Dejemos sencillamente que la interacción social no manipulada por el Estado determine quiénes absorben las pérdidas de la crisis y no queramos imponer a los demás nuestras subjetivas y sesgadas percepciones de culpabilidad.
Nuestro modelo de Estado del Bienestar tal y como lo conocemos ahora ha muerto. De nada sirve entristecerse. Enterrémoslo y démosle sepultura, pero no perdamos más tiempo con él porque nunca volverá.