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José García Domínguez

No le dicen la verdad, presidente

No existe en el mundo un solo país grande (ni mediano) que haya logrado superar una crisis internacional bajando los salarios y mutilando el gasto público.

El presidente Rajoy lo ignora porque es de letras puras, pero la evidencia empírica certifica que no existe en el mundo un solo país grande (y tampoco mediano) que haya logrado superar una crisis internacional bajando los salarios y mutilando el gasto público. Y ninguno significa ninguno. Sencillamente, tal prodigio no ha ocurrido jamás de los jamases. Eso solo puede suceder en algunos paísitos liliputienses, como Lituania o Estonia, minúsculas economías de bolsillo susceptibles de verse impulsadas de golpe gracias a las exportaciones, nunca en los países de verdad con estructuras productivas muy diversificadas y volcadas hacia el mercado interior. Jamás ha ocurrido en la historia, decía, y España no representará la primera excepción a la norma que vayan a conocer los anales. Por eso, el presidente debería administrar con algo de más tino todas esas eufóricas majaderías que le susurran al oído los propagandistas áulicos de guardia.

Y es que no estamos saliendo de la recesión porque se hayan firmado unos cuantos contratos temporales de camareros y friegaplatos en el sector turístico merced al pánico que despiertan los cortadores de cabezas del Estado Islámico entre los visitantes potenciales de Egipto o Túnez. Que de ahí los 65 millones de turistas de la temporada 2014, explicación primera y última de la tan cacareada superación de la crisis. Estamos haciendo, en fin, lo de toda la vida: sirviendo más jarras de cerveza a más turistas que se tuestan al sol en una hamaca de la costa. Algo es algo, claro, pero no llegaremos muy lejos por ese camino. Hay quien lo ha calculado: con 8 millones de visitantes adicionales por año, España rebajaría su tasa de paro al 19%. Eso sí, los hijos de la clase media deberán olvidar sus títulos de licenciados en Física y sus flamantes MBA por Esade para reciclarse como guías turísticos en Marbella.

Desengáñese, presidente, el modelo productivo que nos gastamos no da para más. Porque la otra alternativa teórica, vender fuera, presenta un pequeño problema, a saber, que Alemania no nos deja. Ni a nosotros ni a nadie. El 75% de nuestro comercio exterior se realiza intramuros de la Unión Europea. Y Francia y Alemania son nuestro principales clientes. De Francia, en caída libre, nada cabría esperar. Pero si Alemania nos vendiera algo menos y nos comprase algo más, el asunto quizá tendría remedio. Bien, pues sucede al revés: Alemania basa el crecimiento doméstico en las exportaciones a sus agónicos deudores del Mediterráneo. Como en el infierno de Dante, perded toda esperanza. Y usted, presidente, despierte: el estancamiento crónico no ha hecho más que empezar.

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