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Domingo Soriano

Hayek vs Keynes: toma 1

Es difícil imaginar una mejor idea con la que mostrar la consistencia del argumentarlo liberal frente al fracasado keynesianismo que padecemos desde hace décadas.

Es difícil imaginar una mejor idea con la que mostrar la consistencia del argumentarlo liberal frente al fracasado keynesianismo que padecemos desde hace décadas.

¿Por qué el liberalismo comunica tan mal? Todos aquellos liberales que hemos escrito en medios de comunicación nos hemos hecho alguna vez esta misma pregunta. Estamos convencidos de la bondad de nuestras tesis y sin embargo nos vemos incapaces de romper la barrera que aparece entre nuestro mensaje y la opinión pública. Prácticamente no hay ningún partido verdaderamente liberal en el Gobierno de un país avanzado. Muy pocas televisiones, radios o periódicos verdaderamente liberales consiguen importantes audiencias. Y, tradicionalmente, los comunicadores de más éxito, los pensadores más citados o los políticos más carismáticos son inequívocamente intervencionistas.

Por ejemplo, tras cuatro años de recesión, la única idea que parece universalmente admitida es que fueron los excesos del mercado los que causaron la crisis. Casi nada se habla, fuera de unos pocos medios, del papel los bancos centrales en la creación de la burbuja crediticia. Se afirma con rotundidad que fue la falta de regulación la que permitió que el sector financiero campara a sus anchas, arrastrándonos al abismo, aunque es evidente que no hay ningún sector tan intervenido, ni con más leyes. Y aunque los Estados, desde EEUU hasta España, han gastado a manos llenas casi sin excepción desde 2007, con el baldío objetivo de relanzar la economía, se siguen reclamando más programas de gasto público que ayuden a poner en marcha la maquinaria.

Así, aunque todos los expertos coinciden en que la única receta posible para revitalizar el moribundo mercado laboral español es liberalizarlo (reducir el coste del despido, eliminar la imposición de los convenios colectivos, rebajar los costes salariales y las cotizaciones sociales), desde numerosas tribunas se han aplaudido las propuestas de los indignados de Sol, en las que piden un "salario mínimo de 1.200 euros", prohibir que los becarios estén en esta situación "más de un año" o "repartir el trabajo", con reducción de jornada y aplicación de las 35 horas semanales. Cuatro años de crisis, cinco millones de parados e incontables estudios no han podido con la fuerza de unos argumentos pueriles: "Si no hay trabajo para todos, repartámoslo" o "Todo el mundo se merece un salario digno".

En demasiadas ocasiones a los liberales nos da miedo enfangarnos en la lucha dialéctica. Nos parece tan evidente la superioridad de nuestras ideas que no creemos necesario defenderlas. O bien pensamos que se puede atacar un eslogan facilón y repetitivo con un exhaustivo estudio sobre el mercado laboral. Y claro, perdemos.

Sin embargo, no es una batalla en la que estemos derrotados de antemano, aunque tampoco es sencilla de ganar. Milton Friedman, Fredéric Bastiat, Ron Paul, Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Carlos Rodríguez Braun son ejemplos de épocas, países y ocupaciones muy diferentes. Pero todos ellos coinciden en algo: es posible llegar al gran público, convencerle y atraerle con el más puro argumentarlo liberal.

En los últimos meses han circulado por internet dos espectaculares vídeos en los que se enfrentan, a rapeado limpio, F. A Hayek y John M. Keynes. Los han realizado Russ Roberts (George Mason University) y John Papola (productor de televisión). Y es difícil imaginar una mejor idea con la que mostrar la consistencia del argumentarlo liberal frente al fracasado keynesianismo que padecemos desde hace décadas. No es sólo que estén hechos con calidad e imaginación, que la música enganche y que el estribillo sea pegadizo. Es que, además, son profundos y sugestivos desde el punto de vista intelectual.

En un momento determinado del vídeo, el personaje de Keynes recuerda una de sus más famosas citas: por mucho que los políticos se enorgullezcan de que son prácticos y que sólo atienden a los problemas reales, en realidad "son esclavos de la influencia de algún economista muerto". Tiene razón. Y en la actualidad es casi toda la sociedad la que es "esclava" de la influencia del propio Keynes.

Por eso son necesarios vídeos como éste. Youtube, Facebook o Twitter son excelentes herramientas de propaganda. Haríamos muy mal los liberales si las dejásemos en manos de los numerosos intervencionistas que pululan por la red. No es una tarea fácil, pero es necesario explicar cada día que, como asegura Hayek en la última frase de este fantástico videoclip, "la curiosa tarea del pensamiento económico es mostrarle a los hombres lo poco que saben en realidad de aquello que creen poder diseñar".

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