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Visto bueno a SouthStream

El interés ruso por el proyecto Southstream responde a una estrategia clara: diversificar los caminos de entrada del gas a la Unión Europea, donde vende el 80% del gas que exporta.

El pasado 28 de diciembre, tras una reunión entre el ministro turco de Energía, Taner Yildiz, y el director ejecutivo de Gazprom, Alexei Miller, Turquía dio luz verde a la construcción del gasoducto Southstream a través de sus aguas en el Mar Negro. El acuerdo final sobre la construcción de esta nueva línea gasística había venido retrasándose sistemáticamente, presuntamente por parte turca, con el propósito de conseguir mejores precios en la compra de gas ruso. Recordemos que Turquía es uno de los mayores clientes de gas ruso, siendo el quinto consumidor en Europa con casi 40.000 millones de metros cúbicos en 2010.

El interés ruso por el proyecto Southstream responde a una estrategia clara: diversificar los caminos de entrada del gas a la Unión Europea, donde vende el 80% del gas que exporta. Por otra parte, los países europeos dependientes de su gas también consideran esta alternativa positivamente, para reducir los riesgos estratégicos que plantea el tránsito por ciertas exrepúblicas soviéticas. El 25% del gas consumido en la Unión Europea proviene de Rusia y, hasta hace unos meses, la totalidad de ese gas entraba en Europa mediante el gasoducto Yamal que atraviesa Bielorrusia; o por los gasoductos Brotherhood y Soyuz que atraviesan Ucrania. Estas repúblicas disfrutan de unos precios especiales en la compra de gas ruso, pero están en un permanente tira y afloja con Moscú debido a las renegociaciones en los precios del mismo. Se cree que Gazprom ha reservado del orden de 10.000 millones de euros en sus planes de inversión para el período 2012-2014, poniendo de manifiesto la especial relevancia de este proyecto para el Gobierno ruso.

Lo que ha venido sucediendo históricamente es que, ante escenarios de negociación duros, tanto Bielorrusia como Ucrania cortaban el paso de gas a la Unión Europea como medida de presión ante Moscú. Esto suponía escasez y restricciones de gas en numerosos países europeos con posiciones energéticas delicadas. Esta capacidad de ambas exrepúblicas soviéticas, sin embargo, se redujo considerablemente hace unos meses cuando se inauguró la primera fase del gasoducto Nordstream, que conecta los campos de gas rusos directamente con Alemania a través del mar Báltico. Y ahora, cuando se completen las dos fases del proyecto, será capaz de transportar 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, casi el 30% de las exportaciones rusas.

El proyecto Southstream, cuando sea operativo allá por 2015, tendrá una capacidad de 63.000 millones de metros cúbicos anuales y será la "puntilla" para las exrepúblicas soviéticas en su capacidad negociadora ante Moscú. Gazprom posee el 50% del proyecto, la italiana ENI el 20%, la francesa EDF un 15% y la alemana Wintershall otro 15%. Rusia gana, pero este proyecto no reduce la dependencia energética de la Unión Europea con respecto a Moscú: si bien se trae por otro camino, el dueño del gas sigue siendo el mismo. Y es que desde un punto de vista estratégico, la Unión Europea debería tener especial interés en el gasoducto Nabucco, que traerá gas desde el otro lado del Mar Caspio, reduciendo nuestra dependencia de Rusia. También deberían potenciarse otros caminos de entrada en la Unión Europea, o bien a través de Italia mediante los gasoductos Transmed, Greenstream y Galsi, o bien a través de España mediante los gasoductos del Magreb y Medgaz. Nuevamente España se encuentra ante una gran oportunidad para hacer de intermediario en Europa del gas proveniente del norte de África. Para ello es imperativo mejorar nuestras conexiones gasistas con Francia y, por tanto, un enorme esfuerzo negociador con el gobierno de Sarkozy.

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