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La salida de euro vuelve a sobrevolar Grecia

"O acordamos un programa de duros sacrificios... o volvemos al dracma", según la comisaria de Pesca de la UE, Maria Damanaki.

El paso del tiempo ha ido confirmando los perores augurios respecto a Grecia. El rescate internacional del país acordado en 2010 ha fracasado, hasta el punto de que Bruselas contempla ya abiertamente que Atenas suspenda pagos. Por ello, a lo largo de las últimas semanas el debate político se está centrando en los posibles efectos que conllevaría la reestructuración (quita y espera) de la deuda helena, tanto a nivel nacional (insolvencia bancaria) como internacional (pérdidas para los bancos y el propio Banco Central Europeo).

De hecho, ya ni siquiera se descarta la posible salida del euro, con el consiguiente corralito financiero que ello implicaría, de ahí que Grecia esté sufriendo una huida masiva de capitales hacia plazas más seguras, como la suiza. La espita saltó hace apenas un par de semanas cuando se filtró a la prensa germana la celebración de una reunión secreta al más alto nivel de la UE en donde se discutirían los distintos escenarios de la quiebra griega, incluyendo la propia salida de la zona euro.

Pese a los desmentidos oficiales lanzados al respecto, sobre todo por parte del Gobierno de Atenas, ahora es una destacada política griega, que además forma parte de la Comisión Europea, la que vuelve a revivir esta dantesca salida. Maria Damanaki, comisaria de Pesca de la UE, señaló el miércoles lo siguiente: "Estoy obligada a hablar abiertamente. O acordamos un programa de duros sacrificios con nuestros prestamistas... o volvemos al dracma", según informó Athens News Agency.

Damanaki, nombrada por los socialistas en el poder, dijo que el mayor logro posguerra de Grecia, unirse al euro, estaba en riesgo y todo lo demás era secundario. Es decir, o Grecia se pliega a las nuevas condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea para seguir recibiendo ayuda exterior o Grecia suspenderá pagos de forma irremediable, con el consiguiente riesgo de regresar a su antigua moneda nacional, el dracma.

Atenas lleva días lanzando un SOS, tras admitir que si no recibe el nuevo tramo del rescate europeo en junio se verá obligado a declararse en suspensión de pagos, ya que sólo tiene dinero hasta julio. Sin embargo, las autoridades internacionales exigen nuevas medidas de austeridad para corregir sus insostenibles finanzas públicas.

Posible referéndum

Nuevos requisitos que ya han sido rechazados por los partidos de la oposición y que, además, han generado graves protestas multitudinarias en las calles. Atenas está, incluso, considerando la posibilidad de organizar un referéndum sobre las medidas de austeridad adicionales anunciadas esta semana tras la inexistencia de acuerdo con la oposición.

"Según las fuentes, (el primer ministro), George Papandreou, ha decidido poner sobre la mesa la posibilidad de un referéndum, ya que el consenso con el jefe del principal partido de oposición no es posible, a lo que se suman las objeciones muy fuertes a las nuevas medidas dentro del partido socialista", según el diario conservador Kathimerini.

Por su parte, el presidente de la Cámara de Industriales de Grecia (SEV), Dimitris Daskalópulos, propuso este semana un referendo para que la población opte entre las medidas de austeridad o "salir de la Unión Europea (UE) y quedarnos sin sus millones de ayudas".

"La opción hoy es muy clara", dijo Papandreou en la reunión del SEV: "O libramos la batalla hasta el fin para que Grecia continúe recibiendo ayuda externa [...] o tiramos las armas [...] y pasamos a la historia como los que llevamos al país al precipicio". De este modo, lo que hace unos días se negaba, la salida del euro, se empieza ahora a barajar de forma más o menos abierta.

Miedo a la quiebra

Y mientras este debate se intensifica en Grecia, en el exterior se temen los posibles efectos que conllevará su quiebra. Juergen Stark, miembro del consejo ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), dijo que los bancos griegos se enfrentarían a fuertes pérdidas de depósitos si el país tuviera que reestructurar su deuda pública.

En declaraciones en un encuentro organizado por los democristianos alemanes, Stark, que supervisa la división de economía del BCE, dijo que Grecia debe alcanzar un superávit primario -donde los impuestos y otros ingresos sean mayores que los gastos- y que recortar deuda mediante una reestructuración no resolvería los problemas de fondo. "Eso (una reestructuración) no sería barato. Deberíamos pensar un paso más adelante", advirtió.

El BCE sigue así rechazando de forma frontal la reestructuración de la deuda helena. Lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que, tal y como admite Stark, el default de Atenas llevaría a la quiebra a su banca. Pero lo que se guarda el consejero es que la insolvencia del sistema financiero griego arrastrará consigo al propio BCE.

No obstante, si Grecia suspende pagos, los bancos griegos -que acumulan en sus balances un gran volumen de deuda pública- sufrirán cuantiosas pérdidas y, prácticamente, quedarán descapitalizados (insolventes). ¿Quién rescatará entonces a la banca? El BCE no, según la actual normativa monetaria, ya que no podría aceptar como colateral (garantías de sus préstamos) los bonos helenos, como venía haciendo hasta ahora. Eso, siempre y cuando, no decida saltarse nuevamente las normas -como ya aconteció con la compra de deuda pública- y, por tanto, monetice de forma masiva cientos de miles de millones de euros en activos tóxicos, con todo lo que ello supone.

El BCE, un "gran banco malo"

Pero es que, al mismo tiempo, la situación se complica si se observa el balance del BCE. El banco central apenas cuenta con un capital de 10.760 millones de euros mientras que ha adquirido en el mercado secundario deuda pública helena por un valor próximo a los 47.000 millones de euros y ha prestado unos 90.000 millones a la banca griega, según datos del pasado abril. Es decir, la exposición total del BCE a Grecia supera los 130.000 millones de euros. De este modo, en caso de que tenga que asumir una quita (impago) sustancial, el impago consumiría por completo el capital del BCE. Dicho de otro modo, el banco central será insolvente, con lo que precisaría a su vez de un rescate por parte de los socios comunitarios.

El escenario es aún peor si se contempla la exposición total del BCE a los países más débiles: el organismo ha prestado cerca de 340.000 millones de euros a bancos y gobiernos de Portugal, Irlanda, Grecia y España. Y es que, estos créditos se han concedido a cambio de unos activos (colateral) cuya calidad es muy dudosa (deuda pública e hipotecaria en su mayor parte). El BCE se ha convertido en un "enorme banco malo", según denuncia el diario germano, según Der Spiegel.

Así, por ejemplo, el conocido economista irlandés Morgan Kelly alertaba lo siguiente en referencia al caso irlandés: "El BCE va a aprender una verdad económica básica: que si se prestan miles de millones de euros a bancos insolventes que, a su vez, están respaldados por un estado también insolvente, éste ya no es el acreedor... El dueño es usted".

¿Callejón sin salida?

Además, los expertos dudan de cómo el BCE podría deshacerse de estos activos tóxicos que acumula en su balance sin asestar un duro golpe al sistema financiero europeo. El BCE parece encontrarse en una situación sin salida en caso de que, finalmente, se produzca una quiebra soberana en el seno de la zona euro.

Quizás por ello, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, advierte este jueves de que reestructurar la deuda de Grecia, retrasando los plazos de devolución o aplicando quitas, es una operación de "alto riesgo" que podría tener consecuencias dramáticas similares a la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers en 2008. Schäuble lleva semanas barajando la posibilidad de una reestructuración, pero ahora parece temer las consecuencias. "Debemos ser más creativos en la UE", concluye, aunque sin concretar, de momento, alternativas.

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