Menú
José T. Raga

Alegrías devenidas tristezas

En el año que acabamos de comenzar habrá que pagar deuda por importe superior a los 170.000 millones de euros.

Sin nostalgia, por un sentido realista de la vida que poseo, y desde ese mismo realismo, me atrevo a sugerir que la alegría permanente sólo es posible en estado de profunda beatitud, partiendo de una pureza de espíritu incorruptible. Todas la demás alegrías son fugaces y, por tanto, pasajeras.

Lo efímero de esas alegrías nos conduce necesariamente a espacios de tristezas, que acaban seccionando nuestras vidas en ciclos alternos de unas y otras que acaban configurando nuestro ser en ese mundo real que es nuestro entorno y el de nuestros próximos.

En el recuerdo de todos está la euforia de los gobiernos de nuestra nación presumiendo mes tras mes y semana tras semana del grandioso éxito de la gestión económica, que se evidenciaría en la facilidad para el endeudamiento que, un día y otro, coloca deuda pública en el mercado en condiciones económicas favorables –tipos de interés bajos–.

Se nos perfilaba así un mundo de alegrías continuas en el que, deuda mediante, se conseguían atender las necesidades financieras que implicaban nuestros objetivos de gasto público. Una alegría muy comparable a la que sentían los particulares cuando accedían al sueño de una vivienda en propiedad gracias al crédito fácil y barato procurado por el sector financiero.

Estos últimos aprendieron muy pronto que el anverso de la moneda –su parte alegre– venía acompañado del reverso –la parte triste–, en la que se constataban los esfuerzos de familias e individuos para satisfacer la deuda y sus costes.

El sector público –un eufemismo, porque el sector público somos el conjunto de los sectores privados– se encuentra en situación semejante ante tesituras equivalentes. En el año que acabamos de comenzar habrá que pagar deuda por importe superior a los 170.000 millones de euros, algo más del quince por ciento de nuestro Producto Interior Bruto.

¿De dónde va a salir semejante suma? No se preocupen, porque, con la esperanza de nuevas alegrías que alivien la tristeza de devolver lo prestado y vencido, el mercado nos ofrecerá –al menos eso esperamos– la posibilidad de un nuevo endeudamiento en unos 200.000 millones de euros, de tal forma que atendamos a los vencimientos de la deuda ya contraída y vencida, además de al déficit de este año, que, si Dios nos ayuda, a lo mejor no supera en mucho el 3 % del PIB.

Ya justificaba Adam Smith esa propensión de los gobiernos a endeudarse diciendo que la facilidad de los empréstitos libera al gobierno de aquellos embarazos de temor y de inhabilitación que comporta la elevación de tributos. Aun así, lo no contemplado por el autor escocés es que hay gobiernos que simultanean endeudamiento con incremento impositivo. ¿Hasta dónde o hasta cuánto?

¿Cuándo se convencerán de que hay otras opciones más eficaces, como la reducción del gasto? El sector privado lo sabe muy bien y lo tiene aún muy cerca.

En Libre Mercado

    0
    comentarios