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Juan Velarde

El problema básico del PSOE

Un partido político que quiera desempeñar un papel fundamental ha de ser capaz de exponer un programa económico serio para dejar atrás la crisis.

Un partido político importante, que quiera desempeñar un papel fundamental en España, ha de ser capaz de exponer ante los ciudadanos un programa económico serio para dejar atrás la crisis. Y el PSOE, que tiene tradicionalmente en sus filas a españoles sin altos ingresos –no en vano se denomina "obrero"–, ha de plantear de manera evidente que es capaz de orientar adecuadamente la política económica.

En Capital de este mes de diciembre, en un número que lleva el título de "Comprometidos con España", publica el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez-Rubalcaba, un artículo titulado "Volver a crecer". En él presenta, en primer lugar, los logros económicos y sociales que, según él, nos había traído la democracia: "Sanidad universal y gratuita, (…) que nuestros jóvenes se pudieran incorporar becados a la Universidad (…), que nuestros mayores pudieran por fin acceder a pensiones dignas (…), la cuota de mercado que ganaban nuestras empresas en el extranjero (…), nuestras políticas de integración de la diversidad".

¿Y cómo pretende volver a esa situación? En primer lugar, abandonando "el camino de salarios más bajos y menos derechos". Esto es, dejando a un lado la política de reforma del mercado laboral. Además, impulsando "políticas desde el Estado para que el crédito llegue a las pequeñas empresas, que son las que crean riqueza"; lo que prueba que vive alejado de lo que enseña el índice de Niehans español. Aboga también por "tener una política que proteja nuestros sectores industriales", lo que parece indicar que desea retornar al proteccionismo, cuando nos encontramos en la Unión Europea; pues que le pregunte a su correligionario Almunia, y a los empresarios de los astilleros españoles, lo que sucede cuando en eso se amaga un poquito. Al parecer, con esa protección se nos va a permitir “ser competitivos en aquello en lo que ahora no lo somos”. También pide “un sistema fiscal más justo”. ¿Es que considera mejorable lo que está preparando el profesor Lagares? Cabalmente hay que hacer lo contrario de lo que dice sobre el mercado del trabajo. Y, finalmente, propone algo que al ministro Wert le ha provocado una fuerte reacción: “Invertir en educación, en investigación, en el conocimiento”. Pero eso exige mucho rigor, precisamente lo que se le critica a Wert.

No contento con eso, acude a un argumento keynesiano vulgar, del que escapan hoy todos los dirigentes de las políticas económicas: "Frente a los que piensan que para crecer debemos sacrificar [la política social], les digo que yo opino exactamente lo contrario", o sea, agregar "un elemento de activación de la economía y el empleo". Una vez más, hay que recordar aquello que dijo Keynes (¡a Hayek!) de los que iban de keynesianos: "No son más que unos tontos. Ya sabe, mis ideas eran tremendamente importantes en los años treinta y no se discutía sobre la pertinencia de combatir la inflación. Pero, puede creerme, Hayek, mis ideas han caído en el olvido. Voy a invertir la opinión pública así", y chasqueó los dedos. Luego, ¡a activar la economía a través de la política social!

El problema básico del PSOE es que, tras abandonar a Marx en Suresnes y refugiarse en Keynes, se encuentra con que éste no le da tampoco albergue.

Y ahora, un consejo a Rubalcaba: ¿Por qué no lee el librito –son sólo 53 páginas– de Alfonso Novales La lucha contra la pobreza como objetivo de política económica?

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