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Uber es sólo la punta del iceberg del nuevo paradigma empresarial

Las nuevas aplicaciones no sólo revolucionan el sector del transporte, sino otros muchos negocios tradicionales.

Las nuevas aplicaciones no sólo revolucionan el sector del transporte, sino otros muchos negocios tradicionales.

A lo largo de los últimos tres lustros, los procesos innovadores desarrollados por el sector empresarial en el ámbito de las tecnologías de la información se han caracterizado por la naturaleza rupturista de muchos de los avances planteados a través de internet. La reciente huelga de taxistas contra la aplicación Uber muestra que estos adelantos suponen un reto de adaptación muy exigente para todos los sectores tradicionales de nuestra economía.

En esencia, la clave de este nuevo paradigma radica en la capacidad de las nuevas tecnologías para alimentar una desintermediación de los procesos de mercado. Las nuevas relaciones entre productor y consumidor beben de estructuras empresariales mucho más ligeras, a menudo planteadas casi como un intercambio bidireccional que va de persona a persona. A esto se unen los menores costes laborales y fiscales que permiten articular los nuevos proyectos de los emprendedores del siglo XXI.

Pocos sectores se quedan al margen de estos cambios. De entrada, en el ámbito del transporte no solamente tenemos el caso de Uber, sino que igualmente nos encontramos a otras empresas que ofrecen servicios similares. La más conocida es Lyft, que ofrece el mismo servicio que la aplicación de Google. Sin embargo, hay muchos otros ejemplos de innovación en este sector.

Zipcar ofrece alquiler de vehículos por horas a todas aquellas personas que pagan una cuota mensual. Algo parecido hace Relay Rides, aunque en su caso el alquiler se basa en el arrendamiento de coches particulares que no están siendo utilizados. ¿Más ejemplos? Quizá el más conocido sea el de la red social BlaBlaCar, que pone en contacto a conductores con asientos libres y pasajeros que necesitan completar un viaje determinado.

Sin embargo, el futuro a largo plazo puede venir marcado por la gran visión que estudia Google a través de su Google Car. La compañía estadounidense coquetea con la idea de que su vehículo autónomo actúe como chófer de los usuarios que contraten sus servicios. Hablamos, en esencia, de la posibilidad de desarrollar un servicio de taxi, pero sin taxista. La tecnología GPS, perfeccionada por Google a través de su servicio de mapas, ayudaría a conseguir que esta utopía se convierta en realidad.

La hostelería, ante un cambio de paradigma

El alquiler de habitaciones y casas a través de aplicaciones digitales plantea en el campo de la hostelería un reto similar al que suponen compañías como Uber para el ámbito del transporte. En este caso, la empresa que va por delante es Airbnb. Esta plataforma ofrece la posibilidad de alquilar una habitación, un piso o una casa.

La clave de la propuesta de negocio es la amplitud de la oferta de inmuebles: hay más de medio millón de propiedades registradas en Airbnb, alcanzando ya más de 190 países y jurisdicciones. Para poner en perspectiva el boom de negocio que está viviendo esta joven empresa basta con consultar el volumen de negocio que manejó en 2013 en la ciudad de Nueva York: hablamos de más de 600 millones de dólares...

Más y más ejemplos

Imagine que esta noche en vez de salir a cenar a un restaurante acude al domicilio de un cocinero experimentado. He ahí la propuesta de Cookapp, un servicio digital mediante el cual el chef convierte su domicilio en un restaurante. Los usuarios de la aplicación contratan la cena por adelantado y acuden a la cita conociendo ya el menú que van a degustar.

Hay otros planteamientos mucho más sencillos. Sitios como Wallapop aspiran a convertirse en un punto de compraventa centrado en productos de segunda mano, pero con la particularidad de que los intercambios se hacen de forma presencial, sin necesidad de envíos. Esto supone una vuelta de tuerca adicional al paradigma innovador que ya de por sí marcaban eBay o Amazon.

También destaca el caso de las plataformas que ofrecen servicios profesionales brindados por trabajadores freelance. Otro ámbito en el que se han dado importantes cambios es el de la financiación de proyectos, donde diversas plataformas sustituyen a los bancos y canalizan dinero hacia empresas, start ups, fundaciones y organizaciones. El Gobierno español acaba de regular estos procesos de crowdfunding, aplicando, en principio, ciertas limitaciones que han generado críticas por su naturaleza restrictiva.

Pero la lista es larga y llega a muchos sectores. En el ámbito de los libros de texto de los colegios y las universidades, por ejemplo, el alquiler empieza a abrirse camino. En el mundo de la televisión, empresas como Netflix plantean un reto cada vez más grande a los canales tradicionales.

Para las firmas de telecomunicaciones, el cambio de paradigma lo marcan servicios de videoconferencia como Skype o de mensajería instantánea como Whatsapp. Incluso en el ámbito monetario, la irrupción de Bitcoin ha canalizado la aparición de nuevas fórmulas de pago.

La economía colaborativa reinventa mercados

Hace meses, Libre Mercado anticipaba que empresas como las anteriores suponían importantes retos para firmas tradicionales. Si este diario hablaba entonces de "la guerra que viene", hoy parece claro que la materialización de estas "batallas competitivas" se antoja cada vez más cercana en el tiempo.

Este pulso también se juega a nivel regulatorio. Las Administraciones no quieren perder ingresos fiscales y las empresas que quieren mantener su posición actual luchan por prohibir o limitar el alcance de estas fórmulas de negocio. No obstante, la popularidad que están alcanzando muchos de estos servicios hacen que este proceso deliberativo incorpore necesariamente la voz de una ciudadanía cada vez más afín a este tipo de innovaciones empresariales.

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