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Emilio Campmany

Patriotas de hojalata

El Gobierno pone al Banco de España, de España, no de la Cochinchina, bajo tutela para que sean extranjeros quienes digan lo que pueden o no pueden hacer los bancos españoles y a todos les importa un pito.

En el memorando de entendimiento que hemos firmado con la Unión Europea, a cambio de que aflojen la mosca con la que rescatar a las dichosas cajas, nos hemos comprometido a que el Ministerio de Economía ceda determinadas competencias al Banco de España. ¿Y qué tiene eso de malo? En principio, nada. Lo malo viene después. Tras haber inflado las facultades al Banco de España, nuestro órgano supervisor queda bajo la tutela del Banco Central Europeo, la Comisión, la Autoridad Bancaria Europea y el Fondo Monetario Internacional. Puedo entender que el ministro de Economía crea que no hay otra salida que someterse a tal humillación por ser alguien que, por naturaleza, tiende a medirlo todo en términos cuantitativos y a olvidar lo cualitativo. Pero que el presidente, el resto del Gobierno, la oposición, el Banco de España, su gobernador, sus funcionarios, a los que el memorando pone a caldo, no sé si con justicia, y el resto de españoles pasemos por eso sin decir ni pío es algo más que decepcionante.

Juega la selección española de fútbol y aparecen banderas españolas hasta en San Sebastián. Y, sin embargo, el Gobierno pone al Banco de España, de España, no de la Cochinchina, bajo tutela para que sean extranjeros quienes digan lo que pueden o no pueden hacer los bancos españoles y a todos les importa un pito. Paradigmática fue la sesión del miércoles, donde Rajoy piadosamente no dijo una palabra del asunto. Pero lo terrible fue que, salvo error u omisión, nadie de la oposición, incluida Rosa Díez, le afeó la conducta por hacer tal entrega de soberanía a cambio de sólo vil metal. Un dinero que encima se destinará casi en exclusiva a salvar a Bankia, ese monstruo creado por políticos del PP y del PSOE. Eso sí, nos hartamos de oír quejas de la subida del IVA, de lo mucho que se recorta e incluso Cayo Lara se permitió amenazar con incitar a los ciudadanos a la violencia si Rajoy no vuelve a ese paraíso de la izquierda que podríamos llamar el déficit de dos dígitos. Y Rajoy fardando de rojo por haber nacionalizado un banco mientras preside un gobierno de derechas. Pero que el Banco de España pase a estar a las órdenes de extranjeros no le importa al parecer a nadie.

Cuando en el Consejo de finales de junio se acordó establecer un órgano europeo supervisor de toda la banca de la eurozona creí, ingenuo de mí, que los bancos franceses, alemanes e italianos estarían tan sometidos como los españoles. Quizá algún día lo estén, pero de momento los que van a quedar bajo la bota europea van a ser sólo los nuestros. ¿Se imaginan a Hollande poniendo al Banco de Francia bajo la autoridad del BCE? Pero sobre todo, ¿se imaginan a los franceses consintiéndolo? Ya no somos españoles. Quizá hace tiempo que dejamos de serlo. Ahora seremos alemanes de segunda. O de tercera, si nos dejan. Y tan frescos, oye.

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