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El dilema de Tsipras: jugarse la salida del euro o suicidarse políticamente

Syriza deberá renunciar a su programa para que Grecia siga en el euro, pero si cede ante la troika es probable que estalle una nueva crisis política.

Syriza deberá renunciar a su programa para que Grecia siga en el euro, pero si cede ante la troika es probable que estalle una nueva crisis política.

O Grecia solicita la extensión del actual plan de rescate antes del próximo viernes o se acabaron las negociaciones. Atenas se quedaría sin financiación a partir del próximo 28 de febrero, cuando expire el actual programa de asistencia. Ésta es la principal conclusión que arrojó el Eurogrupo del lunes.

Tras la fallida reunión del pasado miércoles y el posterior acercamiento que tuvo lugar entre Atenas y Berlín, los socios comunitarios confiaban en alcanzar algún tipo de acuerdo para prolongar el rescate heleno y, de este modo, seguir negociando hasta el verano un tercer plan de financiación con el nuevo Gobierno de Syriza. Sin embargo, el pacto no ha sido posible.

La clave, una vez más, radica, en gran medida, en el lenguaje empleado. La línea roja marcada por Atenas consiste en anular el actual programa de rescate y sustituirlo por un "crédito puente", con el único fin de convertir en papel mojado el memorando de condiciones acordado entre la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y el anterior Ejecutivo de Nueva Democracia, en el que se exigían una serie de recortes de gasto y reformas estructurales. De este modo, el nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, podría vender a su electorado el fin de la impopular austeridad pública y flexibilidad económica.

Pero el Eurogrupo, con Alemania a la cabeza, también se mantiene firme en su posición. Grecia debe solicitar antes del viernes la prolongación del "actual programa" si quiere seguir recibiendo financiación, tal y como recoge la declaración acordada por los socios comunitarios, excepto por Atenas (ver texto adjunto).

Y eso implica, por tanto, aceptar también el memorando de condiciones, aunque los socios ya han anunciado que se muestran abiertos a suavizar algo los ajustes exigidos, como, por ejemplo, reducir el superávit fiscal primario (sin contar el pago de intereses de la deuda) que debería registrar Grecia en 2015 o cambiar parcialmente el plan de privatizaciones. El mensaje de Europa a Grecia es claro: hay que mantener la senda de austeridad y reformas.

Ultimátum del Eurogrupo

"No hay alternativa a la petición de una prórroga del programa", advirtió el lunes el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, en rueda de prensa tras el fin del Eurogrupo. "Teniendo en cuenta los calendarios y los plazos parlamentarios, podemos usar esta semana, pero eso es todo", explicó por su parte el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. "Si llega la petición de prórroga, la examinaremos, pediremos a las instituciones [de la troika] que la analicen y nos aconsejen y, si puede haber un resultado positivo, podríamos tener un Eurogrupo extra el viernes", concluyó.

La prórroga permitiría a Grecia utilizar la "flexibilidad" prevista en el programa y sustituir medidas por otras equivalentes, ha asegurado Dijsselbloem. A cambio, el Eurogrupo exige a Atenas una serie de compromisos, entre ellos abstenerse de medidas unilaterales, no revocar ningún ajuste salvo que esté acordado con la troika y financiado, cumplir todas sus obligaciones en materia de deuda y garantizar la estabilidad del sector financiero.

De hecho, Dijsselbloem aclaró que el "crédito puente" que tanto insiste en lograr Grecia no significaría otra cosa, en la práctica, que una "extensión" condicionada del "actual programa". Y, aún en el caso de iniciar una nueva negociación sobre un tercer plan de asistencia a partir del 28 de febrero -cuya aprobación tendría que ser ratificada por los distintos parlamentos nacionales de la zona euro-, el resultado no sería muy diferente a las condiciones que impone el rescate vigente, según avanzó. Es decir, la exigencia de austeridad y reformas, si bien se pueden negociar hasta cierto punto, son irrenunciables.

