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Murcia, la maldición del ladrillo

La región creció más que nadie durante los años buenos y ahora paga los excesos inmobiliarios con una tasa de paro muy alta.

La murciana fue, durante la pasada década, la economía milagro. Desde finales de los años 90 hasta 2007 la región tuvo un crecimiento medio anual por encima del nacional. Fue la década prodigiosa de la economía murciana. En todos los ejercicios el PIB regional creció por encima de la media española. En 2001, por ejemplo, lo hizo por encima del 6%. Entre 2003 y 2006, el periodo álgido de la burbuja inmobiliaria, Murcia fue la segunda comunidad autónoma que más creció en términos de PIB (un 3,7% de media frente al 3,5% nacional). En 2006 se puso a la cabeza de España creciendo por encima del 4%.

El crecimiento económico vino acompañado de un no menos acusado crecimiento demográfico. Murcia ha ganado mucha población en los últimos quince años, cerca de medio millón de habitantes o, lo que es lo mismo, un incremento de un 25% mientras España en su conjunto experimentó en el mismo periodo un crecimiento demográfico del 15%. El aumento poblacional se ha ido comiendo el PIB per cápita, que permanece por debajo de la media española. Es el ejemplo inverso a lo que ha sucedido con otras comunidades como Asturias o el País Vasco, donde la población ha permanecido estable o, incluso, ha disminuido en los últimos tres lustros.

Un ascenso tan espectacular presagiaba lo peor en cuanto la burbuja inmobiliaria pinchó en el año 2008. Ese año la región sólo pudo crecer un raquítico 1,5%, al año siguiente se desplomó decreciendo un 3,4% y en 2010 tomó aire, aunque manteniéndose en números rojos con un decrecimiento del 0,3%.

Atrapados por la burbuja

La dependencia del sector inmobiliario era muy alta, y su colapso se ha dejado sentir con dureza en la región. Así, ha pasado de una tasa de desempleo del 7,5% en 2007 al 26,1% de la última Encuesta de Población Activa. En pocos lugares se ha generado tanto desempleo en tan poco tiempo con en la autonomía murciana.

Ante la crisis el Gobierno regional, presidido por el popular Ramón Luis Valcárcel, no ha escogido el mejor de los caminos para combatir la crisis. Desde el punto de vista económico Murcia es menos libre que hace tres años. En el informe publicado por la Fundación Civismo la región ha perdido libertad económica en prácticamente todos los apartados y hoy se sitúa en el duodécimo lugar en la clasificación de Libertad Económica (en 2008 estaba la séptima), sólo un puesto por encima de Asturias.

Las asignaturas pendientes de la economía murciana son, aparte del empleo, la fiscalidad –más elevada que en otras comunidades autónomas– y el elevado número de funcionarios regionales que tiene, lo que repercute en un elevado gasto público.

La primera de las maldiciones está íntimamente atada al ladrillo. El sector de la construcción, cuyo peso en el PIB regional llegó a ser extremadamente elevado durante la burbuja. Sólo en términos de empleo la construcción ocupaba cerca del 15% de toda la población activa. El parón inmobiliario ha condenado al paro a una parte importante de trabajadores más los que, indirectamente en otros sectores, vivían de los extraordinarios rendimientos de la construcción.

Demasiado gasto público

En pequeña escala a Murcia le sucede lo que a España en su conjunto. La región tiene que ingeniárselas para reubicar a todos los desempleados del sector de la construcción en otras actividades que sean demandadas. Eso, evidentemente, será muy difícil de conseguir si el Estado gasta más de lo debido, como es el caso de Murcia. En 2009 el 16,2% del PIB regional se lo gastaba a discreción la administración autonómica. En lugar de apretarse el cinturón, el ejecutivo autonómico ha disparado el gasto y hoy, en términos relativos, gasta más que Cataluña.

Parte del dinero público se va en pagar nóminas de funcionarios, casi 60.000 en toda la región, el 10,3% de la población ocupada, más los que trabajan para los ayuntamientos. Semejante tren de gasto no está permitiendo al Gobierno autonómico jugar con la fiscalidad para estimular la economía. Murcia no es una comunidad especialmente severa con los contribuyentes, pero tampoco es modélica como otras del estilo de la de Madrid, que ha rebajado todo lo que está en su mano los impuestos que dependen de la Ejecutivo autonómico. Se sitúa en el medio de la tabla junto a Cataluña, que no es precisamente un refugio fiscal.

En otros apartados la región presidida por Valcárcel tampoco puede presumir demasiado. En materia de vivienda, es una de las que cuenta con más viviendas de protección oficial, a pesar de tener un elevado parque de inmuebles vacíos. Murcia es la comunidad con más viviendas vacías de España, un 6,8% según un informe publicado el pasado mes de enero. Tasa que contrasta con el 2,3% de Navarra o el 1,3% de Madrid. Con casas vacías y precios en caída libre lo último que necesita Murcia son viviendas "sociales" que suponen una carga extra para las ya exhaustas arcas autonómicas.

No todo, sin embargo, es malo. Si en algo destaca Murcia es en la libertad de la que disfrutan sus comerciantes, los segundos más económicamente libres del país después de los madrileños. Las licencias específicas son menores y los horarios comerciales más amplios. Una nota de color sobre un panorama en el que predominan los grises.

De Collado a Valcárcel

Murcia es quizá el mejor ejemplo de inversión electoral absoluta. En las primeras autonómicas, celebradas en 1983, el PSOE obtuvo el 60% de los votos y el PP el 38%. Un cuarto de siglo después, en las de 2007, los números se habían invertido, el PP cosechó el 65% de los sufragios y el PSOE el 33%. En las elecciones del pasado domingo, el PP volvió a arrasar y obtuvo casi el 60% de los votos y 33 de los 45 escaños del parlamento regional.

Esto quiere decir que la región pasó de este modo de ser un feudo del PSOE a serlo del PP y, por de pronto, promete seguir siéndolo. El crecimiento del PIB ha venido acompañado de la mejora de expectativas para sus habitantes. Murcia, que solía ser emisora de emigrantes, es receptora desde hace muchos años. El futuro depende de que el Gobierno del Partido Popular sepa gestionar la crisis y tomar las medidas pertinentes para encarrilar de nuevo a la comunidad en la senda de la prosperidad.

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