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José García Domínguez

Trump tiene razón

El problema de Trump es que Merkel hace trampas. Y el problema de Merkel es que está obligada a hacer trampas para que no quiebren los países del sur de la UE.

El problema de Trump es que Merkel hace trampas. Y el problema de Merkel es que está obligada a hacer trampas para que no quiebren los países del sur de la UE.
EFE

Puede que los modales en sociedad del presidente Trump resulten algo zafios, pero esa inelegante vulgaridad tan suya no desmiente que, en lo fundamental, le asista la razón cuando acusa a la Unión Europea, o sea a Alemania, de haberse constituido en un escollo para el sano funcionamiento del comercio internacional. Nos gusten o no sus maneras siempre al borde de lo grosero, el fondo de la queja de Trump ante el proceder de Alemania resulta difícil de rebatir desde la honestidad intelectual. Los norteamericanos critican que, igual que ocurre con China, Alemania juega con las cartas marcadas al manipular de forma deliberada el tipo de cambio de su moneda, forzando depreciaciones que, tras abaratar sus productos frente a los que fijan el precio en dólares, provocan una forma de competencia desleal para la industria de Estados Unidos. Algo que, simplemente, es cierto. Al cabo, tras el escandaloso superávit comercial que presenta Alemania, ahora mismo el más alto del mundo, nada menos que un 9% de su PIB, lo que se esconde, amén de la consabida eficiencia germana, es la distorsión a la baja del precio del euro por parte del Banco Central Europeo. De ahí la creciente irritación de Trump con Merkel.

Los tipos de interés próximos a cero y las compras masivas de títulos de renta fija, tanto públicos como privados, por parte de Draghi conllevan como corolario inevitable que el capital golondrina huya de Europa. Invertir euros dentro de la Unión Europea con la promesa de ganar un 0% no parece un gran negocio. Nadie se extrañe, pues, de que esos euros terminen cambiándose por dólares con vistas a migrar a algún otro rincón del planeta. Y, como siempre sucede en cualquier mercado, tanto da que sea de monedas como de melones, cuando la oferta (en este caso de euros) deviene muy superior a la demanda, el precio final cae. Pero cada vez que el euro cae, la industria norteamericana rueda por los suelos detrás de él. Por eso el cabreo cósmico de Trump con la Unión Europea, es decir con Alemania. Pero el hecho contrastado e inobjetable de que los alemanes están manipulando el valor de su moneda, ese marco de siempre al que ahora llamamos euro, no significa que pudiesen hacer otra cosa muy distinta al respecto.

El problema de Trump es que Merkel hace trampas.Y el problema de Merkel es que está obligada a hacer trampas para que no quiebren los países del sur de la Unión Europea, España entre ellos. Sin los tipos de interés negativos y las compras de deuda del BCE, tanto España como Italia se habrían declarado ya en suspensión de pagos frente a su principal acreedor internacional, la propia Alemania. Por tanto, no es que Merkel quiera hacer trampas, es que no le queda otro remedio que hacerlas. Y el equipo económico de Trump lo sabe. De ahí que Estados Unidos esté concentrando toda su artillería en el objetivo de presionar al Gobierno de Alemania, y de modo subsidiario al resto de la Unión Europea, para que incremente sus compras en armamento de fabricación yanqui. Podría mirar hacia otro lado con vuestros juegos con la moneda, insinúa Trump, pero solo a cambio de que se reequilibre la balanza comercial entre Norteamérica y Europa por la vía del gasto militar. Suena a chantaje. Y tal vez lo sea. Pero tiene razón.

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