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Juan Morote

La austeridad sociata

Ahora habrá que dar unas cuantas subvenciones a las entidades habituales para que corroboren el atropello que ha significado que hasta ahora los galenos hayan ignorado la existencia de diferencias de género entre el hígado macho y el hígado hembra.

La mayor parte de los españoles tiene asumido que nos hallamos ante una situación que impone la adopción de medidas de regulación del gasto, entendiendo por tal aquellas que conduzcan indefectiblemente a su reducción. Quienes en los primeros años de este siglo nos desgañitamos diciendo que la espiral de crecimiento del gasto público sería desastrosa, y que la adopción de medidas liberalizadoras de la economía era urgente para evitar lo peor, desgraciadamente teníamos razón. Tras las recientes elecciones autonómicas y municipales, los contribuyentes –porque en España los ciudadanos somos fundamentalmente contribuyentes– ansiamos que de una vez se ponga coto al despilfarro gubernamental y se adopten parámetros de gestión pública basados en la necesidad y en la eficiencia.

Me produce estupor contemplar la situación andaluza. Siempre creí que la tradicional izquierda, so capa de amalgama de jornaleros altivos frente a los caciquiles señoritos, se rebelaba contra el despilfarro de unos pocos frente a la carencia casi completa por parte de otros. Así, la opulencia indecente de los ricos escandalizaba a la digna pobreza de los demás. Sobre este tópico, falso como todos, se construye la historia de la izquierda en Andalucía. Hasta aquí, la verdad es que no hay nada nuevo. Lo llamativo parte de la actitud del moribundo Gobierno de la Junta. En un momento en que no hay dinero para pagar a proveedores, donde las prestaciones del sistema sanitario se hallan pendientes de su redimensionamiento, donde el ingente gasto en educación es el menos eficiente del mundo occidental, donde entre otras muchas graves disfunciones el paro juvenil alcanza niveles astronómicos y el número de desempleados que no perciben prestación alguna supera los trescientos mil andaluces, la presidenta del Instituto Andaluz de la Mujer ha descubierto que el gran problema de la Bética es la falta de perspectiva de género en una medicina tradicionalmente antropocéntrica. Qué descansada se ha quedado. ¡Áteme usted esa mosca por el rabo!

Tamaño descubrimiento de esta clarividente sociata no va a quedar aquí. Ahora habrá que dar unas cuantas subvenciones a las entidades habituales para que corroboren el atropello que ha significado que hasta ahora los galenos hayan ignorado la existencia de diferencias de género entre el hígado macho y el hígado hembra. A lo mejor va a haber que plantearse un sistema de trasplantes diferenciados. Cabrá incluso plantearse si los órganos de los homosexuales también son susceptibles de tratamiento propio. Y mientras todo este despropósito toma carta de naturaleza, los andaluces más desfavorecidos ven cómo los nuevos señoritos despilfarran el dinero... y en cambio ellos siguen careciendo de casi todo.

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