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José T. Raga

Una farsa hostil

Hasta donde yo sé, el presidente Puigdemont es convergente desde su origen. ¿Nada tiene que ver CiU con el déficit catalán?

Parece una contradicción, pero no lo es. No siempre la farsa fue un instrumento para hacer reír a un público deseoso de abandonar las preocupaciones, aunque fuera momentáneamente; farsa es también lo que cuidadosamente, con una esmerada planificación, adopta el sujeto que quiere aparentar lo que no es.

Es decir, es el comportamiento del sujeto que pretende engañar a los demás, aparentando inocencia, incluso candor y bondad, por lo que el farsante atrae a su público-objetivo, para convencerle de algo falso como verdadero, a fin de inclinarle a sus propios intereses, de ordinario poco confesables.

Si nos situamos en el escenario político de la España actual, nos aparecerán, sin apenas esfuerzo, un conjunto de farsantes que supera con mucho la media que un país honesto se puede permitir. Digo más, tendríamos que coger una lámpara, al modo como Diógenes buscaba a un hombre, para encontrar, si acaso existe, la formación política exenta de estos farsantes que tanto perjudican a la convivencia pacífica y democrática; no cabe edificar o, simplemente, conservar la democracia sobre la mentira.

El presidente Puigdemont decía, hace apenas una semana: "No se nos puede atribuir ninguna responsabilidad en la calificación del rating de Cataluña porque no tenemos capacidad de distribuir techos de déficit y sólo gestionamos el 5% de la recaudación". ¿Quiere esto decir que porque administran unos recursos limitados, como todos, no se les puede pedir una administración responsable?

Hasta donde yo sé, el presidente Puigdemont es convergente desde su origen. ¿Nada tiene que ver CiU con el déficit catalán? Entre el primero de enero de 2015 y el 30 de septiembre del mismo año –último dato publicado por el Banco de España–, la Generalidad de Cataluña, gobernada por su partido, incrementó su deuda –consecuencia del déficit– en 3.622 millones de euros. Su posición de "a mí que me registren" no parece admisible.

Además, señor presidente, los problemas del rating, como los que ahora se le vienen encima, al haberle excluido el Banco Central Europeo de sus ayudas financieras, no es tanto por lo ocurrido en el pasado como por lo que se espera del futuro; y, ahí, su presencia y la de quienes le avalan políticamente tienen un papel decisivo en la calificación otorgada.

No busque usted enemigos, menos aún lo haga en el Gobierno de España, que sigue consolándoles con sus dádivas; piense que un prestamista presta cuando piensa que se le va a devolver lo prestado. Y son sus declaraciones y las de sus compañeros de viaje, generalmente hostiles, unidas a sus actuaciones, quienes ponen en duda su pretendida credibilidad futura. Sólo ésta es la que importa a la hora de calificar la solvencia de una entidad o persona, pública o privada.

Y no incluya en la farsa la reducción de servicios esenciales, sino declare cuántos objetivos se atienden con preferencia a estos servicios.

El engaño tiene un límite moral; aunque de eso creo que mejor no hablar.

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