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EDITORIAL

El dinosaurio sigue ahí, pero España no puede esperarle

El revés en Andalucía puede inducir al Gobierno, por un corto cálculo, a moderar su programa de reformas. El riesgo se agudizará si los sindicatos salen airosos de la huelga general. Cambiar de rumbo es un error que España no puede permitirse

Todos los gatos son pardos en las noches electorales, pero lo ilusorio y lo verdadero se separan a la mañana siguiente y el vano júbilo de los brindis deja paso a lo único real, que es la resaca. La alegría en el balcón de la sede sevillana del PP, donde el candidato Javier Arenas salió a celebrar un "triunfo histórico" en las Elecciones andaluzas del pasado domingo, junto a los ministros Fátima Báñez y Cristóbal Montoro, tenía algo de fingido. Las palabras de la señora Dolores de Cospedal, con el énfasis festivo habitual de los portavoces políticos en las veladas electorales, llevaba la marca inconfundible de la sonrisa congelada. A la mañana siguiente, cuando el presidente Rajoy despertó, el dinosaurio socialista seguía ahí.

El revés en Andalucía puede inducir al Gobierno, por un corto cálculo político, a reducir el ritmo y la profundidad de su programa de reformas económicas. El riesgo de que el señor Rajoy responda, degradando la reforma laboral para contentar a los sindicatos, o relajando las medidas contra el déficit de las Comunidades Autónomas para calmar a las regiones díscolas como Andalucía, evidentemente, está ahí. Y se agudizará si los sindicatos salen airosos de la huelga general del próximo jueves, algo que dependerá, no tanto del seguimiento real de la huelga, sino de la violencia que ejerzan los piquetes y de la narración que finalmente se imponga de la jornada. La actitud de la ministra de Fomento al cubrir de elogios a los dirigentes sindicales por "conceder" al conjunto de los españoles unos servicios públicos mínimos durante la huelga no presagia, precisamente, claridad y firmeza. En vez de descontar la manipulación que harán los sindicatos y la izquierda, con la colaboración inestimable de una televisión pública aún sometida a sus comisarios políticos, el Gobierno sigue empeñado en reconocer y apuntalar, mediante tóxicos gestos como el de la ministra Ana Pastor, la legitimidad de los sindicatos para intervenir en las leyes. 

Si el nuevo frente popular que forman sindicatos, PSOE e IU consigue que la gente asocie los resultados del pasado domingo en Andalucía al malestar por la reforma laboral y la subida de impuestos, y logra convertir la huelga general del próximo jueves en una representación, a escala nacional, de la épica de la resistencia a la "marea de la derecha", con la que, de manera engañosa, se han adornado los resultados de las Elecciones andaluzas, hay razones para pensar que el Gobierno se dejará contaminar por esa atmósfera turbia y modulará sus programa reformista.

Libertad Digital hace suyo el juicio de los expertos a los que este diario ha consultado sobre la encrucijada de la política económica después de las Elecciones andaluzas. Coinciden en recomendar al Gobierno que mantenga el rumbo y siga adelante con las leyes y medidas para flexibilizar el mercado de trabajo, reducir el déficit público, liberalizar sectores y realizar una efectiva unidad de mercado frente a las barreras autonómicas.

El presidente Rajoy se equivocaría si cambiara de meta y virase hacia la prioridad de una paz social con los sindicatos y con las Autonomías díscolas, a cualquier precio. Sería un error, no solo porque ni siquiera está en su mano una decisión así, con una Unión Europea que nos envía observadores para verificar que nuestro país cumple con sus compromisos. Sería un error cambiar ahora de rumbo porque, si el señor Rajoy quiere aguantar toda la legislatura y ganar las siguientes elecciones, es crucial que España sortee la amenaza de la intervención y vuelva, cuanto antes, a la senda del crecimiento. Anque solo sea por un cálculo electoral, al que los políticos son tan aficionados, el señor Rajoy debería saber que las reformas que ya ha emprendido son, a medio y largo plazo, su mejor baza para desactivar a un frente izquierdista que lo apostará todo al clima de revuelta en la calle y hará del cuanto peor, mejor su único lema.

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