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IE: "Hay que tener claro que una educación de calidad es cara"

Las escuelas de negocio destacan en los rankings internacionales, que arrinconan a las facultades españolas.

Las escuelas de negocio destacan en los rankings internacionales, que arrinconan a las facultades españolas.

En los últimos años, la educación superior está viendo uno de los fenómenos más extraños en el complicado mundo educativo y laboral español. Por una parte, ninguna universidad nacional está entre las mejores 200 del mundo, según el Academic Ranking of World Universities (ARWU),la clasificación que elabora la Universidad Jiao Tong de Shanghai.

Sin embargo, coincidiendo con este aparente fracaso de las facultades españolas, las escuelas de negocio se han situado en los primeros puestos de todas las clasificaciones en la materia. Los MBA españoles (como el IE, el IESE o ESADE) compiten de igual a igual, desde hace muchos años, con las mejores instituciones del mundo. Es más, la presencia de tres de estas fantásticas escuelas en un país de tamaño mediano y no anglosajón es algo que sorprende. Sólo EEUU coloca más MBA entre los 25 primeros clasificados del ranking del Financial Times (el más conocido y prestigioso). Francia (dos), Reino Unido (uno), China (dos) o India (dos) miran con envidia hacia España, al menos en este aspecto.

Incluso, en una de las categorías más importantes, la denominada Careers (que mide el grado de mejora de un alumno en su carrera profesional antes y después de cursar un MBA) el trío hispano destaca sobremanera, colocándose en el segundo, tercer y cuarto lugar. Esto quiere decir que su conocimiento del mercado laboral, de lo que quieren las empresas y de lo que necesita el alumno es superior al de sus competidores en todo el mundo.

Precisamente, eso es justo lo que se denuncia a menudo en los medios que no logran hacer las universidades españolas: preparar a sus alumnos para el mercado laboral. Con todos estos datos, la pregunta es obvia: ¿Por qué de esta disparidad entre facultades y MBA?

Para responderla, Libre Mercado ha querido ir directamente a las fuentes: es decir, a las escuelas de negocio. Con esta entrevista, comienza una pequeña serie en la que los expertos de los MBA españoles responderán acerca de cómo ven ellos el pasado, presente y futuro de la universidad.

Antonio de Castro, IE

En este primer encuentro, nos responde Antonio de Castro, Director de Desarrollo Académico de IE University. Según la clasificación del Financial Times, el Instituto de Empresa (IE) es la octava mejor escuela de negocios del mundo. Tiene su sede en Madrid y ya ha graduado a lo largo de su historia a más de 40.000 alumnos de cien países diferentes.

¿Por qué las universidades españolas salen tan malparadas en las listas internacionales y las escuelas de negocio están en los primeros puestos?

Existe un problema de base: las universidades son víctimas de su propia condición: están sometidas, por un lado, a un sistema normativo muy rígido, incluso tras la adaptación al espacio europeo de educación superior. Los títulos en teoría son competencia de las universidades, pero en la realidad el margen de autonomía está muy limitado. Cosas rompedoras y originales son difíciles de hacer: el margen de innovación y la posibilidad de tener universidades diferentes están muy limitados.

La segunda cuestión hay que verla en el interior de las universidades: hay corporativismo, estructuras rígidas, etc... Las escuelas de negocio se han desarrollado al margen, al menos hasta que los master no han sido títulos oficiales. Han conseguido evitar las restricciones legales y los efectos del corporativismo.

Pero creo que ahora, con Bolonia, se va a marcar más de cerca a las escuelas de negocio.

Ahora, vamos a tener un marco legal que nos deja un margen limitado. Perjudicial no, pero limitador en la medida en que impone enseñanzas oficiales. Tal y como se ha planteado, la regulación me parece excesivamente intervencionista. Dicen que hay demasiados títulos (2.000 de grado y 3.000 de máster). Las propias autoridades, tanto a nivel administrativo como de las agencias de calidad, están limitando las nuevas titulaciones. Todo esto afecta al máster, que ofrece flexibilidad: es una enseñanza de un año o dos y puede responder a las demandas sociales, cambios,... en un momento de grandes cambios. Pero a las autoridades les parece que hay demasiados títulos.

