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El Gobierno pierde el timón de la economía y Rubalcaba propone ceder soberanía

Aislado internacionalmente, la semana negra en los mercados ha dejado en evidencia un Gobierno impotente, que tendrá muy difícil resistir hasta el 20-N.

Lejos de poner fin a la agonía, el anuncio de Zapatero, el pasado de viernes, de que convocará elecciones para el 20 de noviembre, ha traído la peor semana en los mercados financieros del año. El Ibex se ha desplomado perdiendo un 10 por ciento de su valor en tan sólo cuatro días y la prima de riesgo ha superado los 400 puntos básicos, traspasando la línea roja que delimita la entrada de un país en la zona de rescate.

En el plano político se ha visto a un Gobierno paralizado, sin la menor capacidad de reacción. La imagen de Zapatero con su viaje de ida y vuelta a Doñana, retrasando primero, cancelando después sus vacaciones, agazapado en La Moncola sin dar la cara ante la opinión pública, es el retrato mismo de la impotencia, de un dirigente superado por los acontecimientos. En estos días se ha visto con especial nitidez el aislamiento internacional del gobierno, que ha sido incapaz de articular una respuesta contundente de la Unión Europea, con los principales líderes desaparecidos. No ha sido hasta el miércoles, por el miedo al efecto contagio y la situación de Italia, cuando Durao Barroso y la Comisión Europea han reaccionado. En cualquier caso, no han existido contactos de Zapatero con Angela Merkel, Nicolas Sarkozy o nadie que tenga poder real decisión en el seno de la Unión Monetaria.

De cara al interior, la sensación de incapacidad ha sido la misma. Además de su ir y venir a Doñana, Zapatero no ha ofrecido más respuesta que un gabinete de crisis improvisado, formado por solo tres ministros –Salgado, Jáuregui y Blanco– y sus dos principales asesores, del que no salía ninguna decisión que pudiese interpretarse como un mensaje de calma y confianza a la ciudadanía y, por ende, a los mercados. Al término de la reunión, convocada 48 horas después del inicio de la crisis, la vicepresidenta económica comparecía ante los medios después de dos días de silencio oficial. Salgado se limitaba a calificar la situación de "preocupante, pero no gravísima", sin concretar nada más allá de la convocatoria de un consejo de ministros extraordinario, convocado el 27 de agosto, a más de 20 días vista.

Con el Gobierno neutralizado, tuvo que ser Mariano Rajoy quien en una comparecencia más propia de un presidente que de un jefe de la oposición, lanzase un mensaje de confianza en la solvencia de la economía española. Fue el líder del PP, al que Zapatero había llamado para informarle de la situación, quien tuvo que decir que el presidente del Gobierno "decía la verdad en esta ocasión", por miedo a que las consecuencias de la crisis de la deuda fuesen aún peores para nuestra economía. También el Rey se mostró preocupado e instó a los políticos a "hacer piña" y dejarse de "batallitas". Lo que podría interpretarse como una llamada a un gobierno de concentración, poco verosímil con una campaña electoral a las puertas. El escenario que sí empieza a cobrar cierta fuerza es el de un adelanto inmediato de las elecciones. Si los mercados no dan un respiro a la deuda española, la presión se incrementará para que Zapatero disuelva las Cortes y las elecciones se celebren a finales de septiembre o principios de octubre, como muy tarde. En el PP ya no descartan esta posibilidad.

Y en medio de esta crisis, el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, omnipresente en los medios hasta hace tres días, ha pasado a un discreto segundo plano. Lo único que ha dicho es que él cedería "sin duda" más "soberanía" económica a la UE. Una propuesta que lleva implícita el reconocimiento de la incapacidad para hacer frente a una crisis de deuda que, pese a ser previsible, ha dejado una vez más al Gobierno socialista fuera de juego.

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