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EDITORIAL

Grecia: que cada cual asuma las consecuencias de sus decisiones

Si los griegos quieren evitar las reformas y los ajustes a costa de imprimir billetes, mejor que sea de dracmas y no de euros.

Está visto que tanto la troika como Syriza quieren evitar que los ciudadanos griegos tengan este domingo la última palabra respecto de las condiciones que reclama la UE para seguir concediendo nuevos créditos. Y no por la estéril y secreta oferta de última hora hecha el lunes por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, o por la contraoferta con la que el primer ministro Tsipras le respondía el martes. Sino por la voluntad expresada por ambas partes en litigio de proseguir las negociaciones una vez la población griega se haya manifestado a favor o en contra de la oferta del Eurogrupo que Atenas había calificado de inaceptable.

Ha llegado el momento, sin embargo, de que cada parte asuma su responsabilidad y las consecuencias de sus decisiones. Si "Europa no puede renunciar a sus principios por Grecia", tal y como decía Angela Merkel hasta este mismo lunes, no debería haber nuevas ofertas de financiación al manirroto Gobierno de Syriza en caso de que los ciudadanos griegos consideren también "humillantes" las que se les presentaban el pasado fin de semana. Así mismo, si los griegos aceptan dichas condiciones, lo que debería hacer el Gobierno de Tsipras es presentar inmediatamente su dimisión, no tratar de seguir toreando a las instituciones europeas.

Ha llegado el momento de que se haga realidad aquello que Merkel dijo en 2010 ante el Bundestag: "Un buen europeo no es aquel que acude corriendo a ayudar, sino aquel que respeta los contratos con sus socios europeos. Así es como se refuerza la estabilidad del euro".

Ha llegado el momento de que los griegos asuman la disyuntiva de euro o dracma, disyuntiva que se les ha tratado de evitar a costa del envilecimiento de la moneda única y de la socialización de su gasto entre todos los europeos.

Ha llegado el momento de decir basta a un Estado griego que cree que puede vivir indefinidamente por encima de sus posibilidades y a costa de una solidaridad comunitaria que no es tal, sino pura complicidad institucional a cargo del contribuyente europeo.

Asumir sin miedo esta disyuntiva no sólo constituye un imperativo para conservar los ya deteriorados principios en los que se asienta la moneda única, también es un espléndido y muy saludable aviso a otros Gobiernos que, como el español, han evitado mayores reformas estructurales a costa de aumentar el endeudamiento. Eso, por no hablar de lo esencial que es asumir con toda su crudeza dicha disyuntiva para abortar esos movimientos populistas que amenazan la libertad y la prosperidad de Europa tratando de hacer creer a la gente que los fondos públicos son inagotables.

Si los griegos, en definitiva, quieren evitar las reformas y los ajustes a costa de imprimir billetes, mejor que sea de dracmas y no de euros.

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