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Jean Tirole: "Los franceses son los trabajadores más protegidos del mundo… pero no son felices"

El premio Nobel pide al nuevo presidente que se enfrente a los grupos de interés y reforme el mercado laboral galo.

El premio Nobel pide al nuevo presidente que se enfrente a los grupos de interés y reforme el mercado laboral galo.
El premio Nobel de Economía de 2014, Jean Tirole, en una imagen de archivo durante una visita al Palacio del Elíseo. | Cordon Press

El último libro de Jean Tirole tiene un título de esos que no se sabe si esconden una obra maestra o un mejunje sin sustancia. La economía del bien común son más de 500 páginas dedicadas a resumir la visión de la economía del francés, Premio Nobel de Economía de 2014.

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Probablemente no sea ni una cosa ni la otra, aunque se lee muy bien. Como manual introductorio, para personas que quieran acercarse a esta "ciencia lúgubre" que decía Thomas Carlyle, puede ser realmente útil. Además, no sólo trata de aspectos clásicos, que también. Junto al análisis del mercado y el Estado, de las empresas y los consumidores, de monopolios y bienes públicos, Tirole incluye varios capítulos dedicados a la figura del economista, como científico y por su influencia en la vida política.

Este jueves, Tirole acudía a la Fundación Rafael del Pino para presentar su obra, que estos días publica en castellano Taurus. Lo hacía en una conferencia abierta al público y en un encuentro previo con la prensa en el que ha puesto de manifiesto sus ganas de agradar y de sobreponerse a su instinto de estudioso para bajar, aunque sea a media voz, a la arena pública. Tirole no es un economista estrella (de hecho, él mismo reconoce que hasta que le dieron el Nobel era un personaje completamente anónimo, incluso en su Francia natal) pero asume las consecuencias de la fama. Y quiere que el reconocimiento de la Academia Sueca de Economía se traduzca en lo que considera uno de los grandes retos de las sociedades de este comienzo del siglo XXI: "Hay que educar a la gente en economía. El populismo explota miedos infundados".

A tres días de la segunda vuelta de las Presidenciales francesas, era inevitable que la conversación girara, al menos en parte, sobre el resultado y lo que podría pasar a partir del lunes. Tirole no se ha mojado en cuanto al pronóstico, aunque sí ha propuesto algunos aspectos en los que Emmanuel Macron tendrá que hacer cambios nada más llegar al Palacio del Elíseo: "Macron es consciente de lo que tiene que hacer".

Lo primero, ha asegurado, es la lucha contra el desempleo. Aunque lejos de los niveles de España, el paro en Francia está por encima del 10% y en el país vecino esa cifra se considera inaceptable. Tirole apuesta por modernizar la normativa laboral, para eliminar rigideces y elevar el potencial de su economía. "Los franceses son los trabajadores más protegidos del mundo, pero no son felices en su puesto de trabajo", ha afirmado. La causa es una regulación que "crea desempleo, distribuye mal los recursos, genera déficit y es muy ineficiente". En este sentido, el Premio Nobel recuerda que las leyes laborales francesas parecen proteger a los empleados que ya son fijos, pero lo hace a costa de atarlos a su puesto de trabajo (que no abandonan, incluso aunque quieran hacerlo, para no perder sus privilegios) y a costa de un ejército cada vez más numeroso de desempleados y precarios, sobre todo entre los jóvenes. Para Tirole, un ejemplo de esta normativa poco funcional es la práctica imposibilidad de la negociación colectiva a nivel de empresa y no subordinada a lo que pacten sindicatos y patronales para todo un sector.

La segunda pata de sus reformas para Francia tiene que ver con un Estado, "enorme pero ineficaz" tal y como lo ha definido Tirole, que no olvida que su país es el que más gasto público en relación al PIB tiene en estos momentos en todo el mundo desarrollado. En este sentido, el presidente de la Toulouse School of Economics ha recordado que "para mantener el Estado del Bienestar hay que poder pagarlo". Por eso, ha pedido al nuevo presidente que sea valiente y se enfrente a los "grupos de presión", muy movilizados y que utilizan su fuerza como colectivo para consolidar sus beneficios "directos y visibles", aunque la suma final acabe perjudicando al conjunto de los ciudadanos, que no es tan consciente de lo que se juega en el envite, porque el perjuicio que sufren está muy diseminado y es complicado de identificar de forma concreta.

Eso sí, todo esto es más fácil de decirlo que de hacerlo. No es nada sencillo cambiar esas dinámicas que llevan décadas fosilizándose. Tirole admite que es complicado de lograr y por eso recomienda un ataque frontal y contundente, con un "paquete de medidas" que no se dirijan sólo contra uno de aquellos grupos de interés y que permitan que esos grupos que pierden en parte sus privilegios vean ventajas en algunos otros de los demás cambios; para que no sientan que son los únicos perjudicados con las novedades.

Tirole, con un discurso regeneracionista con ciertos parecidos al que otros economistas han reclamado para España en los últimos años, pide "agencias independientes" (para controlar de forma efectiva el poder) y "más educación financiera" (para que el votante sea consciente de cómo le afectan sus decisiones, en la vida diaria y como votante). Y en todo su discurso late la advertencia contra la tentación de un populismo que "explota miedos infundados".

"La mitad del electorado francés ha votado por el populismo anti UE" en la primera vuelta, ha admitido, "al final tenemos la política que nos merecemos, porque los políticos responden a los incentivos que les marcan los votantes". Tirole asegura que, a pesar de lo que se cree en el sur de Europa, "Estado y mercado no son sustitutos uno del otro, sino complementarios", cada uno en su esfera, defiende el economista que asegura que no quiere un Estado más grande, aunque sí más fuerte en lo que debería ser su principal tarea, fijar las reglas básicas de funcionamiento para los agentes económicos: "En esta crisis, el Estado ha sido demasiado frágil y demasiado fuerte. El verdadero culpable de lo que pasó en 2008 fue el Estado, que no reguló bien a la banca. No hizo su trabajo".

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