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Juan Chozas Pedrero

Alegrías coyunturales Vs dudas estructurales

El débil comportamiento del mercado de trabajo se debe a causas estructurales y el "mareo" habitual de cifras no ayuda a entender el problema.

Las últimas entregas de las principales fuentes de medición de la situación del mercado de trabajo español (datos del Servicio Público de Empleo -SEPE- y de Seguridad Social –SS-, por un lado y Encuesta de Población Activa –EPA-, por otro), conforman un escenario de evolución positiva que hacía mucho tiempo que no veíamos.

Todos los componentes evolucionan positivamente: El paro desciende, el empleo (y la afiliación a la seguridad social) se incrementa de manera notable a pesar de que el crecimiento económico –PIB- es todavía débil y las previsiones apuntan a que la evolución favorable se va a mantener con mayor o menor intensidad. Además, la tendencia conjuga los dos principales indicadores (empleo y paro) de la manera más sana posible: El paro disminuye porque se crea empleo y no porque la gente desanimada deje de buscar empleo. La población activa se incrementa tras descensos continuados.

Los datos de la EPA del segundo trimestre –los últimos disponibles- fueron especialmente positivos (creación de 402.400 puestos de trabajo, tres veces más que en 2013 y la cifra más alta en nueve años. El número total de ocupados -17,35 millones es el máximo desde 2012-). Aunque en la evolución de los meses posteriores se recoge cierta desaceleración -parece que no exclusivamente debida a la lógica marcada por el fin de la temporada de verano- los ocupados afiliados a la SS son en agosto 321.834 más que en 2013 y los parados apuntados en el SEPE han descendido en 270.853 en el mismo periodo.

Las cifras recientes son buenas y el escenario, aunque con incertidumbres relevantes, es mucho más favorable que lo vivido desde el inicio de la crisis a finales de 2007 (recordemos que, aun así, tenemos un 20% menos de empleados que entonces y que la tasa de paro sigue raspando el 25%).

En mi opinión, tenemos el defecto de hacer comentarios definitivos con la mira en el corto plazo. Tanto los optimistas, como los pesimistas (los unos y los otros cambian de lado en función de su posición política o social) echan las campanas al vuelo o se rasgan las vestiduras a la vista del último dato publicado y sin ponerlo en relación con el contexto general. Sin relacionarlo con sus causas y sin una perspectiva a medio y largo plazo que ayuden a entender dónde estamos de verdad.

Lo cierto es que el débil comportamiento general del mercado de trabajo español –que mantiene altas tasas de desempleo y menguados niveles de actividad y empleo aún en las épocas de sus mejores registros-, se debe a causas estructurales y que el "mareo" habitual de cifras y comentarios que acompañan la publicación de cada dato no ayuda a que entendamos cabalmente la dimensión del problema y sus posibles soluciones. El escaso peso del sector industrial; las bajísimas tasas de natalidad o el envejecimiento; el pavoroso nivel de fracaso y abandono escolar o la desconexión de la oferta formativa con el mercado de trabajo; el coste de la energía; la reducida cultura empresarial y de emprendimiento…son algunos de los ejemplos que deberíamos analizar en clave de generación de empleo para identificar carencias e intentar superarlas.

La legislación laboral se asocia de manera directa con la generación de empleo y con la solución del problema del paro. Evidentemente el marco legal de relaciones laborales tiene una influencia directa y trascendental en la creación y composición del empleo, pero no es el único elemento a considerar si buscamos correcciones profundas y duraderas de carácter estructural. El cifrar todos nuestros esfuerzos en la lucha contra el paro en las sucesivas y numerosas reformas laborales es una aproximación simplista y muy poco eficaz. En esto, no hay soluciones sencillas para problemas complejos y conste que creo necesario reconocer que la última de las entregas de la reforma laboral es el esfuerzo más serio de corregir alguna de las grandes anomalías –en términos de comparación con las legislaciones de los países más desarrollados- que todavía arrastra el Estatuto de los Trabajadores. Las reformas laborales –las habidas y las que vendrán- son elementos necesarios, pero no suficientes para la corrección estructural que nos ocupa.

Algo de todo esto, de la necesidad de utilizar perspectivas a largo plazo y de no mirar exclusivamente a la legislación laboral como culpable (o solución milagrosa) del problema del paro, es de lo que tratan los mensajes que periódicamente nos trasladan los organismos dedicados a analizar y estudiar nuestra economía. Recientemente, ha sido la OCDE la que, entre otras cosas, nos ha recordado las carencias de un sistema educativo caro e ineficaz (insuficiente en los niveles bajos y frustrante en los superiores) y la conveniencia de bajar las cotizaciones sociales (impuesto sobre el empleo) con la correspondiente compensación vía impuestos indirectos o de fortalecer las políticas activas de empleo buscando más eficiencia en los servicios públicos de empleo y con mejor coordinación entre los distintos niveles de la Administración.

Es significativo como se presta menor atención y se genera menos debate con estas entregas de análisis y propuestas que los que surgen –y surgirán- con la publicación de los de las sucesivas coyunturas de empleo y paro… Así nos va.

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