos los países y sus ciudadanos. Para ello se fundó el FMI y un sistema con una moneda de reserva mundial, pero la influencia estadounidense, al convertirse en la principal potencia militar tras la Segunda Guerra Mundial, hizo que el dólar se convirtiera en la divisa de reserva internacional por excelencia en lugar de los SDR.

Sin embargo, el FMI no ha perdido la esperanza de obtener el control de todo el sistema monetario, como queda reflejado en las palabras del economista Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. Este economista considera que una de las recetas para evitar grandes crisis como la actual en el futuro consiste, precisamente, en imponer dicha divisa mundial.

Pese a todo, la implementación de tal propuesta no es tarea fácil. La capacidad de influencia del FMI para imponer una moneda mundial bajo su control no está asegurada, sobre todo después de que sus intervenciones en muchos países emergentes haya causado más daños que beneficios, incrementando así la desconfianza hacia esta institución. Las recientes reuniones del FMI con dirigentes y personalidades influyentes de casi todos los países buscan, precisamente, recuperar esa influencia política perdida para poder seguir avanzando en sus objetivos.

Las causas de la crisis según el FMI

En este sentido, Stiglitz parece encontrarse en plena campaña para promocionar una nueva divisa internacional, bajo el control del FMI y en sustitución del dólar, ya que, sin ir más lejos, la semana pasada publicó un artículo en el Financial Times sobre esta materia.

El sistema monetario necesita una reforma fundamental. No es la causa de la crisis actual, pero sí ha sido inefectivo a la hora de evitarla.

Esta opinión contrasta frontalmente con el consenso de que la política de bajos tipos de interés aplicada por Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal de EEUU (FED) fue la causa principal de las burbujas, tanto puntocom como inmobiliaria. De hecho, Stiglitz en su propio libro, publicado en enero de 2010, afirma lo siguiente (página 9):

Una regulación laxa sin una política monetaria expansiva probablemente no habría creado la crisis.

Así, Stiglitz considera que la actual crisis financiera internacional ha puesto de manifiesto el fallo de los modelos macroeconómicos en los que muchos economistas y burócratas se basaban para tomar decisiones políticas, un punto compartido, en general, por la gran mayoría de sus colegas. Destaca que los modelos no fueron capaces de prever la crisis ni de proveer un estructura teórica valida.

Es una crítica cuanto menos sorprendente, ya que, por ejemplo, los modelos en los que se basó la Reserva Federal para ejecutar sus políticas monetarias, desarrollados por McCarthy y Peach, se basaron explícitamente en las teorías del propio Stiglitz. Estos modelos fueron usados por la FED para asegurar que no había ninguna burbuja inmobiliaria y, así, poder seguir incentivando la expansión crediticia a base de tipos históricamente bajos.

No es la primera vez que las teorías de Stiglitz se equivocan de pleno, especialmente en lo que respecta a la burbuja inmobiliaria. En 2007, el Nobel aún dudaba sobre la posibilidad de una crisis. Pero quizá el caso más vergonzoso fue en 2002 cuando, junto con Jonathan y Peter Orzag, publicó un informe sobre las agencias hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, en el que aseguraba lo siguiente:

En base a la evidencia histórica, el riesgo para el Gobierno de una quiebra de la deuda de estas entidades es efectivamente cero.

Este informe fue usado por muchos políticos estadounidenses, sobre todo demócratas aunque también numerosos republicanos, para justificar la cantidad de créditos inmobiliarios en los que las dos compañías se estaban embarcando. Por órdenes del entonces presidente de EEUU Bill Clinton, las dos compañías bajaron el nivel de exigencias a la hora de conceder créditos hipotecarios, una de las causas comúnmente citadas como origen de la crisis (las famosas hipotecas subprime).

Muy pocos políticos se atrevieron entonces a ir en contra de estas medidas debido a su sensibilidad social. La única excepción fue el senador republicano Ron Paul, que ya en 2003 advirtió sobre los peligrosos incentivos que se estaban implantando. A raíz del crash de 2008, Freddie y Fannie fueron nacionalizadas para evitar su quiebra, con un coste de cientos de miles de millones de dólares para el contribuyente estadounidense.

A pesar de todo, Stiglitz sigue creyendo que sus teorías son adecuadas para explicar cómo funciona la economía. De hecho, afirma convencido que existe un amplio consenso acerca de la efectividad que tiene el aumento del gasto público para combatir la crisis. Algo que, sin duda, contrasta con las declaraciones de los economistas alemanes e, incluso, algunos miembros del Banco Central Europeo (BCE). Pero, sobre todo, su afirmación choca frontalmente con el resultado que han obtenido los denominados "planes de estímulo", tanto en la presente crisis como en Japón durante cerca de dos décadas.

Por último, Stiglitz cree que las economías occidentales funcionan en base al libre mercado. Su opinión se basa en la supuesta desregulación aplicada en los últimos años por las grandes potencias desarrolladas, proceso al que Stiglitz acusa como el principal culpable de la crisis financiera. Sin embargo, muy contrariamente a lo que normalmente se afirma, los datos del propio Gobierno estadounidense demuestran que el número de regulaciones no ha hecho más que aumentar durante las últimas décadas.

Soluciones

Por último, Stiglitz está últimamente centrado en promocionar la idea de traspasar al FMI el control monetario mundial. Un sistema muy similar al actual, pero sustituyendo al dólar por la moneda del FMI, el SDR. El objetivo parece consister en lograr así más inflación monetaria, y para ello aboga por aumentar el volumen de SDR's por valor de 390.000 millones de dólares durante cada uno de los próximos tres años. Las subidas de precios, principalmente de los alimentos y la energía, que se están dando en los últimos meses no parecen preocupar en exceso al economista, más bien al contrario.

De llegar a aplicarse este plan, el FMI se encargaría de decidir qué política monetaria debe seguir el mundo entero. El problema es que, dada la experiencia de los sistemas monetarios de control centralizado y la propia ideología del FMI, se trata de una propuesta claramente inflacionaria, tal y como explica el propio Stiglitz. Sin embargo, aún está por ver la influencia internacional del FMI para imponer un sistema monetario de estas características bajo su control. Por el momento, el G-20 acordó la pasada semana incluir la moneda china, el yuan, en la cesta divisas del Fondo (SDR), lo cual es un paso más hacia la internacionalización del yuan y la futura e hipotética sustitución del dólar.

Por último, según Stiglitz, también es necesario seguir aumentando el gasto público en todo el mundo, a pesar de los problemas de endeudamiento que presentan numerosos países desarrollados. En este sentido, el economista está en línea con el banco Goldman Sachs y el también Nobel Paul Krugman, que defienden igualmente incrementar el gasto de los gobiernos.

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