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EDITORIAL

Una política fiscal errónea y contraproducente

Los españoles sufren, hoy por hoy, una de las cargas fiscales más elevadas del mundo desarrollado gracias a la errónea política fiscal puesta en marcha primero por el PSOE y después por el PP durante la crisis.

Los españoles sufren, hoy por hoy, una de las cargas fiscales más elevadas del mundo desarrollado gracias a la errónea política fiscal puesta en marcha primero por el PSOE y después por el PP durante la crisis. Los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy han elevado la presión fiscal en casi 51.000 millones de euros desde 2010, la mayor subida de impuestos de la historia de la democracia, para tratar de mantener en pie un sector público sobredimensionado. En concreto, los socialistas elevaron la fiscalidad en 20.000 millones entre 2010 y 2011, mientras que los populares, lejos de corregir tal deriva, la dispararon en otros 31.000 millones adicionales.

Como resultado, España soporta algunos de los tributos más altos de Europa y del selecto grupo de países ricos (OCDE). El tipo marginal máximo del IRPF es el tercero más elevado de la UE, tan sólo superado por Suecia y Bélgica, y, de hecho, España ostenta el dudoso honor de ser el país grande con los tipos impositivos del IRPF en la escala general más elevados para todos los tramos de renta. A ello se suma el hecho de que PSOE y PP han aumentado la fiscalidad sobre el ahorro casi un 80% durante la crisis, que las empresas siguen afrontando uno de los Impuestos de Sociedades más gravosos y que la tributación sobre el trabajo (cotizaciones sociales) constituye una carga enormemente pesada en comparación con el resto del mundo desarrollado. El resultado es, simplemente, desolador. Se estima que de cada 100 euros que ganan los españoles, muna media superior a 40 pasa a engrosar las arcas del Estado, lo cual, por desgracia, se traduce en el mayor esfuerzo fiscal de la zona euro.

El sector público, al igual que el resto de la economía nacional, vivió durante muchos años al calor de una burbuja crediticia artificial que llenaba sus arcas sin necesidad de subir impuestos, pero tales ingresos eran puro artificio. El estallido de la crisis, y el consiguiente desplome del sector inmobiliario, se tradujo en una sustancial reducción de la recaudación. Sin embargo, en lugar de recortar de forma drástica los gastos para reequilibrar sus cuentas, tal y como certeramente han hecho familias y empresas, socialistas y populares han optado por exprimir al sector privado mediante lesivas y confiscatorias subidas de impuestos, eludiendo así en la medida de lo posible la tan necesaria austeridad.

Se trata de una estrategia fiscal errónea, ya que el problema del déficit no es por falta de ingresos sino por exceso de gasto. No por casualidad, España sigue presentando un déficit público descomunal, próximo al 7% del PIB -sin contar ayudas financieras-, y una deuda pública desorbitada, que se encamina sin remedio hacia el fatídico umbral del 100% del PIB, a pesar de las continuas e históricas subidas de impuestos aprobadas por los dos grandes partidos políticos. Y lo más grave es que dicho nivel fiscal desincentiva y dificulta la creación de riqueza y empleo, lastrando así la tan ansiada recuperación económica. La solución, por tanto, no sólo estriba en eliminar las salvajes subidas fiscales aprobadas hasta el momento por PP y PSOE sino en bajar los impuestos al tiempo que se reduce de forma muy significativa el gasto público mediante una profunda reestructuración de la estructura estatal y, sobre todo, autonómica. La única receta eficaz contra la crisis es la austeridad en el sector público y la liberalización de la economía.

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