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Emilio J. González

Las cuentas de la sanidad pública

Creo que ya va siendo hora de que los políticos se mentalicen de una vez por todas de que el dinero del Estado es de todos, que sale del esfuerzo de todos y que, por tanto, tienen que administrarlo con responsabilidad y celo.

Dice el Gobierno que la autonomías necesitan 8.000 millones de euros adicionales para cuadrar las cuentas de la sanidad pública y, como no cabía esperar menos si se tiene en cuenta que los sistemas regionales de salud más deficitarios son el catalán y el andaluz, el Ejecutivo se halla presto a acudir en su socorro con esa cantidad, que no sé de dónde la va a sacar si no es a costa de incumplir los planes de reducción del déficit presupuestario. Y el PP, para no ser menos estando como estamos a pocos meses de unas elecciones generales, dice que con esa cantidad no hay ni para empezar: se necesitan 15.000 millones de euros. Y digo yo, con todo el dinero que manejan ya los gobiernos regionales, ¿por qué hay que darles todavía más para sufragar este servicio público?

A un servidor le parece que estando como estamos inmersos en una grave crisis fiscal, toda la clase política y todas las administraciones de este país deberían embarcarse en un ejercicio de redefinición de prioridades del gasto público con una restricción de partida: que los ingresos tributarios ya no van a ser, ni de lejos, lo que eran. Si consideran prioritario que la sanidad siga siendo un servicio público, que las administraciones encargadas de su gestión retiren recursos de otras partidas de menor importancia, que en los presupuestos autonómicos las hay a miles. Y si no quieren transitar por esa senda, tienen otras varias opciones a su alcance. Pueden, por ejemplo, introducir el copago para financiar esos mayores gastos y, sobre todo, para acabar con la demanda gratuita e infinita de estos servicios; pueden privatizar la gestión del servicio y limitarse a garantizar la universalidad y la calidad del mismo; o, incluso, pueden subir impuestos para seguir derrochando como lo están derrochando; lo cual, por cierto les obligaría a dar muchas explicaciones a los ciudadanos acerca de qué hacen con los dineros del contribuyente y a arriesgarse a las protestas de éstos. Vamos, que posibilidades las hay. Entonces, ¿por qué esa insistencia en más recursos para la sanidad sin detraerlos de otros capítulos de gasto, del todo punto innecesarios?

Creo que ya va siendo hora de que los políticos se mentalicen de una vez por todas de que el dinero del Estado es de todos, que sale del esfuerzo de todos y que, por tanto, tienen que administrarlo con responsabilidad y celo. Esos recursos no se ponen a su disposición para que hagan literalmente lo que quieran con ellos, sino para satisfacer unas demandas sociales, acertadas o no, de servicios públicos. Todo lo demás no son más que caprichos o sistemas de clientelismo político a costa del bolsillo de los ciudadanos, con los que hay que acabar de una vez por todas. Por ello, me niego a que se dé más dinero para financiar la sanidad. Quien lo necesite o lo quiera, que recorte otros gastos para compensar.

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