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José T. Raga

... Y dale con los eurobonos

Les tengo que ser muy sincero: cuanto más insiste el presidente de la Comisión en la conveniencia de los eurobonos, más inquieto me siento como español y como europeo.

Se ha convertido en el tema más recurrente de entre los que circulan por Bruselas. Una y otra vez, los burócratas de aquel lugar, es decir, la Comisión Europea, plantean la cuestión del endeudamiento de la Unión Monetaria como la panacea para todos los problemas que aquejan a los países de la Unión con dificultades. Países que cada vez son más en número y acumulan entre ellos problemas de mayor calibre comprometiendo cuantías cada vez mayores.

Siguiendo con su estrategia, de nuevo el señor Barroso acaba de poner sobre el tapete y, en este caso, también en la Agenda de la próxima Cumbre, la conveniencia de que la Unión Europea emita eurobonos para atender a las necesidades financieras que se planteen a los países del euro. Yo les tengo que ser muy sincero: cuanto más insiste el presidente de la Comisión en la conveniencia de los eurobonos, más inquieto me siento como español y como europeo.

El porqué de mi inquietud no puede ser más simple. La experiencia demuestra que cuando a un poder ejecutivo se le autoriza a que se endeude, con causa o sin ella, se pone manos a la obra y desarrolla la tarea con prontitud y con intensidad. La Comisión Europea no debe emitir títulos de Deuda (Bonos), porque ella no debe ser origen de necesidades financieras.

Financiar las necesidades originadas en los países miembros será una cuestión, en primer lugar, de los propios países que gastaron por encima de sus recursos disponibles; es la forma más primigenia de frenar las alegrías de los pródigos, incapaces de controlar la tendencia al gasto público excesivo, o al riesgo incontrolado en el sector privado.

Reconocida por los respectivos países su impotencia para autofinanciarse, deberán buscar en los mercados los recursos necesarios y, si en ellos tampoco los encontraran, y caso de que la Unión Europea se sintiera comprometida a ofrecer una solución, debería ser la autoridad monetaria de la Unión la que acudiera en su auxilio, bien a través de un fondo de rescate (el EFSF, fondo de rescate europeo) o bien a través de la monetización directa de la deuda, y ello con límites claros para cumplir su estricta misión de garantizar la estabilidad de los precios.

La Comisión cuando habla de eurobonos se sitúa en un mundo idílico con máxima disciplina. ¿No se ha enterado el señor Barroso que el gran problema de Europa es la falta de disciplina, sobre todo de algunos?

¿Se imaginan ustedes el escenario? A todos los gobiernos que hoy tienen capacidad para endeudarse, habría que añadir el de la Unión Europea. O sea que tendríamos, además de las deudas no tituladas, bonos patrióticos de las Comunidades Autónomas, bonos menos patrióticos del Estado español y bonos ínfimamente patrióticos de la Unión Europea; eso sí, estos últimos, garantizados por los países capaces de garantizar, pero que dejarán de serlo cuando se abuse, que se abusará, de estos instrumentos.

¡Menudo invento!

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