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Ignacio Moncada

Huida hacia adelante

Los políticos, tanto en Estados Unidos como en Europa, siguen creyendo que sus problemas se pueden solucionar llegando a acuerdos como los de elevar el tope de deuda o aprobar un nuevo mecanismo de salvamento.

Puede parecer que la crisis de la deuda es una enfermedad que devora las economías de Occidente. Pero no es así. La deuda no es la enfermedad, sino el síntoma. La enfermedad es la idea de que para salir de la crisis lo que había que hacer era gastar todo el dinero público posible, sin importar en qué. El trastorno, en definitiva, ha sido el keynesianismo, obsesión asumida por la mayor parte de los gobiernos de Occidente. Ahora da lástima recordar aquellos programas de despilfarro masivo que se justificaban diciendo: "es lo que hace todo el mundo". Y todo el mundo, desde Estados Unidos a Europa, incubó un nocivo problema de deuda pública.

Estados Unidos, en sus años de lucidez, decidió fijar un tope legal de deuda pública. Se determinó una cantidad que no se debía superar porque de hacerlo podría suponer un punto de difícil retorno. Un punto a partir del cual se pide dinero prestado, no para invertir, sino para cumplir con pagos cotidianos. Las estimaciones son que a ese límite se va a llegar en menos de una semana. Tales han sido, medidos en términos de despilfarro, los Gobiernos consecutivos de Bush y Obama. Los políticos americanos, hoy reunidos para acordar un patadón hacia arriba a dicho límite, parecen no ser conscientes de que el problema de fondo no es el tope legal, sino su traducción financiera. A saber, que están pidiendo prestado para pagar gastos corrientes como nóminas, pensiones y sanidad. Lo que siempre se ha llamado una huida hacia adelante.

Europa, si cabe, está aún peor. Esas oleadas masivas de gasto público en época de recesión se han traducido, como no podía ser de otra manera, en una situación financiera insostenible. Todas las semanas se tienen que reunir los líderes europeos para acordar un nuevo rescate. Es una forma elegante de decir que se coge el dinero de los ciudadanos, principalmente de los que ha estado mejor gestionados, y se les da a los políticos manirrotos, los que han llevado al borde del precipicio a sus respectivas naciones. La última noticia es que se va a aprobar un nuevo rescate a Grecia con "participación del sector privado". Traducción: que las entidades que prestaron, ingenuos, dinero a Grecia, se van a encontrar con una conversión de sus bonos que suponen una pérdida del 30% del valor de la inversión. Es decir, un impago en toda regla.

Los políticos, tanto en Estados Unidos como en Europa, siguen creyendo que sus problemas se pueden solucionar llegando a acuerdos como los de elevar el tope de deuda o aprobar un nuevo mecanismo de salvamento. Pero no son más que una huida hacia adelante. La única manera de salir de esta ratonera es como se hace en los hogares o en los comercios: no gastando más de lo que puede uno permitirse. Tal vez, cuando no estemos gobernados por tipos que han vivido siempre en la burbuja política, sino por gente del mundo real, por alguien de la calle, estos problemas serán mucho más fáciles de solucionar. Y es que los ciudadanos de a pie tienen mucho más claros los conceptos que las élites que nos gobiernan.

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