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José García Domínguez

En 2017 volverá la recesión

Cuando América estornuda, lo que le ocurre al resto del planeta es de sobra conocido.

Cuando América estornuda, lo que le ocurre al resto del planeta es de sobra conocido.
EFE

Malas noticias. Estamos a punto de volver a caer en una segunda recesión global, algo que con toda seguridad ocurrirá a lo largo de 2017. Y no es charlatanería apocalíptica de tertulia de barra de bar, es inferencia estadística. Contra lo que se suele creer, resulta bastante sencillo predecir, y disponiendo de un margen de fiabilidad muy alto, la evolución de la inversión empresarial con una antelación de un año o año y medio. No es en absoluto difícil, basta con cruzar los datos de las series históricas de la tasa de beneficio empresarial y las cifras de producción industrial del trimestre anterior. Así, con una simple correlación, se observa que lo que determina la inversión futura de las empresas no es el tipo de interés o el volumen de crédito bancario disponible, sino los niveles de beneficio en el periodo temporal inmediatamente anterior. Por tanto, si comienza a caer la tasa de beneficio empresarial, algo que está ocurriendo ahora mismo en Estados Unidos, la probabilidad matemática de que la inversión privada se desplome en el futuro inmediato tenderá a acercarse peligrosamente a 1, es decir al 100%. La capacidad predictiva de ese indicador resulta así de demoledora.

Es tan simple como que la inversión desaparece a partir del instante mismo en que comienza a encogerse el nivel de beneficios. Algo que, en el caso norteamericano, está documentado estadísticamente desde hace más de un siglo. En concreto, y desde el año 1900, ha habido allí 27 situaciones en las que los beneficios de las empresas cayeron, por lo menos, durante dos trimestres consecutivos. Pues bien, nada menos que en el 81% de esos 27 episodios lo que vino después de la caída de los beneficios fue una recesión económica caracterizada por la parálisis de la inversión. Repito, ocurrió en el 81% de los casos, ocho de cada diez veces. Es más, en los últimos sesenta años solo ha habido un único precedente, uno solo, en el que esa ley empírica general no se cumplió. Fue en 1986, cuando, por razones que se ignoran, la caída de dos trimestres consecutivos de los beneficios no tuvo consecuencia alguna en la inversión empresarial del periodo posterior. Fuera de ese, no se conoce ningún otro. Y ocurre que los beneficios de las empresas en Estados Unidos, que alcanzaron su nivel máximo en el segundo trimestre de 2014, no han dejado de caer de forma continuada desde entonces. Y cuando América estornuda, lo que le ocurre al resto del planeta es de sobra conocido. Ya ven, no hace falta ser ningún genio de la teoría económica para adivinar lo que va a pasar en 2017. No obstante, crucen los dedos.

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