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Guillermo Dupuy

Syriza no supone mayor riesgo que la Troika

La acción de gobierno de Syriza no conllevará disparate alguno que no haga posible la troika compuesta por el BCE, FMI y la Comisión Europea.

Si no fuera porque el Estado griego no ha dejado de vivir en ningún momento por encima de sus posibilidades, podríamos decir, en palabras de Ortega, que los griegos han votado el retorno de lo que causó el trastorno. Y es que, como bien explicaba hace unos días Manuel Llamas, la receta económica de Syriza repite, cuando no acrecienta, los graves errores que cometieron los anteriores gobiernos de Pasok y Nueva Democracia durante el período de burbuja crediticia, consistentes en mantener un elevado gasto público, un profundo intervencionismo económico y una anquilosada estructura productiva.

Yo no sé, de todas formas, a qué grado de cumplimiento de su delirante programa electoral llegará Alexis Tsipras; lo que sé es que su acción de gobierno no conllevará disparate alguno que no financie y haga posible la troika compuesta por el BCE, FMI y la Comisión Europea. De estos supuestos adalides de la ortodoxia y de la austeridad pública dependerá que el nuevo gobierno griego se dé o no una borrachera que no se puede costear.

Por lo pronto, Tsipras ya ha enseñado la patita anunciando la subida del salario mínimo, la luz gratuita para 300.000 personas y la paralización inmediata de todo proceso de privatización, sin que la troika haya suspendido unas negociaciones en las que ya había adelantado su disposición a rebajar las condiciones pactadas. Es cierto que la gente ha corrido a sacar su dinero del banco, que los inversores huyen despavoridos, que la prima de riesgo de la deuda soberana griega se dispara. Sin embargo, eso Tsipras ya lo daba por descontado. La única reacción que a él le preocupa y le podría disuadir es la de los organismos con la capacidad de monetizar deuda (léase imprimir billetes) y sacárselos por la fuerza al resto de ciudadanos europeos. Y, por ahora, no ha habido tal reacción por parte de la troika.

Lo más cercano a una reacción política digna de tal nombre han sido las declaraciones de un vicepresidente del CDU en el Bundestag, Hans-Peter Friedrich, quien ha afirmado: "Los griegos tienen derecho a votar por quien quieran, pero nosotros tenemos el derecho de no financiar la deuda griega". Y las de Markus Söder, miembro de la CSU en Baviera: "Todos los pagos adicionales dependen de si Atenas cumple o no las condiciones"

Sin embargo, está por ver que los máximos representantes de la troika muestren esa firmeza o, por el contrario, cedan con nuevas condiciones. Evidentemente, todavía es pronto para juzgar las tragaderas de la troika ante el nuevo gobierno griego, pero, recordando las que ha tenido con sus antecesores, me temo que pretenda evitar el muy democrático suicidio griego a costa de enfermar un poco más al resto de Europa.

En cualquier caso, no es pronto para afirmar que de las tragaderas de la troika dependerá que el populismo colectivista griego sea una engañosa y tentadora ilusión para el resto de Europa o una catastrófica realidad de la que huir despavoridos.

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