Tsipras se juega el cargo

Así pues, Tsipras tendrá que tragar, de una o otra forma, con la senda marcada por la antigua troika (hoy maquillada bajo el eufemismo de "instituciones") o no recibirá más financiación de sus socios europeos. Se enfrenta, pues, a un dilema: o bien mantiene su postura inicial y sigue tensando la cuerda hasta el punto de jugarse la permanencia de Grecia en el euro, o bien cede y, como consecuencia, corre el riesgo de suicidarse políticamente.

En este sentido, cabe recordar que el líder de la coalición radical de izquierdas, Syriza, llegó al poder a caballo de tres grandes promesas:

  • Aplicar una nueva y sustancial quita sobre la deuda pública.
  • Suspender el actual rescate, cuya vigencia expira el próximo 28 de febrero, y renegociar un nuevo programa con el resto de socios europeos. Esto significa, básicamente, convertir en papel mojado el memorando de condiciones acordado previamente con la troika.
  • Y, por último, rechazar la supervisión de la troika.

Tsipras ya ha renunciado al primer punto; ha maquillado el tercero, tras lograr sustituir la "troika" por un eufemismo ("instituciones"); y ahora falta saber qué pasará con el segundo. La cuestión aquí es que, según el Eurogrupo, da igual cómo se llame el plan ("crédito puente" o "extensión del programa actual"), ya que, en el fondo, Syriza tendrá que mantener más o menos intacta la senda de austeridad y reformas.

Y el problema para Tsipras es que, si se aleja mucho de sus promesas electorales, las repercusiones políticas podrían ser muy negativas para su partido. En la actualidad, la popularidad de Tsipras entre los griegos supera el 70%, todo un récord histórico, gracias a su rechazo explícito del rescate y sus condiciones. Pero si, finalmente, cede en este punto, es muy probable que dicho apoyo disminuya de forma muy sustancial.

Además, Syriza no es un partido al uso, sino una coalición de izquierdas. Bastaría con que alguna de las formaciones que lo integran niegue su apoyo para desencadenar una nueva crisis política de consecuencias imprevisibles en el país heleno.

El miedo del Eurogrupo: el populismo

El primer ministro griego confiaba en reclutar más apoyos a sus planes antiausteridad entre sus socios europeos, pero se ha quedado aislado. A priori, parece que Tsipras ha calculado mal sus fuerzas en el seno del Eurogrupo. Incluso el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, han advertido a Grecia de la necesidad de respetar las reglas y cumplir los compromisos. Y la posición unánime del Eurogrupo mantenida el lunes, incidiendo en la prolongación del actual rescate, ratifica esta postura, al menos por el momento.

El principal motivo de este posicionamiento común es el auge del populismo que están experimentando otros países del sur de Europa. En Francia, Hollande se enfrenta a la subida del Frente Nacional, en Italia se ha consolidado el Movimiento 5 Estrellas, en España ha emergido Podemos... El resto de gobiernos europeos son conscientes de que si ceden ante las demandas de Syriza, otros partidos populistas de similar naturaleza se verán reforzados electoralmente en sus respectivos países, poniendo en riesgo la supervivencia del euro a más largo plazo.

Tsipras, por su parte, sigue haciendo equilibrios para evitar la salida de Grecia del euro, consciente de que, para ello, tendrá que aceptar la austeridad, al tiempo que intenta mantenerse en el cargo prometiendo justo lo contrario a sus votantes y socios políticos.

Ahora le toca el turno al BCE

Mientras, el tiempo para llegar a un acuerdo se agota. La próxima cita clave tendrá lugar este miércoles, cuando el BCE decida si renovar o no, y, sobre todo, en qué cuantía, la línea extraordinaria de liquidez a la banca helena (ELA) a través del Banco Central de Grecia. Tal y como avanzó Libre Mercado, si Syriza no da su brazo a torcer, el BCE podría restringir aún más esa financiación, desatando un corralito bancario en Grecia, pero sin que salga del euro.

La falta de financiación a nivel de Gobierno y la escasa liquidez bancaria agravarán la situación económica de Grecia, abriéndose un nuevo escenario en el que Syriza se podría ver obligado, finalmente, a aceptar los ajustes y reformas precisas para sanear las finanzas públicas y mejorar la competitividad helena o bien culminar una huida hacia adelante... Fuera del euro.

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