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EDITORIAL

España no está para hacer puentes

Se da la circunstancia de que nuestro país es de los que cuentan con un más bajo índice de productividad, por lo que la costumbre de hacer puentes laborales nos perjudica más que lo haría a otros países con rendimientos productivos más elevados.

Los "puentes" laborales son una costumbre inveterada que en España seguimos observando, a pesar de que las circunstancias actuales de nuestra economía exigen el máximo rigor en términos de productividad. Lo normal en otros países consiste en trasladar al inicio o el fin de la semana todas las festividades excepto fechas señaladas como Año Nuevo, Navidad o el día de la Fiesta Nacional, armonizando de esta manera el derecho al descanso de los trabajadores con los requerimientos de una economía avanzada, que no puede quedar paralizada por el simple hecho de que dos o más fiestas coincidan en un corto periodo de tiempo.

El calendario laboral español ha querido que esta semana se celebren dos fiestas en días alternos, circunstancia más que propicia para que una parte de los empleados, públicos y privados, hagan uso de esa prerrogativa de nuestra tradición extendiendo los días de ocio a toda la semana laboral. Su coste para la economía nacional se calcula en 1.200 millones de euros, pues no sólo se trata de las horas de trabajo perdidas por los que deciden tomarse una semana entera de vacaciones, sino también del efecto colateral que se produce en todo el sistema productivo dadas las fuertes conexiones típicas de las economías desarrolladas.

Se da la circunstancia, además, de que nuestro país es de los que cuentan con un más bajo índice de productividad, por lo que la costumbre de hacer puentes laborales nos perjudica más que lo haría a otros países con rendimientos productivos más elevados. Si en otros lugares tienen especial cuidado de no promover una molicie innecesaria acumulando días festivos por circunstancias del calendario, muchos más motivos tiene nuestra España, cuyas dificultades para salir de la crisis están siendo también mayores que las economías desarrolladas de nuestro entorno.

La situación de crisis que atravesamos debería servir para revisar ciertos usos decimonónicos sin razón de ser en un país moderno. Todos deberíamos ser conscientes de este hecho en aras de mejorar nuestra competitividad, aunque no es seguro de que nuestros sindicatos, tan decimonónicos como ciertas costumbres laborales, estén por la labor. 

En Libre Mercado

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