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Emilio J. González

Emisiones bajo sospecha

El Departamento de Elena Salgado había dicho que las necesidades de financiación del Estado para este año estaban cubiertas desde hace tiempo. Entonces, ¿por qué lanzar nuevas emisiones de deuda en medio de la tormenta?

El último episodio de tensión en los mercados con la deuda pública española es un ejemplo más de hasta qué punto este Gobierno es un completo irresponsable, del daño que está haciendo a la economía española hasta el último momento y de por qué debe marcharse a su casa lo antes posible. La semana pasada resurgieron las presiones sobre la deuda europea, como consecuencia del deterioro de las perspectivas de crecimiento económico para la Unión Europea, en general, y para España, en particular. En medio de estas turbulencias, a nuestro Ministerio de Economía no se le ocurrió nada mejor que lanzar nuevas emisiones de deuda, una de letras del Tesoro a doce y dieciocho meses y otra de bonos a diez años, pagando por las primeras un tipo de interés superior al 5%, y por los segundos el 7%.

Todo este asunto resulta muy extraño. De entrada, el Departamento de Elena Salgado había dicho que las necesidades de financiación del Estado para este año estaban cubiertas desde hace tiempo. Entonces, si las cosas son así, ¿por qué lanzar nuevas emisiones de deuda en medio de la tormenta? Lo lógico hubiera sido esperar a que las turbulencias amainaran y las aguas volvieran a su cauce, antes de meter más papel en el mercado. De hecho, no hubiera pasado nada porque el Tesoro incumpliese su calendario de emisiones, tal y como están las cosas. Sin embargo, al poner más títulos en circulación en medio de la que está cayendo, el Gobierno ha dado la sensación de que el Estado se encuentra muy necesitado de liquidez, lo que no se corresponde con el mensaje de que las necesidades de financiación ya estaban cubiertas. Y, como es lógico, los mercados se pusieron nerviosos.

Segunda cuestión: el jueves, el Tesoro emitió bonos a diez años por los que tuvo que pagar un interés del 7% en el mercado primario, esto es, en el de la colocación de los títulos, cuando en el mercado secundario los bonos españoles a ese mismo plazo estaban cotizando a un tipo de interés del 6,7%. ¿Extraño, verdad? Quien comprase ese bono y a ese precio al Tesoro lo podía vender, inmediatamente, en el mercado secundario, a mejor precio, con lo que el incentivo de los inversores para arrancar al Tesoro un tipo de interés más alto –un precio más bajo– estaba servido. Y el Tesoro cayó en el juego. ¿Por qué?

Todo esto ha transmitido la sensación de que la economía española está peor de lo que está, que se encuentra al borde de la quiebra cuando la situación, aunque difícil, aún está dentro de lo manejable. ¿Qué perseguía el Gobierno con ello? ¿Ponerle al PP más palos en la rueda? ¿O es que nos ha vuelto a engañar y resulta que las cosas distan mucho de estar como dice que están y el Estado todavía necesita financiación? Que se vayan ya, por favor.

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