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¿Qué ocurrirá si los griegos votan No?

La decisión del Gobierno heleno de someter a las urnas el acuerdo de la Cumbre del euro genera incertidumbre sobre el futuro de la moneda única.

Los ciudadanos griegos acudirán a las urnas en las próximas semanas para votar si aceptan o no las condiciones del segundo plan de rescate pactado por los líderes de la Eurozona en la Cumbre de la semana pasada. El anuncio lo realizó este lunes su primer ministro, Yorgos Papandreu, que aseguró que "el pueblo debe decidir si aprueba o no el acuerdo", y afirmó que "si no lo acepta, entonces no se aplicará".

La noticia ha desatado el pánico en los mercados europeos. Los inversores temen que sea un nuevo aplazamiento en la interminable crisis europea. Después de dos años de caos en torno a la deuda pública de los países periféricos, el pacto alcanzado en Bruselas la semana pasada parecía que podía dar una cierta estabilidad pese a su falta de concreción. Al menos, aparentaba ser un primer paso en la resolución de problema. Sin embargo, tras el anuncio de Papandreu, ha vuelto la incertidumbre. Ya nada es seguro y la solución podría volver a retrasarse de nuevo. La cuenta atrás para la Eurozona vuelve a estar en marcha. El problema es que nadie sabe cuándo el contador llegará a cero y todo estallará.

¿Por qué un referéndum ahora?

La razón es exclusivamente de política interna griega. Los medios del resto de la UE hemos destacado en los últimos días las implicaciones que tendrá el rescate fuera de las fronteras helenas: quita del 50% para sus acreedores (sobre todo bancos) y un nuevo paquete de rescate de unos 130.000 millones de euros. Evidentemente, los socios de Atenas no han aprobado esto sin exigir contrapartidas al Gobierno griego. Si el país quiere beneficiarse de esta tabla de salvación tendrá que acometer un durísimo plan de ajuste, que implicará fuertes recortes del gasto público, el fin de privilegios para muchos grupos de presión, atrasar la edad de jubilación, etc...

Desde hace dos años, Europa ha estado dando dinero a Grecia a cambio de promesas de reformas. El pacto podría enunciarse como: "Yo te doy dinero para que no quiebres, a cambio tú haces los cambios necesarios para volver a crecer y poder pagarme ese dinero en el futuro". Sin embargo, pese a su desesperada situación, Atenas ha venido incumpliendo uno a uno todos sus compromisos. Hace menos de un mes, se supo que el objetivo de déficit para este año tampoco se alcanzaría.

Por eso, los líderes del resto de la Eurozona han decidido tomar cartas en el asunto. El nuevo plan es más estricto e incorpora una especie de protectorado sobre Grecia. Un equipo de inspectores de la UE y el FMI trabajará día a día en Atenas para asegurarse de que el Ejecutivo heleno toma las medidas a las que se ha comprometido. Ante esta nueva exigencia, Papandreu ha tomado la decisión de convocar el referéndum. Es lógico: aplicar lo aprobado en Bruselas tendrá un alto coste político que el primer ministro no quiere afrontar.

¿Cuándo? ¿Cómo?

Evidentemente, la convocatoria del referéndum ha desatado la incertidumbre en los mercados. El plan aprobado en Bruselas no estaba totalmente definido, pero era un primer paso. Pero ahora se sabe que incluso eso está en el alero. Para empezar, no se sabe siquiera cuándo tendrá lugar la votación, ni el resultado que saldrá de las urnas. Ahora mismo, las encuestas dicen que el 60% de los griegos está en contra del paquete de rescate.

Para que un referéndum tenga validez, la ley griega exige que haya una participación mínima del 40% o del 50% en el caso de que se refiera a una ley ya aprobada en el Parlamento. Ni siquiera se sabe cuál de estas dos opciones será la elegida por Papandreu.

¿Qué pasa si gana el NO?

Esta es una opción que abriría un agujero de incalculables consecuencias bajo los pies de los políticos europeos. Para empezar, se suspendería lo pactado en Bruselas. No fue fácil alcanzar ese acuerdo de mínimos. De hecho, durante meses se estuvo retrasando la decisión definitiva porque no había una posición común. Ahora, cuando por fin parecía que se vislumbraba una solución (incluso aunque se piense que ésta no es buena o podría ser mejorable), vuelven las dudas sobre si se llevará a cabo.

