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El Estado mató a Portugal

El peso del sector público y la escasa competitividad, los dos fenómenos que explican la caída del país luso.

Recarte explica cómo puede afectar a España el rescate portugués

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Ya es oficial. Pese a los constantes desmentidos del Gobierno luso de las últimas semanas, Lisboa claudica y, finalmente, solicita formalmente el rescate de la UE y el Fondo Monetario Internacional. Su cuantía oscilará entre los 75.000 y los 90.000 millones de euros, según las primeras estimaciones. Pero, ¿qué mató a Portugal? La respuesta se obtiene observando la evolución de la economía lusa a lo largo de la última década.

Para empezar, cabe recordar que el origen de los actuales problemas que padece la zona euro deriva del exceso de crédito barato que proporcionó la laxa política monetaria aplicada por el Banco Central Europeo (BCE) en los últimos años. La época del boom fue aprovechada de forma diferente por los distintos países miembros. Así, mientras que en España generó una histórica burbuja inmobiliaria, en Portugal la abundancia de dinero fácil y barato fue empleada por su Gobierno para mantener e, incluso, expandir aún más su peso sobre la deteriorada economía lusa sin necesidad de acometer ningún tipo de ajuste para liberalizar su rígida estructura productiva.

Tal y como explica Juan Ramón Rallo, "Portugal aprovechó los años del boom económico para evitar su muy necesaria reestructuración. Sin lujos, sin incienso, sin grandes proyectos faraónicos: sólo quiso conservar un poquito más su mediocre pero insostenible nivel de vida sin realizar las reformas liberalizadoras que necesitaba para volver a generar riqueza". Es decir, "la burbuja crediticia internacional le permitió vivir de prestado durante un lustro entero" sin necesidad de recomponer su dimensionado estándar de vida. Estado, hogares y empresas vivieron por encima de sus posibilidades gastando lo que no tenían (producían) hasta que el grifo del crédito se cortó en 2007.

Los datos

Todo ello se observa analizando la evolución económica del país y de su estructura estatal. Empezando por la economía, Portugal sufrió un largo estancamiento económico, una auténtica década perdida, antes del aterrizaje de la crisis financiera internacional.

Portugal experimentó un crecimiento económico medio del 4% en la segunda mitad de la década de los 90. Pero a partir de entonces, su PIB empezó a desacelerarse hasta el punto de avanzar apenas un 0,2% en 2006. En concreto, entre 2000 y 2007 el crecimiento medio anual de Portugal se situó en el 0,7% frente al 2% de la zona euro. Es decir, un crecimiento prácticamente plano pese al boom crediticio, señal inequívoca de su anquilosada estructura productiva.

Como resultado, su PIB per cápita bajó del 65,8% al 65,5% de la media de la UE-15 entre 1995 y 2006, lo cual significa que "no progresó nada (convergencia 0) en 11 años", tal y como explica Rafael Pampillón, profesor del Instituto de Empresa (IE). "La razón es simple: Portugal mejoró algo pero los otros (los restantes países europeos) también mejoraron".

Esta atonía económica se reflejó igualmente en el empleo: su tasa de paro pasó del 4% en el año 2000 al 8,4% en 2007. Y es que, su débil demanda interna estuvo acompañada por una acusada falta de competitividad exterior, lo cual impidió un mayor crecimiento.

Déficit exterior

Desde la última devaluación del escudo en 1995, Portugal ha registrado -al igual que España- una inflación bastante superior a la media de la UE, traduciéndose así en una constante pérdida de competitividad internacional y, por tanto, un elevado déficit exterior.

"Tanto deseaban gastar los lusos, que su estancada producción interna -su PIB se ha mantenido plano durante toda la década- no les era suficiente, así que sus excesos tenían que comprarlos fuera... a crédito. No otra cosa indica ese desbocado déficit exterior cercano o incluso superior al 10%", indica Rallo. Los portugueses se endeudaban con el resto del mundo para gastar de más en el presente.

Creciente peso del sector público

Y es aquí donde entra el Estado. Los gobiernos de izquierdas lusos aprovecharon el boom crediticio para no poner en marcha ninguna reforma estructural a fin de liberalizar su rígida economía y mejorar su competitividad. De hecho, lejos de apretarse el cinturón, se permitieron, igualmente, el lujo de aumentar el gasto público por encima de sus posibilidades. No hubo ni un ápice de rigor presupuestario sino, más bien al contrario, tal y como muestra la evolución de su déficit público.

Así, el peso del Estado -medido en gasto público respecto al PIB- pasó del 40% al 45% entre 2000 y 2004, y continuó creciendo hasta alcanzar en la actualidad un nivel próximo al 50% del PIB.

Asimismo, Portugal violó reiteradamente los límites de déficit exigidos por la normativa comunitaria (3% del PIB) durante la última década: 3% en 2003, 3,4% en 2004, 5,9% en 2005, 4,1% en 2006... Y así sucesivamente. Según la última revisión realizada por la oficina estadística europea (Eurostat), su déficit en 2007 fue del 3,1%, del 3,5% en 2008, del 10% en 2009 y del 8,6% en 2010.

Lo mismo sucede con la deuda pública: 68,3% del PIB en 2007, 71,6% en 2008, 82,9% en 2009 y 92,4% en 2010. De cara a 2011, el instituto estadístico portugués ha mantenido su previsión de déficit respecto al PIB en el 4,6% y la correspondiente a la deuda pública en el 97,3%.

De este modo, se comprueba que los gobiernos portugueses evitaron todo rigor presupuestario durante la época de bonanza sino más bien lo contrario. El problema es que este persistente déficit a base de gasto público contribuyó a impulsar todavía más las ya de por sí elevadas tensiones inflacionistas propias de Portugal.

Y es que, como señala Pampillón, "ante la ausencia de política monetaria [propia], la competitividad y el equilibrio exterior sólo son posibles a través de la estabilidad de precios, que sólo se puede alcanzar mediante políticas fiscales restrictivas, estímulo a la competencia y reformas estructurales".

Nada de esto tuvo lugar en el país vecino. El boom crediticio fue "un festín para el Estado y la sociedad, que gastaron y gastaron -se endeudaron y se endeudaron- sin demasiada preocupación acerca de cómo iban a devolver el dinero", señala Rallo. En resumen, mucha deuda y escasa capacidad de generar ingresos (crecimiento casi nulo). Y cuando llegó la hora de pagar... Portugal no pudo.

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