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José García Domínguez

¿Alguien sabrá quién es Guy Abeille?

Este oscuro funcionario fue el que se inventó la regla del 3% de déficit. Para satisfacer a Mitterand.

Este oscuro funcionario fue el que se inventó la regla del 3% de déficit. Para satisfacer a Mitterand.
Guy Abeille.

¿Le suena de algo al lector el nombre de un tal Guy Abeille? Lo más probable es que no. Y, sin embargo, el tal Abeille, un oscuro funcionario del ministerio francés de Finanzas, resulta ser el responsable último de esa obsesión tan recurrente como ecuménica, la de cumplir como sea con el déficit del 3%, que inspira todas y cada una de las directrices económicas de Berlín y Bruselas. Desde Merkel a Rajoy, los gobernantes europeos viven pendientes del dichoso porcentaje a diario. Al punto de que alejarse una sola décima de la senda que conduce a su cumplimiento constituye poco menos que un delito de lesa patria para el país que incurra en semejante pecado. Algo que no deja de ser absurdo si se repara en que ninguna ley conocida de la economía, absolutamente ninguna, establece que el déficit público tenga que ser como máximo del 3% del PIB. Esa ley, simplemente, no existe. En realidad, lo del 3% fue una ocurrencia improvisada y gratuita del tal Abeille cuando, allá por 1981, se vio en la tesitura de tener que pergeñar a toda prisa alguna norma presupuestaria a fin de dar satisfacción a una exigencia de Mitterrand, entonces presidente de la República Francesa.

Así lo anotó en su día el propio interesado:

Mitterrand quiere que le proporcionemos rápidamente una regla sencilla que suene a economista y que pueda ser utilizada contra los ministros que desfilan por su despacho para pedirle dinero.

El jefe requería una coartada para no soltar el dinero que pareciera muy sesuda y científica. Y el probo funcionario Abeille, tras cabilar sobre el asunto durante algo menos de una hora, se sacó de la manga la norma del 3% del PIB. ¿Por qué el 3% y no cualquier otro porcentaje al azar? Bueno, el probo Abeille dio con las razones marketinianas para que tuviera que ser precisamente ese. Mas dejemos que lo explique él:

(…) el 1% era magro y, de cualquier manera, no sostenible (…) El 2% sería inaceptablemente restrictivo. Mientras que el 3 es una figura sólida que tiene detrás precedentes ilustres: las tres Gracias, la Trinidad, los tres días de la Resurrección, los tres órdenes de la alquimia, la triada hegeliana, las tres edades de Augusto, la lista es infinita.

Dicho y hecho, pues. Al punto, la prensa de París comenzó a hablar en tono circunspecto de "la directriz del 3%". El invento empezaba a calar. La moto estaba vendida.

Poco después, en concreto el 9 de junio de 1982, Mitterrand en persona irrumpió en escena para bendecir el concepto y, de paso, elevarlo a dogma de fe:

El déficit tiene que ser del 3% del producto interior bruto. Espero del Gobierno que respete ese techo del 3% y no más.

Bien, ¿pero cómo una religión laica concebida en Francia pudo extenderse con tal rapidez por el resto de Europa y lograr convertir en adeptos creyentes a tantos gobernantes del continente? La respuesta a ese misterio se encuentra en el proceso de discusión del Tratado de Maastricht, tal como relata el catedrático Juan Torres en su último libro. Resulta que por aquel entonces Jean-Claude Trichet, el futuro gobernador del BCE, era uno de los negociadores de la delegación francesa. Y fue él quien convenció a los alemanes para que se adoptase en el conjunto de la UE el invento del probo Abeille, dada la contrastada eficacia propagandística de aquel pretendido principio técnico carente de soporte teórico o empírico alguno. Tras Maastricht, en fin, la ocurrencia de un funcionario en apuros saltaría al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997. Da ahí a su consideración como poco menos que un mandato divino apenas restaría ya un paso. Aunque parezca increíble, así se escribe la Historia.

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