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España se sitúa a la cabeza en desempleo juvenil y fracaso escolar

Nuestro país está en los últimos puestos de todos los indicadores sobre empleo y educación juvenil.

Los jóvenes españoles tienen un horizonte bastante negro. Esto no es ninguna novedad. Casi cada semana aparece algún informe, estudio o estadística que muestra la complicada situación de aquellos que llegaron a la vida adulta en la última década. Sin embargo, hay días en que esa sensación se acrecienta.

Este martes, por ejemplo, la Unesco ha presentado su estudio anual sobre educación y oportunidades para los jóvenes. Y las conclusiones son desalentadoras: en términos de empleo, de educación o de ingresos los jóvenes españoles ocupan los últimos puestos de todas las clasificaciones. De hecho, viendo la imagen en su totalidad, uno se siente tentado a preguntarse, ¿es España el peor país del mundo para ser joven?

En términos absolutos, es evidente que la respuesta es que no. Sería una broma de mal gusto comparar a los veinteañeros españoles con los norcoreanos o los sudaneses. Pero si analizamos su situación en términos relativos (es decir, cómo están los jóvenes en comparación con el nivel de riqueza de su país), es muy complicado ser optimista.

Por ejemplo, en la cifra más citada habitualmente, la del paro, España es el segundo país del mundo, tras Sudáfrica, con un desempleo juvenil más elevado, por encima del 40% entre aquellos situados entre los 15 y los 24 años. Los palestinos, tunecinos, saudíes o egipcios tienen un porcentaje inferior de paro. Desde un punto de vista teórico, es algo absurdo. Los jóvenes, especialmente los de menor cualificación, tienen una gran movilidad social y son trabajadores dispuestos a empezar su carrera laboral en empleos mal pagados, a cambio del aprendizaje y de los contactos que se hacen mientras se trabaja.

Por eso, resalta tanto el dato del paro juvenil en España, algo que hay que achacar especialmente a una legislación laboral que divide a los trabajadores entre indefinidos y temporales, algo que afecta especialmente a los recién llegados. Y ésta es una cuestión que se ceba especialmente con aquellos con un nivel bajo de estudios que normalmente provienen de familias menos acomodadas. El paro entre los menores de los 35 años ronda el 35% en el caso de las personas con un nivel de educación bajo (ESO o inferior) y cae hasta poco menos del 15% para los que tienen estudios superiores.

Además, estos niveles de desempleo se unen al problema del fracaso escolar. España es el tercer país de Europa (tras Malta y Portugal) con un mayor porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que no están formándose, algo que es especialmente relevante en el caso de los varones, con un 40% de ninis.

Esto es algo que no debería sorprender, si tenemos en cuenta que también está en cabeza en abandono escolar entre primaria y secundaria. Casi todos los países analizados, rozan el 100% de niños que pasan tranquilamente al siguiente nivel cuando acaban primaria. Por ejemplo, Alemania tiene el 99% y Dinamarca, Italia o Suecia el 100%. Mientras, en España esa cifra cae al 95%. Parece un dato elevado, pero quiere decir que cinco niños de cada cien no pasan de primaria (cuando se supone que la escolarización es obligatoria hasta los 16 años y se supone que el título mínimo para cualquiera debería ser el de ESO).

Todos estos datos unidos forman un cóctel explosivo. Por un lado, no se forma correctamente a los jóvenes, que abandonan el sistema educativo sin ningún título o con el mínimo requerido. Incluso los que continúan, tienen un nivel inferior al de sus competidores en el resto de Europa, como muestran los datos de PISA. Y cuando acaban el colegio o la universidad, tampoco encuentran un trabajo estable, porque la legislación laboral penaliza la contratación indefinida. La formación que podrían conseguir en sus primeros empleos (lo que han hecho los aprendices de toda la vida) se ve sustituida por una continuo encadenamiento de contratos temporales.

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