Básicamente, las consecuencias de un NO en el referéndum serían tres:

  • Por un lado, Grecia tendría que quebrar. La quita del 50% que han aceptado sus acreedores ya es en cierto sentido una bancarrota. Pero sin el apoyo de la UE, el Estado griego incurriría en un default completo. A esto, evidentemente seguiría el cierre completo de los mercados financieros para Atenas que no podría pedir dinero y tendría que conformarse con lo que recaudase para pagar los servicios públicos.
  • Además, una votación en este sentido supondría la salida de Grecia del euro. Es inimaginable que Atenas rechace las condiciones europeas y pueda seguir en la moneda única. Pero que sea inimaginable no quiere decir que los políticos europeos no sean capaces de encontrar una solución de compromiso que les salve la cara a todos por unas semanas más.
  • Pero claro, si el país deja el euro, tendría que crear una nueva moneda, que se desplomaría de valor de inmediato. La fuga de capitales sería espectacular. Los ahorradores griegos, con su dinero en euros, tratarían de sacar sus fondos del país. Seguramente el Gobierno tendría que imponer una especie de corralito para evitarlo. Habría una devaluación brutal que reduciría la riqueza de los ciudadanos helenos de un día para otro. Por ejemplo: a alguien que tuviera 10.000 euros se le entregarían 10.000 nuevos dracmas; dos días después, el nuevo dracma podría valer un 20-30% de su valor original, por lo que ese hipotético ahorrador se quedaría con un 70-80% menos de patrimonio.

¿A quién beneficia?

Con este panorama, se hace difícil explicar a quién beneficia que salga un NO en el referéndum y por qué los griegos responden así en las encuestas. El problema es que no es tan fácil de explicar que las medidas de ajuste son necesarias. Para el Gobierno, no aceptar el plan de rescate es casi lo más cómodo. No tendría que hacer reformas. Con un nuevo dracma devaluado podría hacer frente mucho más fácilmente a sus pagos.

Además, podría mantener la ineficiente estructura laboral y los subsidios y subvenciones a los tradicionales grupos de presión (sindicatos, trabajadores públicos, sectores profesionales privilegiados, etc...). Sería un paso atrás del país, pero podría venderse a la opinión pública como la recuperación de la soberanía nacional.

También los exportadores podrían beneficiarse en cierto sentido de la medida: en vez de hacer un ajuste en salarios o competitividad (como exigen los expertos), la pérdida de valor de la nueva moneda les haría más baratos de un día para otro, con lo que podrían volver a algunos mercados que han perdido en los últimos años. En realidad, éste sería el único aspecto mínimamente positivo de la cuestión, aunque no sería la panacea: la falta de productividad se mantendría y las empresas helenas que tienen proveedores en el extranjero se verían muy perjudicadas.

La consecuencia más grave es que los ahorradores griegos y los propietarios verían cómo su trabajo de muchos años se pierde de un día para otro por culpa de sus políticos y de grupos interesados. El país saldría de los mercados internacionales y no sería fácil que volviera. No hay nada que el mercado castigue más que la falta de respeto por la propiedad privada y los compromisos adquiridos.

¿Órdago de Papandreu?

Ésta es la pregunta que se hacen muchos desde ayer. El Gobierno alemán ya ha expresado su disgusto por el anuncio. Desde Bruselas y desde el resto de las capitales europeas puede pensarse que lo único que busca Papandreu es realizar un chantaje con el que rebajar las condiciones del rescate.

Uno de los líderes de la coalición del Gobierno de Angela Merkel, Rainer Bruederle, ha sido uno de los primeros en mostrar su enfado. "Esto me suena como si alguien estuviera tratando de escapar de lo que se acordó", ha lamentado el que fuera durante dos años ministro de Economía antes de liderar el Partido Liberal Democrático (FDP).

La táctica de Atenas sería algo así como: "O mejoráis lo pactado la semana pasada, o abro una crisis en toda Europa de la que nadie sabe cómo saldremos". Es una apuesta muy arriesgada, porque si el resto de los socios de la UE aceptan el órdago y dejan caer a Grecia, todos se verán enfrentados a unos meses muy difíciles; pero, sin duda, la situación más preocupante será para los ciudadanos griegos.

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