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Las claves del programa económico de Mitt Romney

Entre otras medidas, plantea convertir el sistema fiscal estadounidense en un modelo territorial similar el exitoso ejemplo de Hong Kong y Singapur.

Stephen Moore presentó hace algunos días en el Wall Street Journal un manifiesto al que se sumaron más de 400 economistas. El objetivo del texto era apoyar públicamente el programa económico que Mitt Romney, el ya oficial candidato republicano a la Casa Blanca, ha presentado a los votantes estadounidenses. En apenas unos días, el número de adhesiones creció hasta sumar casi 600 firmas. La lista incluye a varios Premios Nobel (Gary Becker, Robert Lucas, Robert Mundell y Edward Prescott) y a otros economistas de notable relevancia pública, como Arthur Laffer, Robert Barro, John B. Taylor o Greg Mankiw).

¿Qué contiene ese programa económico que tan buena acogida ha tenido? En primer lugar, una serie de medidas que el candidato ha prometido tomar en menos de 24 horas. Entre ellas, rebajar el Impuesto de Sociedades del 35% al 25% o recortar automáticamente el gasto federal en un 5%, salvo en el presupuesto de defensa.

A partir de estas medidas urgentes ya podemos extraer algunas conclusiones. Es evidente que Romney prioriza la recuperación económica por encima de otros asuntos electorales. En este sentido, acercar el Impuesto de Sociedades a la media de la OCDE parece un paso razonable para aliviar la fiscalidad empresarial. Romney también ha avanzado que a lo largo de su hipotética presidencia convertiría el sistema fiscal estadounidense a un modelo territorial, imitando el exitoso ejemplo de Hong Kong y Singapur.

Lo que no ha gustado tanto a determinados analistas es la decisión de no aplicar el recorte automático del gasto del 5% al presupuesto de Defensa. Esta decisión de Romney va en línea con las propuestas económicas de la Fundación Heritage, un think-tank conservador que suele reivindicar políticas de ajuste del gasto en todos los ámbtiso menos en el militar.

El contrapunto a este enfoque lo ponen otros líderes republicanos como el congresista Ron Paul, que coincide con los analistas del Instituto CATO a la hora de pedir que no se excluya este capítulo de gasto de los ajustes presupuestarios. Sin embargo, Romney está más cercano al ala mayoritaria del Partido Republicano, en la que la corriente neoconservadora es más fuerte y los ajustes del gasto en materia de Defensa no están bien vistos. De hecho, su compañero en el ticket presidencial, el congresista Paul Ryan, comparte esta visión pese a que se ha hecho famoso por proponer diferentes recortes del gasto público.

Rebajas de impuestos

Según lo indicado en su programa electoral, Mitt Romney promete a los estadounidenses una rebaja del Impuesto sobre la Renta que resultaría en el siguiente marco tributario:

Esta rebaja tributaria aliviaría la carga fiscal que soportan los estadounidenses, rebajándola en un 20% para todos los niveles. Esta iniciativa recuerda a la propuesta electoral que hizo Ronald Reagan en el año 1980, cuando el entonces candidato a la presidencia habló de rebajar un 30% todos los tipos del Impuesto sobre la Renta. Un año después, con Reagan en la Casa Blanca, la rebaja se hizo oficial, aunque por valor de un 25%.

Aunque la propuesta supone una interesante rebaja de la presión fiscal, algunos republicanos se han sentido defraudados. ¿La razón? Romney ha hablado en diversas ocasiones de simplificar el código fiscal y de imitar los modelos del impuesto de tipo único (flat tax). En este sentido, vale la pena señalar que su VP Paul Ryan sí propuso hace años una reforma que avanzaba en esa dirección, simplificando los tipos hasta dejarlos en uno del 10% y otro del 25%.

Otro punto que tampoco aborda la reforma de Romney es la estrechez de la base tributaria. En la actualidad, el porcentaje de estadounidenses que no paga nada en concepto del Impuesto sobre la Renta ronda el 50%, cuando entre 1962 y 2002 dicho nivel se mantenía por debajo del 32%. Sin embargo, su plan no contiene ninguna propuesta específica para cambiar esta situación.

