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Carmelo Jordá

Decir no a la prosperidad

Lo que está en juego con el asunto del 'fracking' no es el medioambiente sino la demagogia.

Lo que está en juego con el asunto del 'fracking' no es el medioambiente sino la demagogia.

La izquierda y el nacionalismo han aprobado en el Congreso una proposición para que se prohíba el fracking en toda España. Como la mayoría de ustedes ya sabrán, el fracking es una técnica que permite extraer gas de terrenos rocosos de los que hasta hace no tanto no se sabía cómo liberarlo.

La excusa, como para tantas otras cosas, es el medioambiente, obviando que en el mundo hay ya decenas de miles de pozos de fracking funcionando con total normalidad y no se ha dado catástrofe ecológica alguna.

La verdad, más allá del alarmismo, es que, como en cualquier actividad humana, el fracking comporta unos riesgos, pero sabemos de sobra cómo controlarlos y minimizarlos hasta su práctica desaparición. Por otro lado, es lógico pensar que debe haber zonas en las que sea más razonable que en otras emprender una explotación de fracking; para que ustedes me entiendan: ni a mí me parecería prudente hacerlo en Doñana, por poner un ejemplo. Pero no, la prohibición tiene que ser total, sin matices ni excepciones, lo que es la mejor prueba de que lo que está en juego no es el medioambiente, sino la demagogia.

Ningún argumento lógico convence a los habituales profetas del Apocalipsis, como tampoco les preocupa que la mayor parte de los lugares los que estarían estas instalaciones sean zonas rurales deprimidas con descomunales tasas de paro. Mucho hablar de los empleos de calidad, sí, pero luego se hace lo imposible para impedir que se creen, tal y como se han creado en otros sitios.

Hay que señalar –y reconocer a los populares– que en este asunto el PP se ha quedado tristemente solo frente a esta iniciativa que ha sido aprobada con los votos de PSOE, Podemos, ERC, PNV y la antigua CDC. No es sorprendente que una izquierda que desprecia todo aquello que genere riqueza dé la espalda al fracking; tampoco lo es que lo haga un nacionalismo que venera el terruño como a un Dios pagano y se preocupa muy poco de la prosperidad.

Resulta en cambio descorazonador que un partido como Ciudadanos haga un encendido discurso en contra del fracking y luego se abstenga pero por cuestiones técnicas. Uno confiaba en que los de Rivera, que han crecido defendiendo la verdad frente a lo que es políticamente correcto en Cataluña, estarían más a salvo de la esclavitud de los dogmas ecologetas que una pequeña minoría elitista impone a costa del bienestar de todos. Pero no, se ve que en el viaje a Madrid se han dejado una parte de esa valentía que les ha hecho un partido distinto dentro del desolador panorama nacional.

Pero si Ciudadanos es también de los que dice no a la prosperidad por precaución, por el que dirán, porque los ecologistas son capaces de montar manifestaciones a las que luego sólo van cuatro gatos o porque lobbies de presión como Greenpeace tienen muchos amigos entre la prensa… Si eso ocurre igual ese no es el partido que esperábamos y que necesitamos.

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