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EEUU ya no es lo que era: seis gráficas que explican el declive de un gigante

El país norteamericano pierde libertad económica a marchas forzadas mientras sube el asistencialismo público.

El país norteamericano pierde libertad económica a marchas forzadas mientras sube el asistencialismo público.

El auge de figuras políticas como Bernie Sanders o Donald Trump, es la mejor muestra de que Estados Unidos ya no es lo que era. A menudo, hablamos del país del Tío Sam evocando su grandeza histórica y su dinamismo económico, pero la evolución de los últimos años muestra que las cosas están cambiando a peor.

De entrada, el nivel de libertad económica acumula una década a la baja, como acredita el índice que recopila la Fundación Heritage y que en España publica Civismo. Esto significa que la economía estadounidense está cada vez más alejada del ideal liberal que tanto caló en los años de gobierno de Ronald Reagan.

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Si nos fijamos en la evolución del clima regulatorio, también parece claro que el ideal liberal acumula ya una década negra. El número de regulaciones con un coste anual para la economía de más de 100 millones de dólares al año ha pasado de 75 a 125. No es de extrañar que una de cada cinco pymes cite la regulación excesiva como su principal obstáculo para el crecimiento.

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El dinamismo innovador también está perdiendo su capacidad de crear empleo. En la década de 1980, el empleo que generaban las startups llegaba al 4% de la fuerza laboral privada, pero en la actualidad este porcentaje ha caído al 2%.

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Si ampliamos el foco a todo el mercado de trabajo vemos que tampoco hay buenas noticias en lo tocante a la participación laboral. Como muestra la siguiente gráfica, el porcentaje de personas de entre 25 y 54 años que tiene un empleo creció diez puntos en las últimas décadas del siglo XX, pero ha caído cinco puntos en los últimos años.

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La revisión del "gasto social", tarea pendiente

Los programas de "gasto social" no ayudan a lograr que un mayor número de personas esté ocupada. Un ejemplo es la iniciativa TANF, de "asistencia temporal a familias con necesidades". Dentro de este programa se diferencian dos grupos de hogares: los que están en condiciones de trabajar y los que no. Las reformas del "gasto social" aprobadas en la segunda mitad de los años 90, redujeron el número de personas que cobraban las ayudas del TANF pero no trabajaban.

Sin embargo, esta tasa se ha estabilizado durante los últimos años, de manera que apenas el 30% de quienes reciben este subsidio y pueden trabajar están participando activamente en el mercado de trabajo. De igual modo, el número total de perceptores de estas ayudas parece haberse estancado en 5 millones de personas. Al menos, esta cifra es tres veces menor que la registrada antes de la aprobación de las reformas de los años 90.

El TANF fue racionalizado a raíz de los acuerdos del gobierno de Bill Clinton con la exigente bancada de parlamentarios republicanos que, desde el Congreso y el Senado, impulsó el llamado Contrato con América, una serie de reformas liberales orientadas a impulsar la actividad privada y reducir el intervencionismo del Estado. Sin embargo, las cifras confirman que es necesaria una nueva evaluación de esta partida presupuestaria que genera bolsas de dependencia y mina el potencial de empleo y crecimiento del país norteamericano.

Más problemática aún es la cuestión de los "cheques de comida" que entregan las Administraciones estadounidenses. La ampliación de los criterios de elección ha dado pie a la aparición de entidades que ayudan a que cada vez más gente reciba estas ayudas. Si en 1970 había 10 millones de personas reclamando sus "cheques de comida", en 2015 son cerca de 50 millones de estadounidenses los que hacen lo propio.

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La suma de estos y otros programas de "gasto social" se traduce en un creciente nivel de gasto cosignado al "Estado del Bienestar". En los años 70, los desembolsos totales ligados a estos programas eran un 80% más bajos de lo que hemos visto en los últimos años. La falta de control y la ausencia de reformas en las condiciones de acceso a las ayudas, están alimentando una sociedad cada vez más dependiente del Estado.

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Un panorama negro

Los datos anteriores, incluidos en el Índice de Cultura y Oportunidad de la Fundación Heritage, confirman el declive del gigante estadounidense. Los datos son claros y nos dicen que el país norteamericano pierde libertad económica a marchas forzadas mientras sube el nivel de dependencia del asistencialismo público.

La solución pasa necesariamente por abordar ambos frentes: por un lado, una nueva revolución liberal orientada a lograr una economía más flexible; por otro lado, una reordenación del "gasto social" pensada para simplificar estos programas y aplicarlos únicamente en casos de verdadera necesidad.

Sin embargo, el panorama no es nada halagüeño. El auge de Donald Trump en las filas republicanas apunta a unos Estados Unidos cada vez más recelosos de la globalización económica y el capitalismo. Algo parecido apunta el buen desempeño que tuvo Bernie Sanders en las primarias del partido demócrata. Si a esto le sumamos el giro izquierdista que ha asumido Hillary Clinton para alcanzar la nominación, parece claro que las dudas sobre el futuro del país norteamericano son más que razonables.

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