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El Gobierno advierte de que "estaremos peor antes de empezar a mejorar"

La estrategia es clara: "ofensiva" diplomática hasta que "ocurra algo". El objetivo sigue siendo el BCE. Guindos logra el respaldo de Hollande. 

La estrategia es clara: "ofensiva" diplomática hasta que "ocurra algo". El objetivo sigue siendo el BCE. Guindos logra el respaldo de Hollande. 

El Gobierno se dice a sí mismo que "algo va a ocurrir" para atajar, al menos a corto plazo hasta que las reformas emprendidas empiecen a surtir efecto, la brutal crisis de deuda que asfixia al país. "En los próximos días habrá algo", repiten en los círculos oficiales. "Al final se acabará moviendo el BCE, seguro". Deseo o realidad, lo cierto es que el presidente ya no busca sobrevivir a agosto "sino llegar a él", en voz de un ministro próximo. Y tan sólo esta frase demuestra la extrema gravedad de la situación.

Oficialmente se admite que la financiación de las administraciones en este contexto se hace imposible y el colapso cada día está más cerca. Los más optimistas dicen que, aunque con dificultades, el Estado aún podría conseguir capital hasta final de año, pero que el escenario tendría que ser menos volatilidad. "Algo tiene que pasar", se insiste. "Es imposible mantenerse" con una prima de riesgo por encima de los 600 puntos y el bono a diez años superando el 7% -rozando, incluso, el 8%-, y los días se suceden.

Lo que sí cambió fue la respuesta del Gobierno, que salió del caparazón para recuperar los mensajes de confianza y transmitir tranquilidad y normalidad política. Así, desde hacía mucho, Mariano Rajoy pasó el martes toda una jornada parlamentaria en el Congreso; primero en el pleno, después despachando largo rato con Duran Lleida y finalmente en la zona restringida de Gobierno. Mientras, sus ministros hacían pasillo: "Vivimos una depresión, no solo económica sino también social. Y por eso hay que decir bien alto que hay esperanza y que España es un país fuerte, emprendedor y con futuro", se envalentonó un responsable económico.

El Gobierno dice que hay "milagros" de los que hacer bandera en tiempos de crisis, y que confirman este diagnóstico. Desde el buen dato del turismo de junio -José Manuel Soria llamó a los españoles que disfruten en territorio nacional de las vacaciones, a pesar de las desavenencias- a la fortaleza de las exportaciones pasando por la inflación.

Pero basta escarbar un poco para sacar a relucir los miedos. Y existen muchos. Tanto que el Ejecutivo advierte de que aún no estamos al borde del precipicio; que esto no es el Apocalipsis: "Estaremos aún peor antes de empezar a mejorar y esto los ciudadanos tienen que saberlo y tenerlo claro", afirmó un ministro muy próximo al presidente. Varios cargos populares le hicieron de coro: "Leyendo determinadas cosas parece que las tiendas no van a abrir y no vamos a poder sacar dinero de los cajeros. Hay que tener mesura".

La estrategia elegida por Rajoy para salvar los muebles -esto es, para evitar el denominado rescate total- es clara: diplomacia económica a todos lo niveles. Las Oficinas de Exteriores y Económica no tienen un respiro: Washington, Berlín, París, Bruselas, Roma... En este sentido, admiten el "tropiezo sin parangón" del Ministerio de Exteriores, que publicó una nota en la que se decía que España, Francia e Italia se unían para exigir "la inmediata ejecución de los acuerdos del último Consejo Europeo".

Efectivamente, en la reunión que Iñigo Méndez de Vigo -secretario de Estado para la UE- tuvo con sus homólogos así se lo transmitieron. Pero exclusivamente en privado, no para hacerlo público. El embrollo fue de tal envergadura que los implicados desautorizaron el escrito y, oficiosamente, Moncloa habló de "sonrojo". Luis de Guindos remendó el tropiezo con un despacho en la capital francesa con su homólogo. "Por mucho que Alemania nos esté poniendo palos en la rueda no podemos hablar de frentes. El objetivo es el euro, de lo que hablamos es de salvar el euro. Si cae España, cae Italia y entonces no habrá más Europa", simplifican desde el Ejecutivo. Ésa es la gran baza de Rajoy, que sigue explotando en sus contactos internacionales y que centrará la cita que mantendrá, el dos de agosto, con Mario Monti en Madrid

Al hilo, el Gobierno dijo de forma más clara en las horas previas que "no habrá rescate". Se escuchó en voz de varios ministros, que pronunciaron en conversación informal la palabra prohibida. "¿Rescate? España no puede ser rescatada", se dijo. A micrófono abierto, Alfonso Alonso -con línea directa con Moncloa- utilizó precisamente ese argumento. Un agorero añadió: "No sabrían como hacerlo. Antes rescatan otra vez a Portugal que a Andalucía. Ya no hablo del país, hablo en exclusiva de Andalucía".

Lo cierto es que las comunidades siguen siendo una preocupación cardinal. Cada vez que se habla de rescate para una de ellas los mercados se resienten. Valencia, Murcia, Cataluña... Hacienda reconoce que la lista seguirá creciendo, pero que tendrán que cumplir. Decisiva es la cita el lunes de Rajoy con los barones del PP, en la que les llamará al orden.

El presidente, con voz resquebrajada el lunes y visiblemente cansado desde hace días, se mostró más recuperado en su visita a las Cortes. Su equipo gubernamental pareció coger aire, conversando con periodistas o entre ellos mismos, esbozando sonrisas. Pero el panorama es negro. El Gobierno, pase lo que pase, asegura que seguirá cumpliendo su parte del trato, el de la reformas; este miércoles, Soraya Sáenz de Santamaría reunió a la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios para preparar las medidas que serán anunciadas el viernes. 

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