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José García Domínguez

Merkel no está loca (y Draghi tampoco)

Únicamente un ignorante o un loco (o ambas cosas a la vez) podría desear la salida de Grecia del euro.

Como todo el mundo sabe, el libre mercado es un sistema económico en el que la obligación de correr con las pérdidas de los bancos recae en los contribuyentes. Resulta de sentido común, pues, que los ciudadanos españoles de Albacete, Lugo o Teruel hayan tenido que aportar 27.000 millones de euros a escote para rescatar a los banqueros privados alemanes que de modo temerario habían realizado préstamos ingentes al Gobierno griego antes de la Gran Recesión. Tan de sentido común como que esos mismos ciudadanos de Albacete, Lugo y Teruel necesitaran endeudarse en 50.000 millones de euros para volver a rescatar a los mismos banqueros privados alemanes tras sus pufos inmobiliarios en España. No fuera el caso de que perdiesen los dineros de su febril especulación en la burbuja del ladrillo por la quiebra de nuestras cajas, las mismas que ellos habían cebado con un flujo infinito de créditos insensatos.

Como también todo el mundo sabe, la basura tóxica fabricada y distribuida desde Wall Street que desencadenó el derrumbe del sistema financiero occidental en 2008 tenía un nombre: CDO (obligaciones de deuda garantizada, según sus siglas en inglés). A decir de Warren Buffet, la peor arma de destrucción masiva inventada por el hombre tras la creación de la bomba atómica. ¿Adivina el lector cuál es el modelo que se ha seguido en el diseño del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEEF), el fondo de la UE encargado de reunir el dinero de los rescates? El de los CDO, naturalmente. Recuérdese, los célebres CDO eran activos que mezclaban trozos de hipotecas buenas, regulares, malas, muy malas y malísimas, cada trozo con un riesgo y tipo de interés diferente. La idea era que si el titular de la hipoteca malísima no pagaba, eso no influiría en los pagos de todas las demás.

Pero resulta que sí influía: cuando los pobres de Alabama empiezan a perder sus casas, los ricos de Alabama que venden productos para pobres comienzan a tener problemas para costear sus propias hipotecas. No entender asunto tan sencillo desencadenó el Apocalipsis. Y el MEEF, decíamos, funciona exactamente igual. Es lo mismo. Dinamita pura. La Unión Europea ha vendido a sus bancos, la mayoría al borde del colapso contable, otros CDO formados por distintos trozos, cada uno de ellos garantizado por un país diferente. Un trozo lo garantiza Alemania, otro Italia, otro España, otro Portugal, hasta quince. Cada trozo, en consecuencia, posee un riesgo y tipo de interés diferente. Igualito que en el asunto de los paquetes de hipotecas basura.

Como que la idea es la misma: si Irlanda (o Portugal o España o…) no paga, eso no influirá en los pagos de todos los demás. Pero, ¡ay!, sí influirá. Claro que influirá. Hemos inventado los eurobonos tóxicos. Prodigioso creador de metáforas, Yanis Varoufakis lo ha comparado alguna vez con una expedición de montañeros, todos atados entre sí con la misma cuerda. La caída accidental del último, el más débil e inexperto, lleva a que todo su peso recaiga sobre el siguiente en la fila, que a su vez terminará también él suspendido en el vacío. Y así, uno tras otro, hasta que el primero acabe despeñándose junto a todos los demás, incapaz de cargar él solo con el peso muerto del grupo. Con tal panorama, únicamente un ignorante o un loco (o ambas cosas a la vez) podría desear la salida de Grecia del euro.

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