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Invertir en bolsa es menos arriesgado que comprar pisos

Para seleccionar un piso nos informamos a fondo, mientras que para invertir en acciones la gente no se toma tantas molestias.

Quizás algo amortiguado por la que lleva cayendo desde 2008, el sentimiento de una elevada proporción de población es que la inversión en acciones es una opción arriesgada frente a la adquisición de pisos. Seguramente porque una proporción mucho mayor de gente ha tenido experiencias más negativas con la bolsa que con los inmuebles, el público se siente más cómodo invirtiendo en ladrillos que en acciones. Hasta el lenguaje que muchos utilizan marca esa distinción: "jugar en bolsa" frente a "comprar un piso".

Lo curioso del caso es que la inversión en acciones no es esencialmente más "arriesgada" que la compra de un piso. De hecho, puede serlo notablemente menos. Entonces, ¿por qué la mayoría de la gente suele acertar con los pisos mientras que la inversión en acciones arroja resultados más desiguales? A nuestro juicio, la respuesta hemos de buscarla en la forma en que unos y otras son seleccionados, comprados y vendidos.

Para seleccionar un piso, si no conocemos ya de primera mano la ciudad y el barrio donde nos proponemos hacer la adquisición, nos informamos a fondo: sus medios de transporte, los niveles de delincuencia, la dotación de infraestructuras como hospitales, colegios y guarderías, el precio medio por metro cuadrado que se está pagando en la zona, el porcentaje de ocupación de las viviendas o locales comerciales en alquiler si ése es el destino que pretendemos darle, etc. A continuación, visitamos docenas, si no centenares de opciones. Ahí no acaba la cosa. Si vemos algo que nos gusta, entramos en el regateo, nos cercioramos en el Registro de la Propiedad de la ausencia de cargas del vendedor, tratamos de averiguar hasta la clase de vecinos que pueden tocarnos.

¿Y si queremos vender un inmueble que ya poseemos? Lo primero, tratamos de no hacerlo en épocas de recesión o de mercado inmobiliario deprimido como el actual. También nos informamos bien del precio que se está pagando por residencias análogas. Aguantamos hasta que llegan las buenas ofertas...

Por qué la gente no se toma tantas molestias cuando se trata de acciones. Sobre cómo las selecciona alguna gente -la que suele salir más escaldada- casi mejor no hablar: una charla con el portero del vecindario, un chivatazo en un foro de internet; la elección de la que está más activa y recalentada en el mercado, la que tiene un gráfico interesante... Algunos no son capaces ni de decir a qué se dedica la empresa que acaban de comprar, otros nos cuentan que no tienen previsto aguantar las acciones más allá de una o dos semanas una vez consigan una ganancia moderada del ¡10 ó 15%! Existen hasta los que se mofan del inversor que acude a la Junta de accionistas y le echa un vistazo a las cuentas anuales de la compañía. Suelen ser los que entran en tropel, cuando más prohibitivo está el mercado, para luego capitular cuando las cosas se ponen feas.

Sin llegar a ese extremo, mucha es la gente que, tras comprar caro y presentarse caídas, aguanta sin vender y se recupera. Pero tampoco acaba de atreverse a comprar cuando los precios están por los suelos tras la fuerte caída de las cotizaciones. Cuánta gente conocemos que entró en época de vacas gordas y recién ahora empieza a recuperarse. Pero cuánto dinero no habrían ganado si hubiesen continuado con compras periódicas durante todo el periodo 2008-2009.

Para el pequeño inversor, y a diferencia de lo que sucede en la compra de un piso, en la bolsa sí es posible poner los huevos en distintas cestas y periodificar las compras para coger toda clase de mercados: planos, alcistas, bajistas, caros, baratos. En otras palabras, hablamos de las posibilidades de diversificación que ofrecen las acciones como forma de minimizar el riesgo de la inversión. Cierto es que este es un asunto que conviene ser bien matizado.

Cuántas veces no hemos escuchado este elemental principio de prudencia a la hora de invertir: "No hay que poner todos los huevos en la misma cesta". De esta manera, una cartera de inversión adecuadamente diversificada evita que uno o dos fracasos particulares puedan dañar significativamente todo nuestro patrimonio. Además, al suavizar el impacto que los vaivenes de empresas y sectores particulares tienen en nuestra cartera, acabamos obteniendo mayor liquidez. Es decir, si necesitamos desinvertir una parte de nuestro patrimonio por cualquier urgencia, tendremos más opciones de evitar malvender por necesidad aquellos de nuestros activos que en dicho momento estén infravalorados por el mercado.

Sin embargo, nos topamos con frecuencia con versiones encontradas como la del multimillonario magnate del acero Andrew Carnegie, que recomendaba, para hacerse rico, "poner todos los huevos en la misma cesta y luego vigilarla día y noche". Warren Buffett, sin llegar a tales extremos, también desaconseja la diversificación si lo que se pretende es obtener rentabilidades sobresalientes.

El argumento que subyace a quienes apuestan por esta estrategia lo podemos rescatar del mismo Buffett. Cuanto más diversificas, más te aproximas al promedio y el promedio no puede ser por definición sobresaliente. Así, suele decirse que quien utiliza esta forma de administrar el patrimonio que trata de diversificarse invirtiendo en todo y por todos lados acaba teniendo, más que una cartera de inversión, un Arca de Noé con una pareja de cada especie.

Se nos plantea, pues, la cuestión de cómo conjugar ambos principios. El maestro Ben Graham nos dio la solución. Se trataría de incorporar el principio de calidad al de diversificación. O, dicho de otro modo, de utilizar varias cestas, pero fijándonos bien en que las cestas sean robustas, de excelente material y estén muy bien vigiladas. Como decía Graham, diversificar en la lotería es ruinoso mientras que diversificar en la presumible excelencia es asegurar aún más la ganancia.

Un último apunte sobre el concepto de riesgo. Los autodenominados especialistas confunden riesgo con volatilidad (beta), pero riesgo no quiere decir volatilidad salvo para el caso de que usted sea un trader. Trader es aquél que crea volumen de negociación y se dedica a obtener a corto plazo la diferencia entre los precios ofrecidos y pedidos por los inversores a más largo plazo.

Pero al inversor lo que le preocupa es perder su dinero, no si la acción fluctúa mucho o poco de precio. Esta confusión de términos lleva a la paradoja de que si una acción se ha dado un castañazo y ha pasado de 50€ a 10€ en el último año, se considera en ese momento más arriesgada por su volatilidad que el año anterior, cuando pasó de 45€ a 50€ y tenía un precio notoriamente inflado. Tiempo habrá de tratar de esto en estas columnas.

De momento, quédese con unas cuantas ideas sencillas:

  • Trabaje con el "margen de seguridad" del que hablaba Benjamin Graham: compre por debajo del precio de valoración de la acción para cubrirse incluso si las cosas salen mal.
  • Fíjese mucho más en la evolución del negocio que en la evolución de la acción.
  • Invierta sólo el dinero que no vaya a necesitar a corto plazo para no verse forzado a vender en un momento inconveniente.
  • Si no quiere investigar mucho y sólo quiere beneficiarse de la revalorización media de la bolsa a largo plazo, periodifique sus compras para replicar bien las tendencias.
  • Y, sobre todo, sepa lo que compra y sepa lo que tiene. Pocos dueños de un piso venderían a mal precio porque se ha quebrado no sé qué soporte a corto plazo.

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