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Cristina Losada

Más solos que la una

Hay mucho pirata en el océano, alguno lleva incluso bandera respetable, y todos están al acecho, ahora mismo, por si pueden sacar tajada del gran robo a la petrolera española.

Ante las reacciones al expolio de YPF, tengo la impresión de que el Rey no es el único español que está en Babia. Un ministro proclamó que Argentina se había pegado un tiro en el pie, y es opinión extendida que el atropello tendrá por consecuencia la de espantar al inversor extranjero. Sí, bien, vale, eso sería lo suyo, pero creer que los inversores todos, y el mercado en general, por no hablar de las naciones, castigarán tan manifiesta violación de la propiedad, me parece un acto de fe y un wishful thinking. Tal vez si la Kirchner expropiase a todas las empresas españolas, se asustara seriamente el dinero; por eso no lo hará. Permítaseme el escepticismo. Hay mucho pirata en el océano, alguno lleva incluso bandera respetable, y todos están al acecho, ahora mismo, para sacar tajada del gran robo a la petrolera española. Ése es el mundo real.

En ese mundo y no en el otro, Argentina le ha metido un tiro a una gran empresa española. Y, por extensión, a España. Las multinacionales son menos apátridas de lo que parece. Sus principales actividades, su sede central, sus altos directivos, suelen tener un perfil nacional, además, claro, de los impuestos. Así, la señora Fernández y sus asesores, que son peronistas, pero no imbéciles, han saqueado a los socios españoles y han tenido buen cuidado de no tocarles un pelo a los estadounidenses. En una hábil maniobra, la viuda anunció la expropiación después de reunirse con Obama y, así, la tibia, tirando a gélida, respuesta de Washington hizo pensar que la Casa Blanca daba su plácet. El bandolero no tiene por qué ser tonto.

Yo esperaré, bien sentada, las durísimas represalias de Bruselas. La Unión Europea no deja de ser una asociación de Estados, y los Estados no tienen amigos ni enemigos, sólo intereses. Se tomarán su tiempo para estudiarlo: para sopesar qué interés es el que más les interesa. Vamos a estar más solos que la una. Y, ¿qué hará el Gobierno? Se le previene contra reacciones nacionalistas; no debería responder a una vulneración con otra; se discute que haya de involucrarse en asuntos de una empresa privada. Todo muy correcto, para un mundo sin naciones y sin piratas. No hace falta que agitemos banderas; de todas formas, nunca lo hacemos. Tampoco hay que enviar una flota ni romper con nuestros primos de Buenos Aires. Pero si queremos ser la única nación que no hace nada en circunstancias semejantes –todas defienden a sus multinacionales, valga la paradoja–, adelante, vayamos a por ese título.  

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