¿Y qué otros problemas tienen los MBA en lo que respecta a la legislación?

Tenemos un problema fundamental: la internacionalización de MBA y universidades. Es una situación absolutamente limitativa. Aquí en España se entiende la internacionalización como hacer un Erasmus (incluso en el caso del profesorado). Pero hay que dar un paso más, la contratación de profesorado internacional: y aquí las limitaciones son fundamentales. No hay ningún profesor extranjero porque no pueden cumplir los requisitos oficiales. ¿Cómo nos afecta a nosotros? Yo traigo un Premio Nobel internacional a dar clases y, como punto de entrada, su nivel de estudios es equivalente al del estudiante... Tengo que pasar por ventanilla para que le homologuen su título de doctorado o de catedrático. Antes de lograrlo, a efectos legales, es como si tuviera a un becario español; tampoco va a estar acreditado por agencias de calidad españolas, tampoco para la investigación,... Ése es un problema enorme, la capacidad de esta persona está limitada por las homologaciones y acreditaciones. Frente a ello tenemos un profesorado absolutamente nacional, con algún programa de movilidad.

Y con los alumnos extranjeros, ¿también existen este tipo de dificultades?

Sí, también hay problemas de acceso para los alumnos internacionales en inmigración (visados, tramitación, etc...). Eso es una dificultad sobre todo para los nuevos grandes mercados (India, China, etc...) y también para las solicitudes de Sudamérica y Oriente Medio.

¿En qué medida influye el bajo precio de la universidad respecto a su calidad?

Ésa también es una cuestión importante: por un lado, no se puede aceptar que las condiciones económicas sean una condición de acceso. Pero tampoco puede haber un acceso ilimitado. Hay que corregirlo con un sistema de becas internas, pero también facilitando la financiación de los estudios, como existe en los países anglosajones. También hay que hacer una reflexión que puede ser malinterpretada: ¿tiene que estudiar todo el mundo o sólo aquellos con unos perfiles definidos? Socialmente puede dar lugar a una manipulación, pero en teoría es la lógica del sistema. Bolonia se basa en la proximidad del docente, pero con una matrícula de 600 alumnos por curso, eso se complica mucho. Como las universidades públicas dependen de financiación pública, en el momento en el que se cierra el grifo, las universidades se colapsan. En el Reino Unido, han visto reducirse en un 40% su financiación. Hay que tener claro que una educación de calidad es cara, y no por cuestiones de elitismo, sino por cuestiones de calidad de la educación, de las instalaciones y del profesorado. En la medida en que las carreras docentes son casi un funcionariado, se elimina la competitividad profesional y la falta de posibilidades de contratación que no se siguen la función pública.

¿Qué tipo de candidatos se acerca a su MBA? ¿Son diferentes los alumnos españoles respecto a sus compañeros de otros países?

Nosotros mantenemos que los candidatos deben adaptarse al perfil de ingreso y no al revés. Supone una selección rigurosa y hay gente que se queda fuera. Ése es el momento de garantizar el éxito del MBA y del alumno. El hecho de que puedes pagar la matrícula no significa que tu perfil se corresponde a la formación. El perfil está muy definido, por lo tanto, evitamos que candidatos que no lo reúnan accedan. En los españoles, en el nivel más junior, vemos una obsesión por la titulitis. Frente a la posibilidad de hacer un título oficial o propio, los internacionales son más indiferentes, la marca se impone al carácter oficial. Se explica por el fracaso del sistema universitario previo: la manera de reconducir una carrera universitaria con un título previo devaluado es si ese máster tiene prestigio y es oficial. Aunque en un curso académico es difícil solucionar las carencias previas.

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