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EDITORIAL

Por qué no bajarán los impuestos

Los españoles estamos condenados al pago de impuestos altos mientras los políticos se resistan a redimensionar un sector público insostenible.

Gane quien gane el próximo 20 de diciembre, los españoles pagarán durante la próxima legislatura más impuestos que en 2011, cuando el PP llegó a la Moncloa, y que en 2008, tras la última victoria electoral del PSOE, de modo que los contribuyentes tendrán que seguir afrontando uno de los esfuerzos fiscales -carga tributaria con respecto a los ingresos- más elevados de la UE. Como suele ser habitual, todos los partidos políticos venden a la ciudadanía nuevos guiños y rebajas fiscales con los que ganarse el voto, pero la realidad, por desgracia, es que muchas de esas promesas son papel mojado.

Mariano Rajoy, por ejemplo, anunció el jueves que eliminará el IRPF a quienes decidan prolongar su vida laboral más allá de los 65 años, a los trabajadores que encuentren su primer empleo -durante el primer año- y a los parados que se animen a montar un negocio -dos años de exención-, lo cual es positivo. Destaca, sobre todo, la exención a los que sigan trabajando tras la edad de jubilación, ya que, supondrá un ahorro sustancial para los beneficiarios, además de incentivar la vida activa. Sin embargo, estos anuncios no dejan de ser parches electoralistas, con un impacto marginal sobre el conjunto de los contribuyentes. De hecho, más que una rebaja fiscal se trataría de un ahorro para el Estado en el pago de pensiones y prestaciones de paro.

Por otro lado, la gran propuesta del PP en materia tributaria es rebajar el IRPF otros dos puntos, hasta un rango de entre el 43% y el 17%. Bienvenido sea, pero, una vez más, la clave radica en lo que no se ve, y el problema aquí es que la presente legislatura ha dado lugar a la mayor subida fiscal de la historia reciente de España, con el aumento de más de 50 figuras tributarias y una sustancial elevación del IRPF, Sociedades, IVA y Especiales, entre otras tasas y tributos autonómicos y locales. Así pues, la exigua rebaja del IRPF que promete ahora el PP no compensará, ni de lejos, las incisivas subidas previas. De hecho, el propio Gobierno admite en su Programa de Estabilidad 2015-2018 que los españoles pagaremos a cierre de 2015 unos 36.000 millones de euros más que en 2011, una cantidad equivalente a una media de 2.000 euros extra por familia.

La segunda gran trampa consiste en fiar todas las promesas fiscales a la siempre incierta evolución de la recaudación. Tanto el PP como el resto de partidos, sin distinción, parten de la base de que España seguirá creciendo al ritmo actual, próximo al 3% anual, durante la próxima legislatura, de modo que los ingresos tributarios también aumentarán sin necesidad de subir impuestos. El problema, en este caso, es que nadie garantiza tales tasas de crecimiento y, como se ha comprobado durante la crisis, los políticos optarían de nuevo por disparar los impuestos ante la más mínima dificultad. En este sentido, las rebajas fiscales están estrictamente condicionadas a la coyuntura económica: "Si el PIB crece y la recaudación avanza a buen ritmo, bajaremos algo los impuestos", vienen a decir.

Además, y puesto que todos los partidos apuestan también por aumentar el gasto público, la rebaja fiscal se quedaría en meros y llamativos titulares carentes de contenido. Por si fuera poco, el hecho de que la lucha contra el fraude o los impuestos a los "ricos" se hayan convertido también en el falaz comodín de los políticos para financiar sus proyectos de gasto es una prueba inequívoca de que, al final, será la sufrida clase media la que, como siempre, acabará pagando la factura. Si a ello se suma que el PSOE ya ha avanzado que no bajará impuestos y que el ruinoso modelo de Podemos implicaría dispararlos a cotas estratosféricas, el panorama fiscal que presenta España a corto y medio plazo es, simplemente, desolador.

Y es que, en el fondo, las rebajas de impuestos que propugnan unos y otros fallan en lo fundamental. A saber, que los españoles estarán condenados por sus gobernantes al pago de impuestos altos y muy lesivos para la generación de riqueza y empleo mientras se resistan a redimensionar un sector público insostenible y anquilosado. Solo si se elimina la grasa sobrante del sector público y se reforma en profundidad el Estado del Bienestar para hacerlo más ágil, flexible y eficiente se podrá hablar con seriedad de bajar los impuestos de forma sustancial y permanente. El resto son simples cantos al sol.

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