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El cigarrillo electrónico, nuevo enemigo del Estado

Se calcula que existen más de 500 millones de compradores de e-cigs, y se espera que esta industria sustituya a la del tabaco en los próximos años.

Se calcula que existen más de 500 millones de compradores de e-cigs, y se espera que esta industria sustituya a la del tabaco en los próximos años.
Mujer 'vapeando' un e-cig | Archivo

Millones de fumadores aprecian en el cigarrillo electrónico ventajas tanto para su salud, como para su bolsillo. El cigarrillo electrónico está destinado a sepultar el tabaquismo y el Estado lo sabe. Desde este martes, la inhalación de vapor de los e-cigs en lugares públicos está prohibido en la ciudad de Nueva York -EEUU-. Las autoridades neoyorquinas equiparan así el cigarrillo electrónico al tabaco, vetando su consumo legal a los 21 años, la mayoría de edad norteamericana.

Nueva York junto a otras grandes ciudades como Chicago o Los Ángeles buscan limitar el negocio del cigarrillo electrónico para conseguir una mayor influencia sobre él. Por su parte, expertos demócratas en materia de legislación alegan que la actual regulación contra la industria de los cigarrillos electrónicos se debe a que ésta aprovecha el vacío legal para volver adictos a la nicotina a los más jóvenes.

Aún con todo ello, hay que recordar que el e-cig está teniendo una gran acogida en el país, que ha multiplicado por nueve sus ventas desde 2010 a 2012 y ha logrado alcanzar una cuota de mercado de más de 2.000 millones de dólares. Por su parte, a nivel mundial se estima que ya existen cerca de 500 millones de vapeadores en el mundo.

De esta forma, los Estados Unidos siguen la estela iniciada por la Unión Europea de regular esta emergente industria que aspira a ser el sustituto del tabaco. En el caso de España, donde se calcula que hay 800.000 consumidores de e-cigs, el Gobierno de Mariano Rajoy prohibió el pasado 18 de diciembre su uso en centros educativos, sanitarios, transporte público o en las administraciones del Estado, en aras de "proteger de forma prioritaria e irrenunciable a los menores", tal y como alegó la ministra de Sanidad Ana Mato.

Por su parte, el resto de países de la Unión Europea ratificaron similares restricciones en la Eurocámara. El compromiso comunitario alcanzado equipara el e-cig con el tabaco sólo en algunos aspectos. Paradójicamente, con la nueva normativa se expande la venta de los cigarrillos electrónicos, sacándolos de las farmacias a los establecimientos regulados. Entre las restricciones están limitar los cartuchos de nicotina a 20mg/ml, tener sistemas de bloqueo "a prueba de niños" y llevar advertencias sanitarias de los peligros de la nicotina, además de someter al e-cig a las mismas restricciones en cuanto a materia de publicidad se refiere.

Otro ejemplo a destacar es Argentina. El país liderado por Cristina Fernández de Kirchner decidió en septiembre de 2011 vetar de forma frontal la existencia de los cigarrillos electrónicos. Argentina tiene prohibida la importación del cigarrillo electrónico, multando la comercialización y el uso del dispositivo en todo el país. Las autoridades sanitarias argentinas consideran que el uso del e-cig- genera "un potencial riesgo para individuos con patologías cardiovasculares" y "puede inducir en nuevos usuarios una dependencia a la droga". Sin embargo, bajo esta misma lógica, el tabaco convencional no está prohibido en la patria del tango, donde cada día mueren una media de 110 personas por el tabaquismo.

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