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José T. Raga

Ahora, a por el déficit

Pero en serio, como si el dinero fuera nuestro.

Pero en serio, como si el dinero fuera nuestro. No quiero decir que hay que dejar de preocuparse por el empleo; mientras haya un parado hay que seguir dando la batalla por el empleo. El ideal del pleno empleo debe conseguirse. No parar hasta que todo aquel que está dispuesto a trabajar en unas condiciones determinadas de mercado encuentre realmente trabajo.

Lo que parece cierto, y ello supone un cierto alivio, es que la tendencia destructiva del empleo, herencia recibida del gobierno del señor Rodríguez Zapatero, está perdiendo fuerza, y no tanto porque las estadísticas de paro registrado así lo muestren (en términos desestacionalizados, el paro se redujo en marzo en 17.000 personas), pues en muchas ocasiones he mostrado la diversidad de interpretaciones posibles de estos datos, sino porque un mes más se incrementó el índice de actividad económica, con un incremento de las afiliaciones en el mes de marzo de casi 84.000 nuevos cotizantes, cifra que, aun eliminando el efecto de estacionalidad, arroja un incremento próximo a las 25.500 personas.

Es evidente que la actividad económica se está revitalizando, y sólo precisaría un cierto orden jurídico y social para que se hiciera notoria e indiscutible por todos. Bien es verdad que son demasiados, y demasiado ruidosos, los que desearían el hundimiento del sistema político, social y económico, aunque de ello derivase el mayor perjuicio para la sociedad en su conjunto. Un alegre realismo es la mejor receta para este momento que se presenta como esperanza para el bien de la comunidad.

Dicho lo cual, soy de la opinión de que hay que dedicar esfuerzos ímprobos a otra asignatura de no menor calado, aunque parece que mediante el endeudamiento puede, si no resolverse, al menos atenuarse. Me estoy refiriendo al desajuste que se produce en las finanzas públicas y muy concretamente en nuestros objetivos, ya benévolos, de déficit público.

¿Es posible controlar primero y reducir después el déficit público? Naturalmente que sí. Para ello se requiere, ante todo, voluntad política de afrontarlo. Se trata de dejar atrás intereses de clase, de profesión, de partido, etc., para anteponer el interés de la nación en que las cuentas estén equilibradas, signo evidente de buena administración.

Cómo responder a por qué la reducción del déficit ha sido tan eficaz en las administraciones locales y tan poco en las autonomías y el Estado. No es casual que la cercanía gobernante-gobernado en el primer caso exija visibilidad de una correcta administración, con gastos útiles y eliminación de cualquier dispendio superfluo. Situación ésta que no se da en el Estado ni en las autonomías.

¿Por qué no hacer un ejercicio de exigencia en la solución que reclama el problema? Como recortaron los ayuntamientos y las diputaciones, también pueden hacerlo, incluso en mayor medida, las administraciones de niveles superiores.

El día en que los electores premien a los administradores austeros se acabarán los que practican la dilapidación de los recursos públicos. Estoy seguro de ello.

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