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Manuel Fernández Ordóñez

El injusto trato a la energía nuclear

¡En los últimos 40 años han muerto en España más de 120.000 personas en accidentes de tráfico! Ninguna como consecuencia del uso de la energía nuclear. Sin embargo, la energía nuclear es un riesgo inaceptable para cientos de miles de personas.

¡En los últimos 40 años han muerto en España más de 120.000 personas en accidentes de tráfico! Ninguna como consecuencia del uso de la energía nuclear. Sin embargo, la energía nuclear es un riesgo inaceptable para cientos de miles de personas.

El ser humano teme aquello que desconoce y, en materia energética, el desconocimiento es un insondable pozo sin fondo. No es ésta una cuestión baladí, sino todo lo contrario, ya que en ella se asienta el verdadero matiz de la cuestión: la percepción del riesgo por parte de la opinión pública. El riesgo es un parámetro objetivo, puede ser cuantificado mediante métodos matemáticos y determina, en cierta medida, la probabilidad de que un suceso tenga lugar, teniendo en cuenta las posibles consecuencias que ese suceso puede desencadenar. El riesgo es objetivo, la percepción del riesgo no lo es, es total y absolutamente subjetiva.

Es un hecho objetivo que la probabilidad de fallecer en un accidente aéreo es mucho menor que la probabilidad de hacerlo en un accidente de tráfico. Sin embargo, todos hemos visto a personas que toman fármacos, se encomiendan varias veces a sus respectivas deidades y se agarran al asiento con tal fuerza que parecen querer arrancarlo cuando viajan en avión. ¿Por qué no hacen lo mismo cuando se suben a un coche sabiendo que la probabilidad de morir es mucho más elevada? Porque no perciben el mismo riesgo, porque el riesgo de viajar en coche lo asumen con normalidad, es subjetivo.

En el año 2005, 680 personas murieron atropelladas en España. De todas ellas, únicamente 58 estaban cruzando por un paso de peatones. A la luz de los datos, el riesgo de cruzar la calle por lugares no designados a tal efecto es elevado, sin embargo todos lo hacemos con cierta frecuencia. ¿Por qué? Porque no lo percibimos como un riesgo, así de sencillo. ¡En los últimos 40 años han muerto en España más de 120.000 personas en accidentes de tráfico! En los últimos 40 años no ha muerto en España ninguna persona como consecuencia del uso de la energía nuclear. Sin embargo, la energía nuclear es un riesgo inaceptable para cientos de miles de personas. ¿Por qué? Porque la perciben como un riesgo real inasumible. Pero su percepción es subjetiva y distorsionada, ese riesgo no está racionalmente justificado, la estadística lo demuestra.

Estas personas piden el fin de la energía nuclear por considerarla inadmisiblemente peligrosa. Haciendo un alarde de incoherencia difícilmente conciliable con la razón no piden, a su vez, la prohibición de todos los vehículos del parque móvil español. De hecho, casi todos ellos tienen un coche. Parece ser que no lo consideran peligroso cuando la cifra de fallecidos es incontestable. Muchos de ellos incluso piden el cierre de las centrales nucleares mientras dan una larga calada a su cigarrillo, pareciendo obviar que las enfermedades cardiovasculares y el cáncer matan a un millón de españoles cada cinco años. Tampoco consideran esto un riesgo, el verdadero riesgo son las centrales nucleares.

Todas las actividades humanas conllevan riesgo pero, de entre todas ellas, la que implementa los más estrictos y exigentes estándares de seguridad y calidad es la industria nuclear. La energía nuclear es consciente de que la percepción pública de sus riesgos es injustamente superior al resto de industrias. Se le exige mucho más que al resto y, sin duda, se le exigirá más después del tsunami que asoló Japón. Lo subjetivo es en ocasiones irracional, ningún titular de la prensa española se cuestionó en estos días el riesgo de vivir en la costa (estaban ocupados en cosas más amarillistas). La realidad es que el tsunami ha dejado casi 30.000 muertos y pueden apostar conmigo a que la mayoría de supervivientes reconstruirá sus casas y volverán a vivir en la costa, en el mismo lugar, esperando al siguiente tsunami. Lo mismo sucederá el día que un gran terremoto asole la ciudad de San Francisco, la reconstruirán en el mismo sitio y esperarán al siguiente, como ya han hecho en el pasado. La irracionalidad es inexplicable.

La percepción, sin embargo, es la realidad para cada uno de nosotros. Las decisiones en nuestras vidas se toman según nuestra percepción subjetiva, incluidas nuestras preferencias electorales. El tsunami japonés no tuvo consecuencias únicamente locales, también se llevó a la canciller alemana por delante. En un intento desesperado por captar votos apeló a la percepción del riesgo nuclear, decretando una moratoria inminente de tres meses para las centrales más antiguas de Alemania. Pero la maniobra de distracción populista no funcionó y el castigo electoral fue muy duro en su bastión histórico. Ahora veremos cómo la percepción deja paso a lo real, veamos si la canciller se atreve a cerrar definitivamente las centrales nucleares. La industria alemana paga la electricidad un 63 % más cara que sus vecinos franceses, pero esa diferencia será aún mayor en un escenario de cierre nuclear y dependencia total del gas ruso. La competitividad alemana se irá al garete. ¿Percepción o realidad señora Merkel?

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