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Tres cifras diferentes que explican la crisis española

El país sigue en las posiciones de cola en competitividad, mentalidad empresarial y apertura al exterior.

Prima de riesgo, crecimiento del PIB, tasa de paro, deuda total, balanza comercial, productividad, déficit público,... Hasta hace unos años, muchos de estos indicadores eran desconocidos para la mayoría de los españoles. Ahora, quien más quien menos, casi todo el mundo los maneja con cierta soltura, como si fuera un experto.

Sin embargo, muchas veces las claves de las grandes tendencias residen en cifras mucho menos conocidas, que a primera vista pueden parecer casi anecdóticas. La pasada semana, la escuela de negocios suiza IMD, una de las más prestigiosas del mundo, presentó los resultados de su Ránking de Competitividad Global. Éste es un reconocido estudio, que clasifica a los países en función de "la capacidad de las naciones para crear y mantener un entorno que posibilite la competitividad de las empresas". Este año, además, complementa su análisis con dos encuestas acerca de las "actitudes y valores" de los habitantes del mundo desarrollado".

Y el resultado no puede ser más descorazonador: España está en los puestos de cola de las tres tablas, ni nuestras leyes ni nuestra mentalidad parecen estar en una buena situación para salir de la crisis. Quizás esto no aparezca en las mediciones del PIB o del desempleo o del coste de la deuda, pero es posible que sea la verdadera razón subyacente a esta crisis que ya dura cinco años y no tiene un fin claro a la vista.

Lo que hace a un país rico es su capacidad para generar bienes o servicios que los demás quieran comprar, ya sea por su calidad o porque son más baratos que los de sus competidores. Las empresas se mueven en un entorno institucional, social y cultural. El problema de España es precisamente ése, que tiene pocas empresas, un enorme aparato estatal, una baja productividad, unas leyes poco favorables a la iniciativa individual y una actitud social poco amigable para el emprendedor.

Malas leyes

El Ranking de IMD es uno de los más completos que existen en el mundo en su campo. Utiliza 300 criterios distintos, divididos en 20 grandes epígrafes, para medir lo que para ellos es la "competitividad" de las primeras 59 economías del mundo. El primer puesto lo ocupa Hong Kong, con 100 puntos y a partir de ahí, el resto se clasifican en función de la diferencia de puntuación con el país asiático. De esta manera, EEUU es el segundo, Suiza el tercero y Venezuela el último.

Ranking IMD 2012

Lo que mide el índice es fundamentalmente el entorno regulatorio de un país. Básicamente analiza cómo de fácil es hacer negocios: inversión, precios, finanzas públicas, legislación laboral, productividad,... Pues bien, España está en el puesto 39 de los 59 países analizados, por detrás de Turquía, México o Lituania, con 61,1 puntos.

Por comparar, Suecia, Alemania, Holanda, Luxemburgo o Finlandia, todos ellos países de la Eurozona, tienen más de 80 puntos; mientras, Argentina, por ejemplo, tiene 48 puntos. Esto quiere decir que en la clasificación total, estamos más cerca del país de Cristina Kirchner (13 puntos) que del de Angela Merkel (28 puntos).

Clasificación España

Ni reformas, ni apertura al exterior

Junto al Ránking de Competitividad, IMD publicaba otras dos clasificaciones quizás más preocupantes. Hacen referencia a una encuesta realizada este año en los 59 países sobre actitudes y valores.

En el primer caso se preguntaba acerca de la "necesidad de reformas económicas y sociales". En este caso, España está en el ¡puesto 53! Sólo la República Checa, Eslovenia, Argentina, Bulgaria, Venezuela y Francia tienen una peor actitud ante los cambios. A pesar de la crisis, los españoles no quieren que nada se mueva. Parece ser que les gustaría mantener el actual status. Por comparación, Grecia, Portugal o Italia están mucho más dispuestos, según esta encuesta, a probar cosas nuevas.

El segundo estudio es acerca de la "actitud hacia la globalización". En este caso, España mejora, pero no mucho, y ocupa el puesto 43. De nuevo, los países peor clasificados son los menos abiertos, mientras que los más ricos también son los que presentan una sociedad más dispuesta al intercambio económico con el resto del mundo. Y Francia, de nuevo, ocupa el último lugar.

El resumen que puede sacarse del estudio de las tres tablas es realmente preocupante. España tiene un marco legislativo mediocre en lo que hace referencia a las empresas. Su normativa no destaca en ningún campo relacionado con la iniciativa privada y la creación de riqueza. Y, además, cuando se pregunta a sus ciudadanos, estos se muestran refractarios a los cambios y rechazan la globalización (es decir, la competencia con otros países). Nada de esto saldrá en el próximo informe de Contabilidad Nacional, ni en las estadísticas de Eurostat, ni en los documentos del FMI... pero quizás sea mucho más fácil explicar lo que ocurre con estos tres gráficos que con todos los datos que cada día ocupan los titulares de los medios.

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