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Manuel Llamas

Zapatero se va, ¿y qué?

¿Qué hará Rajoy?, ¿qué medidas esconde debajo de la manga si es que oculta alguna?, ¿nos sorprenderá para bien con un cambio de rumbo o, por el contrario, mantendrá la senda neokeynesiana emprendida por Zapatero?

¿Qué hará Rajoy?, ¿qué medidas esconde debajo de la manga si es que oculta alguna?, ¿nos sorprenderá para bien con un cambio de rumbo o, por el contrario, mantendrá la senda neokeynesiana emprendida por Zapatero?

El anuncio de que Zapatero no se presentará a las elecciones generales de 2012 ha sido vendido por muchos como una gran noticia cuando, en realidad, su renuncia apenas tendrá trascendencia para el futuro económico del país. Es decir, en la práctica, no cambia nada. Para empezar, su decisión poco o nada ha tenido que ver con la presión de los mercados, ni de la opinión pública ni, mucho menos, de la oposición. Zapatero no opta a la reelección porque, sencillamente, así se lo han exigido sus barones regionales para evitar, en última instancia, un descalabro electoral de dimensiones históricas en los próximos comicios autonómicos y locales.

Además, todo indica que agotará la legislatura y, por tanto, si nada cambia seguirá en el poder un año más, tal y como tenía previsto en un principio. De este modo, y dado que su derrota electoral en 2012 estaba prácticamente garantizada, según reflejan todas las encuestas de los últimos meses, la única novedad que implica su renuncia es la apertura inmediata de una guerra interna en el seno del PSOE para sucederle y concurrir así a las generales con un nuevo candidato que sea capaz de movilizar al, hasta ahora, desanimado electorado socialista. Visto así, muchas son las ventajas y pocos los inconvenientes que tiene para el PSOE el abandono de Zapatero.

¿Y para el resto del país? Ni ventajas ni inconvenientes. Si agota su mandato, el único cambio trascendente tendrá lugar tras la configuración de un nuevo Gobierno en 2012. Y puesto que el PP cuenta con serias opciones para ganar, es Rajoy el que realmente ostenta la clave del futuro económico de España. De él dependerán las reformas en marcha y las que aún quedan pendientes para posibilitar la recuperación. Y he aquí el dilema: ¿qué hará Rajoy?, ¿qué medidas esconde debajo de la manga si es que oculta alguna?, ¿nos sorprenderá para bien con un cambio de rumbo o, por el contrario, mantendrá la senda neokeynesiana emprendida por Zapatero?

Aún es demasiado pronto para aventurar la política económica que implantará el PP en caso de que se haga con el Gobierno. El problema, sin embargo, es que hasta ahora las señales ofrecidas por Rajoy en materia económica no dan pie a un excesivo optimismo. Y es que, si bien es cierto que Zapatero erró de lleno en la resolución de la crisis, Rajoy ayudó al presidente con sus votos a cavar el hoyo en el que ahora estamos inmersos.

Así, el PP aceptó el Plan E, unos 13.000 millones de euros desperdiciados en la financiación de obra pública local; apoyó el Plan 2000E de ayudas públicas para la compra de coches e, incluso, exigió su extensión en el tiempo; respaldó el PER nacional de 420 euros para parados sin prestación; otorgó luz verde al Pacto de Zurbano que, entre otras muchas cosas, ha permitido la supervivencia de inmobiliarias insolventes y la ocultación de pérdidas bancarias; por si fuera poco, PP y PSOE han ido de la mano en el ámbito financiero, al aprobar la intervención y rescate de Caja Castilla-La Mancha, la creación del Fondo de de Adquisición de Activos Financieros (FAAF), el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), el sonado fracaso de las fusiones frías (SIP) y el reciente plan del Gobierno para nacionalizar cajas insolventes.

En materia de libertades, cabe recordar, por ejemplo, el apoyo del PP a la Ley Antifumadores y a la Ley Sinde que posibilita el cierre de páginas web. Y así sucesivamente hasta la aprobación de una norma cuyo nombre lo dice todo: "Ley de Economía Social". Aparte, se desconoce la opinión de Rajoy acerca de la necesaria reforma de la negociación colectiva y la posibilidad de ligar los salarios a la productividad, así como el mantenimiento o no del actual modelo de financiación autonómica, entre otros aspectos clave.

Lo único cierto es que el PP estuvo a punto de precipitar la intervención expresa de la UE y el FMI con su rechazo a los recortes de gasto público exigidos a Zapatero en mayo de 2010, cuando el país se encontraba al borde de la suspensión de pagos. En definitiva, visto lo visto, vaya por delante que, aplaudiendo la renuncia de Zapatero, aún está por ver si la previsible llegada de Rajoy al poder será o no merecedora de elogios.

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