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GEES

Cuarto rescate y elecciones

España debería aprender a vivir en los límites del tratado europeo, sin recurrir a la venta de soberanía en forma de bonos.

España no hizo reformas. Esto dificulta su recurso a acreedores extranjeros. Como el Gobierno no quiere hacer esas modificaciones y debe cumplir con la reducción del déficit anual ante la UE, dejar funcionar al mercado equivale a convocar elecciones.

La última entrega del rescate de 110.000 millones de 2010 a Grecia pende de un hilo: la exigencia del FMI de que, para poner su parte, el país ayudado tenga financiación a un año vista. Esta, a su vez, exige un nuevo rescate, el cuarto, de factura similar. Los alemanes, que mandan, exigen para entregarlo la asunción de parte de las pérdidas por los acreedores privados mediante una espera. El BCE, a los efectos, un funcionario dependiente de quien manda y que sería uno de los acreedores perdedores porque fue obligado a comprar bonos griegos en contra del tratado, se opone.
 
Yacen así muertos, junto a los restos sangrantes de la casi totalidad del masacrado título VIII del Tratado de funcionamiento de la UE, los principios fundamentales de la ortodoxia económica y del sentido común.

La otra damnificada es la democracia. La mayor parte de los países occidentales financian sus presupuestos públicos a medias entre sus contribuyentes y la deuda suscrita fundamentalmente por acreedores extranjeros. Ya no son los votantes los que eligen, en ejercicio de la soberanía nacional lo que hace su país, sino ellos y los acreedores. Cuando estos miran para invertir a la ortodoxia financiera y jurídica alemana, vista como el último respaldo a la moneda única, la soberanía se transfiere automáticamente a Berlín. Esto, como decía aquél sobre la carga de la brigada ligera, es magnífico, pero no es democracia.

Un cuarto rescate condicionado daría más crédito a Grecia dificultando que las instituciones financieras sigan comprando deuda de países necesitados.

Para emprenderlo sin generar decisiones en cadena derivadas de una quiebra propiamente dicha hay que dar con el fraude de ley lo suficientemente ingenioso como para que parezca otra cosa. De ahí la discrepancia entre que los tenedores privados de deuda griega asuman la quita obligatoria o "voluntariamente". Lo de perder dinero voluntariamente es, claro, una broma.

Es probable que Alemania, y quienes se avergüenzan de defender la ortodoxia y no quieren ser señalados, como Holanda, permitan que las cosas sigan su curso: que los acreedores privados, renegocien, si quieren, sus créditos con Grecia. Esto implica que haga lo que crea oportuno para recuperarse, incluyendo volver al dracma para devaluar.

En cuanto a España, debería aprender a vivir en los límites del tratado europeo, sin recurrir a la venta de soberanía en forma de bonos. Recortes de tal calibre y un plan de recuperación serían inviables con este Gobierno.

Se impondría así la democracia liberal –su Estado de Derecho y su economía capitalista– frente a la voluntad de algunos políticos interesados en dirigir –infame pecado– la distribución del crédito en atención a criterios políticos. Por eso, la izquierda se opone.

En Libre Mercado

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