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Planes de pensiones por Navidad

La legislación española sobre planes de pensiones está lejos de ser muy ventajosa, pese a lo que se publicita.

Coincidiendo con el fin de año, se multiplica la publicidad recordándonos que se nos acaba el plazo para beneficiarnos de las desgravaciones por realizar nuevas aportaciones a planes de pensiones. De forma frenética, a lo largo del último mes de cada año, los bancos nos ofrecen sus planes de pensiones estrella e incluso nos aseguran importantes bonificaciones por traspasar los ya existentes a su entidad. Se trata, pues, de una época inmejorable para reflexionar sobre el tema y proporcionar algunas pistas a nuestros queridos lectores.

Planes de pensiones: público, privado

Fundamentalmente, en España, los planes de pensiones están configurados para complementar a las pensiones públicas. El objetivo es que el beneficiario forme un capital creciente a lo largo de su vida laboral que sólo podrá recuperar cuando se jubile o cuando se den una serie de excepciones (invalidez, desempleo sin derecho a prestaciones, dependencia severa, fallecimiento...). El contrato que firmamos con un banco o una sociedad gestora es lo que se denomina propiamente plan de pensiones. Los fondos de pensiones son los patrimonios creados con el objetivo de dar contenido a los planes de pensiones. Viene a ser el pool donde caen todas las aportaciones de los partícipes de esa sociedad que gestiona nuestro plan.

A diferencia de las pensiones públicas, los planes de pensiones ni son obligatorios ni, por supuesto, se fundamentan en un sistema de reparto. Aunque es de sobra conocido por la mayoría, conviene recordar que un sistema de reparto es aquel en el que se destinan las cotizaciones sociales de la población empleada a cubrir las pensiones públicas de aquellos que ya están jubilados. De esta manera, se está constituyendo un esquema de carácter piramidal en el que cada vez se precisa de una base de cotizantes mayor para poder hacer mínimamente viable el sistema. Que el sistema público de pensiones sea de reparto hace, por tanto, que el componente demográfico de creciente natalidad o inmigración sea capital. De ahí que entre muchas personas jóvenes o de mediana edad se escuche con frecuencia: "Cuando lleguemos a la edad de retirarnos, habrá saltado por los aires el sistema público de pensiones tal y como lo conocemos. Además, tendremos que jubilarnos bien cumplidos los 70". Y es que se necesitan al menos a tres personas cotizando para pagar la pensión media de un jubilado.

Los planes de pensiones privados, en cambio, están basados en un sistema de capitalización. El elemento clave en este caso no reside tanto en la demografía (si lo hace, es de manera más indirecta) como en una adecuada inversión del capital, la limitación del índice de miseria, constituido por la suma de inflación e impuestos, y un largo tiempo de maduración.

No todos los gestores de fondos de pensiones pueden jactarse de obtener iguales resultados. Hay fondos que crecen más rápido que otros; al mismo tiempo, los hay que pierden o no ganan lo suficiente, ya sea por la mala marcha de los negocios en que se ha invertido, ya por la impenitente (y muy democrática –entiéndase la ironía-) inflación, que se come una buena parte de las ganancias nominales.

Real money e inversión exitosa

En todo caso, la cantidad de capital gestionada por los fondos de pensiones es ingente. En 2008 se estimaba que el total de activos gestionados en planes de pensiones en todo el mundo ascendía a la astronómica cifra de 24 billones de dólares. Constituye la mayor parte del que se conoce como real money, especialmente, en países como Estados Unidos. Se corresponde con lo que despectivamente algunos llaman aquí "los mercados".

Mucha ha sido la polémica suscitada con la gestión del real money desde que estallara la crisis subprime. En las carteras de estos fondos, la renta variable había ido adquiriendo paulatinamente un mayor peso mayor con relación a la fija como reflejo de la filosofía de inversión que gestores como David Swensen habían puesto en práctica con enorme éxito en el endowment de Harvard. El problema, al llegar la crisis, fue doble. Por un lado, la falta de liquidez de algunas de las inversiones, como por ejemplo todo lo vinculado con private equity. Por otro lado, la sobrevaloración relativa de los activos, puesto que se ignoraron algunos principios esenciales del asset allocation, creando una sobredemanda de instrumentos más arriesgados y a más largo plazo, cuya contrapartida no siempre estaba dispuesta a tolerar tales niveles de riesgo y espera.

La clave, como siempre cuando hablamos de gestores de inversión, es que éstos sean capaces, honrados y, sobre todo, tengan buenos paradigmas de inversión. Téngase en cuenta que algunos de los desafortunados gestores de fondos de los que acabamos de hablar (no estamos hablando en particular de David Swensen, del que tenemos un alto concepto) muy a menudo se mueven por "modas" y carecen del rigor analítico suficiente para entender los riesgos de invertir en según qué activos y momentos de acuerdo con los dictados de la coyuntura económica.

Así, junto a un adecuado paradigma para valorar inversiones y evaluar la coyuntura, el factor de mayor importancia sería que los planes de pensiones y fondos asociados respondan a las necesidades de asset allocation de los ahorradores: crecimiento para los más jóvenes (más osados y con más tiempo para hacer madurar inversiones más arriesgadas), preservación del capital para los maduros (invirtiendo en productos con que se supere la inflación y alguna rentabilidad no muy exagerada), rentabilidad y liquidez para los retirados a través de títulos de renta fija y acciones muy sólidas, estables y con alto dividendo.

El acicate de la fiscalidad en los planes de pensiones

Los sistemas privados, en casi todas partes, reciben algún incentivo fiscal para impulsar su penetración en el mercado. De ahí que sea finales de año, cuando vence el devengo del impuesto sobre la renta que habremos de liquidar al año siguiente, cuando se nos persiga con mil y un productos de este tipo. Sin embargo, hay que aclarar que en realidad la legislación española está lejos de ser demasiado ventajosa pese a lo que se publicita. En no pocas ocasiones, puede ser incluso perjudicial. Fundamentamos esta afirmación a grandes rasgos por las siguientes dos claves:

  • Tipo marginal actual de nuestra tributación frente a tipo marginal esperado al retirarse
  • Años de distancia de la jubilación

En términos generales, cuanto más alto sea nuestro tipo marginal actual y más jóvenes seamos, más interesante resulta realizar aportaciones, dado que el importe de la reducción fiscal es mayor y el capital total tiene posibilidad de capitalizarse durante más tiempo.

Pasados los 45-50 años, seguramente puede dejar de interesar seguir realizando aportaciones si no estamos en el tramo máximo de tributación. Y es que, en el momento de rescate, las plusvalías no tributarán al tipo del ahorro sino al tipo marginal correspondiente a nuestra base regular, que seguramente será más alto al sumar ésta la pensión, más la cantidad rescatada, más cualesquiera otros ingresos no derivados del ahorro.

Añadido a lo anterior, al incrementar la base en el momento de la retirada, se hace muy gravoso retirar todo el principal de una vez, algo que nos puede convenir si queremos hacer algún gasto significativo, como por ejemplo pagar estudios avanzados de hijos o nietos o comprar una renta vitalicia.

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