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La nueva revolución ya está aquí

Hablamos de un cambio de paradigma con tres factores principales: energía barata, cuasi-inteligencia artificial y biotecnología.

Hablamos de un cambio de paradigma con tres factores principales: energía barata, cuasi-inteligencia artificial y biotecnología.
La revolución tecnológica disparará al productividad | Corbis

Estamos a las puertas -sino estamos ya inmersos en ella- de una inminente revolución. Una revolución que vendrá de la mano de tres factores principales: energía barata, cuasi-inteligencia artificial y biotecnología. Tres factores que, combinados, producirán un desarrollo exponencial de la capacidad humana para producir bienes y servicios, es decir, para producir riqueza.

Y lo que caracteriza a un crecimiento exponencial es que, aunque sus inicios pueden ser lentos, una vez coge cierto peso o velocidad, el crecimiento se vuelve de una magnitud asombrosamente rápida. Sirva como ejemplo de la magnitud que puede llegar a alcanzar un crecimiento exponencial, el cuento del ajedrez y los granos de trigo. Un hombre solicita al rey que, como pago por inventar el juego del ajedrez, le sea entregada una cantidad de granos de trigo. Cantidad calculada a partir de un único grano de trigo en la primera casilla, que se irá duplicando por cada una de las casillas del juego (64). La cantidad final de granos de trigo que saldría al cobro es de más de 700 billones de toneladas de trigo, equivalente a la actual producción mundial de cereales durante más de mil años.

Una revolución de esta naturaleza, llevada al campo de la productividad humana, cambiará muchas cosas pero, especialmente, la forma en la que hoy en día entendemos conceptos tales como trabajo y riqueza. Esta revolución producirá un aumento sin precedentes en la productividad del trabajo lo que, inevitablemente, traerá aparejado un aumento, también sin precedentes, de la riqueza y calidad de vida de las personas. Las horas totales de trabajo disminuirán a mínimos que hoy nos parecen inconcebibles, lo que incrementará las horas disponibles para otras labores o facetas no estrictamente laborales, y el trabajo humano, asociado a la fuerza bruta o a la repetición mecánica, desaparecerá para no volver.

La percepción de otro concepto actualmente muy preocupante, la deuda estatal, también sufrirá un cambio drástico. De hecho, la deuda pública medida en porcentaje del PIB indica qué cantidad de bienes y servicios se deben producir en un país para saldar dicha deuda. En el caso de España, que tiene una deuda pública aproximada del 100% de PIB, deberíamos dedicar un año completo de nuestra producción como país al pago de dicha deuda si quisiéramos saldarla. Pero, ¿qué sucederá si mediante la citada revolución, nuestra productividad se multiplicase por 10, por 100 o por 1.000? En ese momento el esfuerzo a realizar para pagar la actualmente gigantesca deuda devendrá en casi irrelevante.

Tres condiciones clave

Y, sin embargo, hemos de tener bien presente que para que el futuro escenario aquí descrito sea posible, se han de tener en cuenta tres consideraciones muy importantes:

  1. Para que se produzca dicho crecimiento exponencial, es necesario unalibre y compleja coordinación de todos los agentes implicados en la producción de bienes y servicios. Una coordinación que solo un sistema capitalista de libre mercado puede lograr satisfactoriamente.
  2. Que los crecimientos exponenciales son relativamente lentos en un principio y, también, fácilmente reversibles.
  3. Que se corre el peligro de que ante el aumento exponencial de riqueza y la pareja aparición de nuevas 'necesidades', estemos tentados a aumentar la incautación de dicha riqueza y la generación de deuda en progresión también exponencial.

Dadas las tres consideraciones anteriores, no hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que existe un peligro cierto de malograr la revolución exponencial sin precedentes de la productividad humana (de la que estamos viendo sus primeros pasos) y que este peligro viene del único ‘ente’ que tiene capacidad por si solo para impedir la llegada de dicha revolución, lastrándola desde un principio. Y ese ‘ente todopoderoso’ no es otro, no puede ser otro, que el Gran Estado.

Solo el Gran Estado tiene capacidad para, imponiendo impuestos confiscatorios, emitiendo deuda sin ningún tipo de freno, produciendo un entramado regulatorio asfixiante para el libre mercado y promulgando leyes liberticidas frente a nuevas formas de relacionarse, abortar el advenimiento de esta nueva revolución. Revolución de la que ,actualmente, estamos en sus albores y, por lo tanto, todavía 'fácilmente' revertible.

Debemos pues ser muy conscientes de la oportunidad, y el reto, que se abre ante nosotros. Tenemos la oportunidad de alentar un cambio que, en las próximas décadas, permita que el potencial humano de generación de riqueza aumente de forma exponencial de una forma nunca antes vista. Aumento exponencial en la producción de riqueza que conllevará inexorablemente la desaparición del principal enemigo de la humanidad, que no es otro que la pobreza. Pero ,lamentablemente, también tenemos la oportunidad, mediante nuestro apoyo al Gran Gobierno, de impedir dicho cambio. Medítenlo, es mucho lo que está en juego.

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