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Pablo Molina

¡Que bote Cándido!

Qué bote, Cándido; impresionante.

Qué bote, Cándido; impresionante.

Finalmente Cándido Méndez ha salido a la palestra para decir algo acerca de los numerosos trinques que vamos conociendo de la UGT en Andalucía. Su manera de "fijar la posición" del sindicato, según la jerga periodística al uso, ha sido asegurar que exigirá responsabilidades "políticas" si se demuestra que ha habido "irregularidades" en la organización. Vamos, que está dispuesto a suspender de militancia a cualquier dirigente andaluz en caso de que se demuestre que ha trincado billetes aunque sólo sea para asar una liebre.

Sin embargo, las sospechas de corrupción en UGT-A no tienen nada que ver con la existencia de comportamientos individuales incompatibles con la decencia pública, sino que adquieren un carácter vertebrador y estructural, según vamos conociendo gracias a las constantes relevaciones periodísticas. El procedimiento de cambiar el objeto de las facturas para hacer pasar una bacanal de jamón y rebujitos por un programa de concertación social subvencionado era ya tan habitual, tan asumido por la organización, que sus responsables hasta daban instrucciones por escrito sin guardar la más mínima discreción. Pero es en el establecimiento del llamado "bote", fórmula incluida en el sistema informático para inflar las facturas con destino a las arcas del sindicato, donde la UGT-A se ha revelado como una máquina perfectamente engrasada para depredar fondos públicos dentro de la anomalía histórica en que ha acabado convertido el socialismo andaluz.

Va a ser glorioso comprobar la capacidad de convocatoria de la UGT, si es que en la próxima década decide impulsar una huelga general para defender a los trabajadores de la reforma laboral que sus dirigentes aplican a rajatabla o una manifestación de denuncia de la corrupción. La atención se centrará entonces, lógicamente, en Andaludía. Solo falta que en una de esas la multitud se ponga a gritar "¡Que bote Cándido!", con el típico gracejo de la zona para levantar los ánimos sindicales, cada vez más alicaídos. Qué bote, Cándido; impresionante.

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