Además de las modificaciones mencionadas, que afectarían al Impuesto sobre la Renta, ha concretado otras rebajas de impuestos. Por ejemplo, las familias con ingresos por debajo de los 200.000 dólares no pagarían ninguna tasa sobre ganancias de capital y dividendos. También el Impuesto de Sucesiones (conocido en EEUU como el Impuesto de la Muerte) desaparecería de la legislación federal según la propuesta del candidato republicano.

Control del gasto público

Para que estas subidas de impuestos no empeoren la difícil situación presupuestaria de EEUU, Romney ha expuesto un programa de ajuste que reduciría el gasto federal del 25% del PIB al 20%. Sin embargo, como ha destacado Tad DeHaven, este punto apenas está detallado en la propuesta electoral del candidato republicano.

Inclyendo a Paul Ryan en su ticket presidencial, Romney ha conseguido identificar su candidatura con un congresista que lleva años defendiendo diferentes planes de ajuste presupuestario. Sin embargo, el plan de Ryan aspira a conseguir un ajuste presupuestario sólido a lo largo de varias décadas, por lo que su validez a la hora de limitar el crecimiento del gasto público es limitada. La alternativa a estas propuestas la aporta Ron Paul, que durante su intensa campaña a la presidencia detalló los ajustes presupuestarios que Estados Unidos debería acometer para conseguir el déficit cero de la forma más breve y efectiva posible.

'Tajo' a la burocracia y la sobrerregulación

En materia de regulación laboral, Romney propone una serie de medidas encaminadas a reducir el peso de la representación sindical en la vida diaria de las empresas. Así, su propuesta ensalza la regulación del "Derecho al Trabajo" con las que numerosos Estados de la Unión han reducido notablemente el poder sindical.

Entre las medidas que contempla, está proteger el derecho de los trabajadores a representar sus intereses al margen de los sindicatos, acabar las elecciones sindicales que no se realicen mediante votaciones secretas y personales, limitar los privilegios tributarios aplicados a la financiación sindical, etc. Cabe señalar que los datos de creación de empleo son mucho mejores en aquellos estados que han seguido este tipo de indicaciones.

Por otra parte, Romney ha anunciado su oposición a dos de las leyes más intervencionistas de la era Obama: la relativa a la sanidad y la relativa al sector financiero. La primera es el conocido Obamacare, la polémica reforma sanitaria aprobada por el actual presidente de los Estados Unidos. Este punto le ha dado muchos dolores de cabeza en el pasado a Romney, ya que la reforma aprobada por Obama guarda un fuerte parecido con la legislación sanitaria que el candidato republicano aprobó en Massachusetts durante su periodo como gobernador. Ahora, Romney pide acabar con dicha normativa y permitir que sean los Estados de la Unión los que legislen en esta materia.

Por otro lado, está la Ley Dodd-Frank. Esta normativa, aprobada por la Casa Blanca para aumentar la regulación del sistema financiero, está en el punto de mira de numerosos analistas que consideran que dicho paquete regulatorio es una auténtica aberración intervencionista. De hecho, como informó recientemente The Economist, un pequeño banco de Texas está librando una interesante batalla legal contra esta normativa.

En materia de regulación medioambiental, Romney propone incorporar la evaluación de costes económicos al proceso de redacción. También pide otorgar prórrogas más extensas para que los negocios apliquen este tipo de modificaciones. Sus propuestas coinciden con una serie de liberalizaciones energéticas que apuestan por explorar nuevas reservas petrolíferas, dinamizar el marco regulatorio de las centrales nucleares, apostar por el "gas de esquito" ("gas pizarra"), etc.

Política comercial

En materia de política comercial, el candidato a la Casa Blanca parece moverse entre dos aguas. Por un lado, defiende una actitud razonablemente aperturista en este campo. De hecho, cuando habla de crear un nuevo pacto comercial, recuerda en gran medida la iniciativa de un Área Atlántica de Prosperidad Abierta que defiende la Fundación FAES.

Sin embargo, por el contrario, su programa económico habla continuamente de tomar medidas contra China, a la que acusa de realizar prácticas comerciales "injustas", tales como la falsificación de productos o la manipulación monetaria. Este tipo de acusaciones ha sembrado la duda entre numerosos analistas, que ven en la propuesta de Romney una cierta tensión entre el nacionalismo desplegado ante China y el aperturismo desarrollado a la hora de hablar de los demás socios comerciales del país estadounidense.

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